Nadie entiende cómo recorrió los más de tres kilómetros que separan el punto en el que el turismo se perdió hasta el margen de la finca en la que fue hallado, encaramado, sin soltarse, a la endeble parte del árbol; tampoco cómo logró vencer, sin ahogarse, a la fuerza del río Alberche, cuyo caudal se multiplicó a consecuencia de las precipitaciones.