Desde la pandemia, dividió su tiempo entre el castillo de Windsor, cerca de Londres, el castillo de Balmoral, en Escocia, en verano, y la residencia de Sandringham, al norte de Londres, para las vacaciones de fin de año. Tradicionalmente permanecía allí hasta principios de febrero. Su papel más importante era la “imparcialidad”, según Bob Morris, historiador de la monarquía.