¿Quién habría pensado que el robo de una bicicleta en Suiza cambiaría la vida de más de 500.000 personas en toda África? Y, sin embargo, es cierto: en la década de los 90, el estudiante suizo Paolo Richter robó una bicicleta que luego desmanteló junto con otras dos bicis viejas para crear una nueva completamente funcional.
Después, durante un viaje relacionado con el desarrollo de Ghana, Richter se dio cuenta de que tristemente las mujeres y los niños se ven obligados a caminar varias horas todos los días para comprar alimentos, llegar a la fuente de agua más cercana o simplemente asistir a la escuela local.
En 1993, Richter comenzó a reparar bicicletas viejas y a venderlas en África por un precio asequible. 23 años después, más de 150.000 bicis han sido enviadas por lo menos a siete países africanos diferentes. 'Una bicicleta puede transformar la vida cotidiana de un pueblo entero [...] Permite transportar tres veces más productos y ayuda a la gente a desplazarse cuatro veces más rápido que a pie'.
El impacto positivo de este negocio puede ser igualmente medido en Suiza: alrededor de 300 suizos ayudan a reciclar y a dar una nueva vida a estas bicicletas, beneficiándose de un trabajo de duración determinada. Hoy en día, el verdadero problema radica en la falta de donaciones de bicicletas viejas.
Sin embargo, se estima que hay alrededor de 1 millón de bicicletas usadas en Suiza, que podrían ser fácilmente recicladas por una buena causa.