Lo más complicado, asegura, es regresar a la normalidad de su hogar. “Cuando estás tratando de ayudar a la gente y te dicen que tienes que irte, es muy difícil aceptar volver a casa, con tu aire acondicionado, tu frigorífico lleno de comida, tu trabajo, tus comodidades. Eso provoca mucho sentimiento de culpa”, sentencia.