Descalzo y con el estómago vacío, un niño procedente de Santa Rosa de Copán, noroccidente de Honduras, vivió la realidad de la pobreza, un infante que dejó de ser infante a su corta edad, pero que actualmente es el candidato presidencial del partido Democracia Cristiana (DC) para las elecciones generales de noviembre.
Carlos Portillo era un ‘‘cipote’’ hijo de la calle. Al perder a su madre y un padre ausente, se convirtió en un huérfano que dormía en el incómodo frío y duro pavimento, con llagas en los pies por no tener ni un solo par de zapatos.
La noche era cruel, pero el hambre lo era aún más, los restos de comida entre la basura aplacaban por un momento los gritos estomacales en el interior de Carlos.
La pobreza no tiene preferencia por nadie, inocentes son los que sufren en Honduras, y delincuentes los que gozan de lujos y excentricidades, pero a pesar de la horrible realidad, el pequeño Carlos Portillo es la prueba viviente que con esfuerzo y bondad puede contra cualquier adversidad.
Pérdida de la infancia
Lo más cruel para un niño es arrebatarle su inocencia y su infancia, el que debió ser el inicio alegre de la vida se convirtió en trabajo para poder sobrevivir, esto a causa de la desafortunada muerte de su madre.Con nostalgia, Carlos Portillo recuerda a su querida madre y lo vivido en su corta infancia con sus nueve hermanos.
A sus 10 años, era un pequeño huérfano que pronto fue trasladado a Santa Rita en el departamento de Yoro, donde fue acogido por su tía Cleotilde, quien se convertiría en su segunda madre.
Doña Tilde -como era conocida la señora- fue una excelente mujer que a pesar de no ser hijo de ella lo trató como si fuese su propio hijo, lo educó, le enseñó valores y le explicó la importancia del trabajo honesto.
Aunque la pobreza estaba presente, Carlos era un niño feliz y educado.
El trabajo fue una prioridad, por lo que el niño tuvo diversos trabajos, comenzando por ser repartidor de periódicos, la tinta le ensuciaba las manos con regularidad pero era una labor honesto.
De andar descalzo pasó a tener su primer par de zapatos, que aunque eran de los más baratos simbolizaban el esfuerzo, la responsabilidad y la disciplina que no cualquier cipote tiene.
En Santa Rita aprendió a trabajar la tierra, la agricultura fue su segundo trabajo y siendo muy joven para un trabajo tan pesado bajo el sol, Carlos Portillo nunca titubeó y poco a poco el niño iba transformándose en un hombre a temprana edad.
‘‘Mi prioridad era sobrevivir’’, destacó el candidato, quien nunca perdió el enfoque del estudio. Tiempo no tenía, se relajaba cuando podía, el cansancio era evidente y la rutina diaria lo aburría. Agarrando valor y sabiendo que la capital era un lugar desconocido para el joven Carlos, tomó lo poco que tenía y se aventuró en busca de nuevas oportunidades a la gran ciudad.
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Un copaneco en la gran capital
Temeroso de dejar su antigua vida en Yoro, Carlos llegó a Tegucigalpa y al principio fue alojado por su tía Rubenia Portillo que vivía en el sector de la colonia más grande de la capital, La Kennedy.Sin muchas opciones y sin saber por dónde empezar, el joven deambulaba por las calles de Tegucigalpa, sin rumbo y la calle se volvió su hogar, no siempre estuvo en casa de su tía, por lo que el suelo se convirtió en su cama en algunas noches.
El plato de comida no era caliente, a veces era helada y envuelta en bolsas plásticas de color negra, eran meras sobras de quienes ya la habían probado. La basura capitalina aplacaba el hambre por un breve tiempo.
Carlos Portillo se volvió un cipote de la calle, no era lo que esperaba y se sentía desesperado al desperdiciar su vida, por lo que tomó la decisión de enlistarse en el ejército hondureño siendo un adolescente de 15 años.
Su buena educación y valores lo hicieron destacarse como un buen cadete, no fue sencillo, pero estaba acostumbrado al trabajo duro del campo, era un buen elemento en las filas.
El cadete Portillo se sometió a un extenuante entrenamiento militar, le enseñaron los métodos para todo tipo de situaciones y, como es de esperarse, aprendió a disparar con precisión los pesados y letales fusiles de las Fuerzas Armadas.
Con los años de duro entrenamiento, Carlos Portillo llegó al rango de suboficial, conocido como sargento primero, llegando a trabajar en la Secretaría General del ejército hondureño.
Tras 10 años al servicio del ejército, Portillo con mente emprendedora comienza a soñar y poder crear su propio negocio. Decide retirarse del ejército.
El emprendedor de la costa norte
De Copán a Yoro, de Yoro a Tegucigalpa, de la capital a la ciudad industrial, Carlos Portillo por fin se estableció en un solo lugar: San Pedro Sula, lugar de los empresarios.Su vida en el ejército quedó atrás, su nuevo objetivo era hacer dinero sin un jefe a quien responderle como lo hacía antes en la milicia.
En poco tiempo su plan de negocio se puso en acción, Carlos como exmilitar sabe la importancia de la seguridad en un país peligroso como Honduras, por lo que tuvo la gran idea de proporcionar aparatos de seguridad mediante tecnología. Es así que surgió ‘‘Deep Security’’.
El ahora empresario con el tiempo estableció otro negocio a menor escala, viviendo en la ciudad industrial de Honduras, Portillo se interesó por la importación de maquinaria industrial. La maquinaria extranjera es muy solicitada en las grandes empresas industriales en la costa norte, por lo que su pequeño negocio, ‘‘Industrias Ferreteras San Pedro’’, también empezó a dar frutos sin descuidar o dejar de lado su principal fuente de ingresos, el rubro de la seguridad electrónica.
De tan duro que trató la vida a Carlos Portillo, la pena es algo que no existe para él, por lo que a su edad de 40 años empezó a estudiar la carrera de derecho en una universidad privada.
Al ser una persona tan dedicada desde pequeño, para él no fue extraño trabajar, estudiar y cuidar una familia, una que él formó contrario a su padre, porque Carlos Portillo jamás abandonaría a sus 3 hijos ni a su esposa.
Quería ser un ejemplo en lo académico para sus hijos y hacerles saber que nunca es tarde para ser lo que deseas ser y con esfuerzo estudió hasta alcanzar su título universitario.
Y como es de esperarse, otros de los deseos de Carlos Portillo se cumplieron, no podía creer que de ser un cipote pobre que recorría las calles descalzo ahora era todo un abogado.
El abogado Portillo ahora se dedica a litigar y al mismo tiempo supervisa sus negocios, una persona que antes no tenía nada y ahora lo tenía todo.
Incursión en la política
A sus 47 años, Portillo elige al partido político Democracia Cristiana (DC) para formar parte de un cambio por Honduras, el abogado se sintió cautivado por los ideales de esta casa política que lo recibió con los brazos abiertos sin objeción alguna.Los principios cristianos del partido fueron un pilar importante. Portillo en su época de errante siempre sintió la compañía del padre celestial, el partido político que fue fundado el 10 de septiembre de 1968 ahora tenía a un hombre que vivió en carne propia el dolor de muchos hondureños pobres.
Sabiendo que ese partido nunca ha podido competir con los tres partidos mayoritarios con presupuestos enormes, Portillo siguió sus valores y creencias ante todo, no para responderle al partido, si no que al pueblo.
Rápidamente se ganó la confianza y en el 2021, con solo dos años de pertenecer al partido, decidieron que la persona correcta para la presidencia sería Carlos Portillo, nadie contradijo, nadie replicó, la candidatura presidencial de la DC ya tenía nombre y apellido.
Sin tener la experiencia previa de aspirar a elección popular, el candidato Portillo hace su debut en la política enfocado en el trono presidencial.
Plan de gobierno
‘‘El rescate del individuo’’ es la propuesta de Portillo, con el que comenzará en ayudar a todas esas personas que, al igual que él en el pasado, no tienen un rumbo a dónde ir, por lo que su objetivo es desarrollar y trazar una vida para estas individuos solitarios en la vida.Integrarlos a la sociedad y enseñarles a descubrir en lo que son buenos en la vida laboral.
‘‘Si somos capaces de desarrollar al individuo, somos capaces de transformar al país en el que vivimos’’, manifestó cada palabra con la mayor seguridad del mundo.
Uno de los pilares de su plan de gobierno es el empleo para los hondureños, una promesa que todos los demás candidatos prometen, pero Portillo va más allá de eso.
Se enfoca en el emprendimiento, observando los pasos que dejó por su largo camino difícil y empedrado, el candidato promete crear lo necesario para que surjan nuevos emprendedores de todo tipo de comercios, con dos años sin pagar impuestos.
‘‘Combatir la pobreza generando riqueza’’ como si de un discurso con rimas se expresara.
Como si de un protector de los derechos humanos se tratase, Portillo dice no a la discriminacion y dice sí a la inclusión, con mayores beneficios y derechos para las personas discapacitadas, con trabajos dignos acorde a sus facultades.
‘‘Esto no debería ser un derecho, esto debe ser ley’’, explicó de una manera determinante.
Para modernizar de la educación, promete intensificar ‘‘la adquisición de libros electrónicos, no tablets’’, haciendo referencia al proyecto actual de la Secretaría de Educación.
La salud, como una prioridad debe ser ‘‘gratuita’’, expresó con una simple y sencilla palabra, sin mucha explicación, para todos, para usted y para mí.
La salud privada dará facilidades a los más pobres, una cuota impuesta por el gobierno y bajando el costo sobre la renta para que la salud privada no sea cara y accesible para todos.
El muchacho que deambulaba y dormía en las calles y que de vez en cuando fisgoneaba entre la basura para saciar el hambre, sin olvidar en una ocasión que estaba junto a un perro de la calle y comprender que no había no había diferencias en ese momento entre las dos especies, es el candidato de la Democracia Cristiana.
‘‘Yo vengo de las entrañas del dolor, solo una persona que conozca el dolor del pueblo, es capaz de trabajar para el pueblo’’.