“A veces no tengo ni para ir a la Teletón”
Desde que Ariana nació con microcefalia, Leticia escuchó la difícil noticia de que a su hija “solo Dios sabe cuánto tiempo te la va a prestar”. Ella ha hecho todo lo que está en sus manos para mantenerla con vida, incluso renunciar a su trabajo y vivir de la caridad
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NAMASIGÜE, CHOLUTECA.- La casa donde vive Leticia Jackeline Zepeda junto a su hija, Ariana Nazareth Valladares, está más cerca de Nicaragua que del centro de Choluteca, en Honduras.
Incluso, esa distancia (desde El Corozo, Namasigüe, hasta Choluteca) ha sido un problema antes, durante y después del parto. El día del alumbramiento le tocó viajar por casi 40 minutos para llegar al Hospital del Sur, donde le dijeron que a raíz de una picada de un mosquito Aedes Aegypti infectado había contraído zika.
Leticia se embarazó en 2015, pero no fue hasta cuatro meses después de su parto (el 31 de julio de 2016) que se enteró que la pequeña tenía microcefalia moderada a raíz del virus que contrajo durante su gestación. Ningún médico detectó la discapacidad de Ariana cuando nació, fue hasta que visitó una clínica privada que la doctora le comentó que tenía microcefalia moderada.
“La pediatra me dijo: ‘Solo Dios sabe cuánto tiempo te la va a prestar, no te voy a decir ni qué día ni qué año, yo no sé, solo él sabe cuándo te la va quitar”’
“Ese día yo sentí que me partió el corazón porque me lo dijo de frente, pero solo Dios sabe... allí voy a estar yo presente hasta que él me la quiera llevar”, continuó diciendo.
La noticia fue como un balde de agua fría, pues lo único que pensaba era cómo una mujer soltera iba a sacar a su hija adelante con una discapacidad. “Estuve como tres días sin poder dormir, pero solo le pedía a Dios que me diera fuerzas”, contó.
Los primeros meses hizo un gran esfuerzo para mantenerla, tenía su trabajo y hacía todo lo que estaba en sus manos para comprar medicamentos y alimentos.
Tiempo después no tuvo otra opción que renunciar, ya que la niña crecía, se enfermaba constantemente y le demandaba más tiempo. Su madre, padre y hermanos le dijeron que la apoyarían, sin embargo, le ha tocado vivir de la caridad en los últimos siete años.
“Yo quisiera trabajar, a veces me da pena estarles pidiendo a mis hermanos, pero ellos nunca me han negado nada”, mencionó la mujer de 34 años.
Leticia es ama de casa. Desde que los gallos cantan hasta que el sol se pone se dedica al cuidado de su hija, sin quedarle tiempo de trabajar.
La ayuda de sus hermanos y la manutención que le pasa el padre de la niña cubren ciertas necesidades, pero “a veces no tengo ni para ir a Teletón, solo me voy con el pasaje, no llevo ni para una bolsa de agua”, contó a la Unidad de Investigación de EL HERALDO Plus, mientras las lágrimas rodaban por su rostro.
La pequeña Ariana, quien lleva el nombre de la famosa cantante Ariana Grande, estaba sentada sobre sus piernas. Usaba unos botines negros que le habían comprado para las fiestas decembrinas. Su cabello estaba bien peinado y dejaba ver su hermoso rostro, que deleitaba con una sonrisa.
“Le gusta mucho escuchar música”, contó su madre. Ese es como un refugio para la pequeña, quien no puede hacer nada por cuenta propia.
Desde su natalicio los médicos dijeron que era propensa a sufrir convulsiones y enfermarse, afortunadamente hasta mayo de 2023, cuando el equipo de EL HERALDO Plus visitó la casa donde vive, nunca había tenido ninguna.
Como medida de prevención y debido a distancia (la casa quedaba a 40 minutos del hospital), la doctora instruyó a Leticia para que hiciera un video y lo enviara en caso de que la niña convulsionara, mientras -inmediatamente- se movilizaba por atención médica.
Aunque Leticia tiene en mente las instrucciones, su peor temor es no tener dinero para transportarse si llegara a ocurrir, pues se tiene que acomodar a lo que su familia pueda darle.
Estos siete años con su hija no han sido fáciles, tuvo que recibir terapias psicológicas, consejería y ayuda de su familia, porque no sabía cómo lidiar con una persona discapacitada, sobre todo cuando la situación económica es otra condicionante.
Nunca ha recibido apoyo de las autoridades, ni siquiera en 2016 cuando el gobierno prometió ayudar a las madres de los niños que nacieron con microcefalia a raíz del zika.
Las promesas fueron muchas, sin embargo, pocas fueron las familias beneficiadas. Leticia está en la enorme lista de madres olvidadas. No recibió una casa ni bono, tampoco ayuda psicológica o terapias para ayudar a su hija con microcefalia.
Lo único que hicieron fue remitirla a Teletón, donde asiste cada vez que puede para que su pequeña pueda tener mayor desarrollo. En un trabajo de reporteo de casi 12 meses, este equipo dio con la vivienda de Leticia en mayo de 2023.
La casa en la que vive es de sus padres, dos personas que pasan los 60 años, pero que hacen todo lo que está en sus manos para que su nieta esté bien. “Es la luz y alegría” del hogar, mencionó la abuela, Bertilia Osorto.
Es una vivienda de adobe con un patio bastante amplio, algo común en las casas de zonas rurales. Allí viven cinco personas: Ariana, su madre, su hermana y los dos abuelos. En ese hogar sobreviven de la agricultura, aunque la comida no siempre alcanza porque la situación económica no es nada buena.
Leticia trata de alimentar a Ariana con todo lo que está a su alcance para evitar que caiga en desnutrición o se enferme, porque “lo más difícil es cuando ella se enferma porque deja de comer y vuelve a ponerse aguadita y toda triste”.
Los médicos le recetaron PediaSure, una fórmula nutricional especializada para menores, pero la economía solo da para comprarle leche Nido deslactosada –un producto relativamente de bajo costo y muy consumido en las clases populares-, lo que la hace recuperar un poco de peso.
Ariana pesa las 40 libras. Su estado de salud es más estable en comparación con otros niños, ya que la microcefalia no le ha desarrollado otras patologías. Padece de rinitis y, cada año, también se ve afectada por virus temporales, lo que sí la hace decaer.
Su madre intenta darle todo lo que está a su alcance. Incluso, la inscribió a la escuela pública, ya que no tiene fondos para un centro escolar especializado.
Su madre se encarga de llevarla y la espera hasta su salida, la carga en sus brazos en todo el camino porque esa niña de siete años es la luz del hogar y “voy a seguir luchando, hasta el último día que Dios quiera”, afirmó entre llanto.
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