Drones dibujan con luces el rostro de Nicolás Maduro en el cielo nocturno de Maracaibo y quienes no apreciaron el show pueden ver al candidato presidencial en la televisión, las paredes de las calles o los enormes rótulos colocados en los edificios.
La imagen del gobernante es omnipresente: aparece en televisión, radio, vallas, murales, peajes, ambulancias, propaganda en YouTube e innumerables videos en plataformas como Tiktok.
Su figura, habitual en el paisaje cotidiano, se multiplicó en busca de un tercer mandato que lo proyectaría a 18 años en el poder.
Desde enormes tarimas en Maracaibo y otras ciudades, Maduro aplaude, salta, canta y promete prosperidad tras años de crisis que llevaron a más de 7,5 millones a migrar en este país de 30 millones de habitantes.
Un enorme gallo, símbolo de su campaña, irrumpe junto a imágenes del fallecido Hugo Chávez (1999-2013) en el espectáculo de drones de Maracaibo, estado Zulia (oeste).
“Hay una saturación que le permite sobrevivir en la mente de la gente, sobre todo haciendo gala de que es el heredero” de Chávez, comenta a la AFP León Hernández, miembro del Instituto de Investigación de Información y Comunicación de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB). “Chávez sigue rondando en el imaginario colectivo”.
Maduro se vende como un líder dicharachero, pero fuerte. Baila sobre un jeep de la Fuerza Armada, en una parada de su gira.
El mandatario de 61 años se autodefine como un “gallo pinto”, ícono que usa para minimizar a su principal oponente, el diplomático Edmundo González Urrutia, postulado por la principal coalición opositora ante la imposibilidad de inscribir a María Corina Machado, favorita en las encuestas pero inhabilitada por sanción.
La presencia de Maduro es permanente en la televisión estatal, cuya señal marca agenda, con numerosas transmisiones diarias de su “peregrinación” por Venezuela.
Un dibujo animado de propaganda llamado “Superbigote” le presenta como un superhéroe con puño de hierro que combate a la oposición y a su archirrival, Estados Unidos.
El presidente, chofer de autobús en su juventud, suele aparecer al volante de una camioneta mientras conversa con su esposa, Cilia Flores, y funcionarios como si protagonizara un reality show.
Una película sobre su vida se estrenó en un emblemático teatro caraqueño, a la vez que se presentaba un libro biográfico. Él vio el estreno en primera fila.
La prensa denuncia bloqueos de webs informativas, en una Venezuela en la que más de 400 medios han cerrado en 25 años de gobiernos chavistas. Aunque Maduro sostiene que es “censurado” en redes sociales, el bombardeo de propaganda en plataformas como Youtube es incesante, con videos que acusan a Machado y a “su títere” González Urrutia de querer “regalar” el petróleo venezolano a Estados Unidos y fomentar complots violentos.
Y mientras afiches de Maduro tapizan calles y avenidas en Caracas, la imagen de González Urrutia parece vetada.
“Radio, televisión, muros, redes. Tú te acuestas a dormir y mañana los muros amanecen pintados”, se queja Giovanni Salas, que vende mangos en un boulevard de Caracas.