Las actividades como oraciones, artículos alusivos y hasta “vendarse la oreja derecha” han sido empleadas por los simpatizantes de Donald Trump para mostrarle su apoyo tras el atentado.
Quienes el lunes lo proclamaron como candidato para las presidenciales de noviembre en la Convención Nacional Republicana de Milwaukee, consideran que Trump es un enviado de Dios para salvar a Estados Unidos.
Trump reapareció el lunes por la noche en la convención de Milwaukee, con la oreja derecha vendada, en medio de partidarios que profesan por él una especie de culto.
“Soy cristiano y católico de fe, él tenía un ángel sentado en su hombro (...) la mano de Dios, a mi entender, apartó su rostro”, dice a la AFP el republicano Jack Prendergast, delegado de Nueva York.
Una asistente a la convención republicana señala su oreja “vendada” en apoyo al candidato presidencial.
Una persona tiene una tirita con la bandera estadounidense en la oreja el primer día de la Convención Nacional Republicana, una muestra de su apoyo a Trump.
“Ese era un rifle muy poderoso, si hubiera tocado un hueso habría explotado, y probablemente estaríamos hablando de algo diferente”, consideró el candidato republicano.
Un asistente lleva un sombrero Wyoming Trump Country durante el segundo día de la Convención Nacional Republicana.
Para Natasha Lindstaedt, politóloga de la Universidad de Essex, el episodio subraya el culto a la personalidad que Trump y su círculo íntimo, que ha sido cultivado y reforzado por años.
Una persona sostiene un cartel que dice “Somos judíos por Trump”, luego que tras el ataque desde diferentes sectores le manifestaron su apoyo.
La presencia de la candidatura está en todo lugar, como en esta galleta de elefante republicana que dice ‘Made in America’.
Algunos líderes “personalistas” son dictadores, otros son elegidos, pero su objetivo es el mismo: “Hacer que la gente les obedezca ciegamente y quede desconcertada por sus cualidades sobrehumanas”, dijo a la AFP.
“Los cultos a la personalidad son realmente malos para la democracia”, dijo Lindstaedt, “porque hacen que la gente obedezca ciegamente cosas que normalmente no harían, se niegan a cuestionar la figura de autoridad”.