“Tesoro de mi vida, mamita santa, vas a estar en mi corazón siempre, todo el tiempo, toda mi vida. Padre mío, ¿por qué a ella Dios mío?, ¿por qué me diste este dolor tan grande?”, decía su madre, la señora Ernestina Meza envuelta en llanto y al borde del desmayo, dándole el último adiós a su hija en el cementerio de la ciudad.