Al carecer de servicios sanitarios y sin agua, los reos castigados tenían que hacer sus necesidades fisiológicas en pedazos de papel, bolsas y botes, volviendo el sitio insano. Según el relato de los que conocieron al detalle esta bartolina, los castigados no solo tenían que soportar el despiadado encierro que ofrecía la mazmorra, sino que en la madrugada se les lanzaba agua y el día gases lacrimógenos.