Como todos los humanos, Camilo también experimenta bajones emocionales, pero su hija es ese flotador que lo hace regresar al camino para enfrentar la realidad. “Ella (Índigo) es mi pista de aterrizaje, aunque sea bueno y te griten cosas bonitas, es mucha información regresar al camarín, sacarte los auriculares y saber que ella está ahí, y tenés que cambiarle el pañal, o te dicen que hables bajito porque está durmiendo”.