TEGUCIGALPA, HONDURAS.- La carretera, con su promesa de libertad y aventura, se puede tornar en un escenario de tragedia para muchos motociclistas y sus familias.
Los accidentes a bordo de este automotor de dos ruedas no solo causan daños físicos, dejan cicatrices psicológicas en los afectados, cambiando vidas en cuestión de segundos.
El trauma psicológico que sigue a un motociclista accidentado puede iniciar con trastornos orgánicos al despertar, “no recuerdan su nombre o dónde viven; sufren una pérdida de memoria”, explicó la psicoterapeuta Judith Andino.
A su vez, desarrollan estrés postraumático, con recuerdos intrusivos y pesadillas que perpetúan el trauma. La entrevistada asegura que “también se presentan fobias específicas, especialmente orientadas al lugar y hace que no puedan volver a pasar por la calle donde sucedió el percance y, consecuentemente, desarrollan ataques de pánico, ansiedad o incluso trastornos de adaptación”.
La severidad del suceso amplifica estos efectos. Un incidente menor solo puede propiciar una mayor prudencia, pero uno grave, con lesiones significativas o la pérdida de un ser querido, puede desencadenar trastornos psicológicos más profundos como la depresión.
Y es que las consecuencias de un accidente en motocicleta no se limitan al individuo en sí, afectan todos los aspectos de la vida diaria: la capacidad para trabajar, mantener relaciones interpersonales y la calidad del sueño pueden verse comprometidas.
La sensación de vulnerabilidad, por su parte, puede ser tan intensa que impida retomar una vida normal y productiva, atrapando al afectado en un cuarto oscuro lleno de miedos y recuerdos dolorosos.
El temor de usar la motocicleta, de volver a salir a la calle e incluso a sonidos específicos con los que conectó el día del trauma, se podrían hacer presentes, asevera Andino.
El papel de los amigos y familiares
Es importante reconocer que los familiares del motociclista accidentado también lidian con una pesada carga emocional. El estrés de cuidar a un ser querido herido, la incertidumbre sobre su recuperación y el miedo constante a futuros percances crean una atmósfera de angustia.
La preocupación constante puede desembocar en su propia forma de ansiedad, alterando la dinámica familiar y generando tensiones que parecen insuperables, sin embargo, en este marco la empatía es esencial.
“La familia es un gran apoyo en este tratamiento y es indispensable”, enfatiza la experta, quien asegura que contar con este soporte emocional es más beneficioso para la recuperación.
“Tener a alguien que le llame por teléfono para saber cómo le va en su proceso, cómo hará en el trabajo o el tema de la pérdida económica, ofrece seguridad y disminuye la sensación de aislamiento del paciente”, añadió.
Este apoyo puede ser la diferencia entre una recuperación satisfactoria y la caída en una espiral de desesperanza.
Intervención psicológica
Iniciar un abordaje psicológico individual es crucial para mitigar los efectos del trauma. “Como segundo punto recomiendo la terapia familiar, que es donde todos se integran con el paciente para generar acuerdos de confianza y así superar el miedo”, puntualizó Andino.
A su vez, sugiere realizar técnicas de exposición al menos dos o tres veces por semana y en períodos cortos, y buscar actividades de distracción para poder desconectarse.
“Funciona mucho crear rituales de relajación antes de irse a dormir. Pueden usar aplicaciones con musicoterapia, ver películas, reírse o incluso conversar con alguien”, apuntó la entrevistada.
En cambio, para aquellos que no han sufrido un accidente, la concienciación es vital. Usar equipo de protección adecuado, respetar las normas de tránsito y evitar conductas de riesgo son medidas preventivas importantes.
La educación sobre los peligros y consecuencias de los accidentes fomenta una conducción más responsable y promueve una cultura de seguridad, donde cada viaje sea un acto que se maneje con suma responsabilidad, cuidado y conciencia.