El mismo sistema que supuestamente lo favorecía decidió que no era el momento para darle el poder. Su anuncio prematuro le valió más que un regaño del expresidente “Mel” Zelaya, coordinador del partido Libertad y Refundación (Libre); lo dejó en ridículo y lo hizo quedar como un imprudente. De modo que Ochoa, que tanto había pensado en cada detalle, se quedó con las manos vacías. El cargo no se le otorgó ni en el año previo, ni en el año electoral, y, a pesar de sus esfuerzos por quedar como el estratega de la política electoral, el destino (y sus propios compañeros de juego) decidieron que, al menos por ahora, la presidencia del CNE no sería parte de su premio.