“Sentí como si alguien me hubiera quitado una tonelada de peso del pecho. Me sentí tan ligero. Pensé que saldría flotando”. Una vez la sorpresa y la euforia se desvanecieron, Skinner sufrió una terrible depresión cuando entendió que debía regresar al pasillo de la muerte y a “todo el sufrimiento de aquí”. Ver a compañeros de prisión morir, dice, es más difícil que estar encerrado en una pequeña celda 22 o 23 horas al día, sin televisión o contacto físico con nadie, excepto cuando los guardas le ponen y quitan las esposas