“Vaya, tengo algo aquí”, pensó un día, y decidió que sería comediante. Para lograr su sueño comenzó bien de abajo. Se presentaba en los sótanos de clubes y restaurantes donde, a cambio de limpiar mesas y trapear pisos, lo dejaban realizar su rutina humorística. Una noche, entre los asistentes al show apareció Eddie Murphy, que descubrió que ese muchacho flaco y desgarbado también era gracioso y talentoso. Al terminar el espectáculo le prometió ayudarlo en su carrera.