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Yani Rosenthal: “Soy guapo, pero no soy asediado por las mujeres, sino por la justicia”

El precandidato del Partido Liberal, con el fantasma de estar preso tres años en Estados Unidos por un delito vinculado al lavado de activos, es un hombre risueño, no aparente tener 55 años y sabe qué es lo que hará el próximo 15 de marzo
01.11.2021

TEGUCIGALPA, HONDURAS

Abogado de profesión, 55 años, sus hermanos lo mantienen, no cree que Juan Orlando Hernández sea narcotraficante y aunque aprobaran el consumo de marihuana en Honduras no la usaría “porque puedo terminar tonto”.

Esos son algunos de los pensamientos de Yani Benjamin Rosenthal Hidalgo, uno de los tres precandidatos presidenciales por el Partido Liberal.

Quizás es uno de los nueve precandidatos presidenciales más conocidos en Honduras, tanto en su condición de empresario, como por haber sido ministro de la Presidencia, coordinador del Gabinete Económico en la gestión de Manuel Zelaya Rosales, diputado en el gobierno de Porfirio Lobo Sosa y por su condena a tres años de prisión en Estados Unidos por un delito vinculado al lavado de activos.

Yani Rosenthal da inicio a una carrera para demostrarle a Honduras que detrás de esa meticulosa y redonda careta de hierro con un peinado escrupulosamente arreglado hay un hombre que siente, que ríe a veces forzado, que también llora.

El Yani pobre

Luego de haber nacido con todas las comodidades (su familia era de las más rica de Centroamérica), pasó a padecer hambre, frío y esperar hasta cinco días para que lo atendieran en una clínica en la que no le dieron tratamiento para una descalcificación en su codo derecho, en una prisión en la que pagó su condena.

“Mi papá fundó Diario Tiempo cuando yo tenía cinco años, mi primer trabajo fue ese. Fui gerente de 1987 a 1995, cuando vino mi hermano Carlos, yo pasé a Cementos del Norte, entonces con Mazariegos, Farah Robles y Jesús Vélez Banegas crecimos juntos allí”.

Cómodo en la oficina de una de las empresas de su hermano en San Pedro Sula, contó a EL HERALDO cómo su abuelo fue un judío que llegó a Honduras con dos dólares en la bolsa, hasta convertir a la familia en una de las más poderosas de la región.

No habían pasado 10 segundos desde que cruzamos el umbral de la sala, ni siquiera habíamos estrechado su mano junto al motorista Carlos Ortiz y al fotógrafo Alex Pérez, cuando comenzó justificarse que vive de la caridad a causa de que todos sus bienes fueron incautados como si enfrente tuviera a tres jueces listos para emitir una sentencia.

“Antes que me acusaran yo era clase alta. Ahora no tengo casa, ni carro, ni cuentas de banco. No tengo nada. Así que mi posición cambió. No voy a decir que soy clase baja, pero depende de los juicios: si me devuelven mis cosas tendré prosperidad y si no, no tendré nada. Mi futuro es incierto”.

El 14 de octubre de 2015, fuerzas antinarcóticas y de seguridad ejecutaron un amplio operativo para incautar unas 20 empresas y residencias propiedad del Grupo Continental, tras que los directivos de este emporio fueran acusados por Estados Unidos de lavado de dinero producto del narcotráfico.

Las acciones prosiguieron con los aseguramientos en empresas financieras, inmobiliarias, hoteleras, importadoras de abarrotes y vehículos. También una empacadora de carne, una compañía azucarera, viviendas y propiedades. Las operaciones se consumaron en cuatro de los 18 departamentos de Honduras.