Hace unos años, José Virgilio Sánchez Montoya, conocido como “Pechocho” desencadenó una serie de eventos que destacan la complejidad y los desafíos del control carcelario en Honduras.
“Pechocho” quien acumulaba una condena de 500 años de cárcel por sus actividades delictivas, fue uno de los reos encontrado tras un enfrentamiento dentro del centro penitenciario de Támara.
La noticia no solo resalta el violento final de estos reclusos, sino que también nuevamente sale a la luz la trama de engaño que “Pechocho” había tejido en un intento por escapar de su condena hace unos años.
Montoya, miembro de la pandilla Barrio 18, había sido detenido inicialmente en relación con la masacre de 17 trabajadores en una zapatería en San Pedro Sula en 2010.
Desde entonces, su historial delictivo había acumulado múltiples condenas que lo llevaron a enfrentar casi cuatro siglos tras las rejas.
Según los informes, Sánchez escapó de la cárcel y dejó a otro reo cumpliendo su condena, bajo la promesa de proteger a su familia y otros beneficios.
El nombre real de esta persona era Lindolfo Pastrana Estrada.
Tras conocerse el caso, Pastrana era conocido como “El Clon de Pechocho”, esto pese a no tener ningún parecido físico entre sí.
Este hecho pasó desapercibido durante años hasta que, en 2017, fue recapturado durante una operación contra pandillas.
Un análisis de huellas dactilares reveló la suplantación, pero no se encontraron responsables por el incidente.
La saga de “Pechocho” continuó con su traslado a El Pozo en Ilama, Santa Bárbara y, más luego, al centro penal de Támara, donde finalmente encontró su trágico destino.
Según informes, murió presuntamente por estrangulamiento durante una reyerta el domingo 18 de febrero de 2024.
Este incidente provocó una respuesta contundente de las autoridades, con la suspensión de varios funcionarios del sistema penitenciario y su puesta a disposición de las autoridades competentes.