Tegucigalpa, Honduras
¡Aló!, dijo la voz al otro lado de la línea. Era la misma del programa radial.
- Buenas tardes, es que escuché que ustedes me pueden ayudar para que mi esposo me mande dinero de “los estados”, es que se fue y no me manda desde febrero y pues yo...
- Véngase mañana y traiga dinero para ver qué podemos hacer. Tráigase unos mil lempiras, porque hay que invertir en materiales.
- ¿Mil lempiras?
- Ah pues sí, es que hay que invertir en velas y todo eso.
- Pero es que no tengo tanto.
- Véngase con lo que tenga, mañana yo voy a estar atendiendo desde las 8:00 de la mañana
- Vaya pues.
La otra persona colgó y la cita ya estaba hecha, al día siguiente iría en busca de una respuesta.
Sentados en las sillas hay cerca de ocho personas, no hace falta observarlas mucho para saber que son de clase muy humilde; en una silla, una joven acaricia su barriga de embarazada mientras platica con otra acompañante.
Pasó una semana desde que fuimos a la botánica, incalculable es la cantidad de personas que habrán caído en las redes de un “charlatán” que encuentra en la desesperación de la gente humilde un negocio redondo.
¡Aló!, dijo la voz al otro lado de la línea. Era la misma del programa radial.
- Buenas tardes, es que escuché que ustedes me pueden ayudar para que mi esposo me mande dinero de “los estados”, es que se fue y no me manda desde febrero y pues yo...
- Véngase mañana y traiga dinero para ver qué podemos hacer. Tráigase unos mil lempiras, porque hay que invertir en materiales.
- ¿Mil lempiras?
- Ah pues sí, es que hay que invertir en velas y todo eso.
- Pero es que no tengo tanto.
- Véngase con lo que tenga, mañana yo voy a estar atendiendo desde las 8:00 de la mañana
- Vaya pues.
La otra persona colgó y la cita ya estaba hecha, al día siguiente iría en busca de una respuesta.
La Unidad Investigativa de EL HERALDO conoció la estafa y la mentira que hay detrás de los centros que a cambio de grandes sumas de dinero ofrecen “milagros poderosos”, pero que tras la fachada de centros de medicina natural son verdaderos centros de tráfico de fe.
La visita
A las siete de la mañana el plan estaba trazado, no sabía lo que encontraría, pero con una historia creada se podría entender mejor qué hacen estos comerciantes de la fe.
Con unas “leggins” negras, una camisa muy suelta de rayas a colores, zapatos negros sin tacón y un moño a medio terminar le había dado vida a una madre desesperada por mantener a sus hijos, ella se llamaría Yolanda.
De manera ficticia, su esposo y padre de sus dos hijos se había ido como inmigrante a Estados Unidos y ahora, como en muchos casos, él ya no se acordaba de ella ni de sus vástagos.
Me acompañó otra reportera miembro de la Unidad Investigativa de EL HERALDO. Entre ella y yo llevábamos los 1,000 lempiras que el “naturista” me pidió el día anterior.
El momento llegó, eran las 8:30 de la mañana de un martes. La clínica botánica La Unión está ubicada en el barrio Lempira de Comayagüela, en una esquina frente a una venta de pollos y colindante con una gasolinera.Llegamos al lugar y afuera el equipo fotográfico de la Unidad Investigativa graficaba todo.
Por fuera, el local no parece una clínica, es como un apartamento en mal estado. Para llegar a la puerta metálica subimos seis gradas.
Antes de ingresar notamos que a esa hora ya había gente esperando por una consulta con el “doctor”, esperamos para que se nos abriera el portón. “Buenos días”, nos dijo una joven de unos 30 años, muy amable. En su mano una libreta y un lápiz de tinta negra sin tapón.
“Buenos días, le dijimos”, mientras poníamos un pie dentro de la “botánica”.
Adentro, una sala pequeña visiblemente descuidada, paredes café y rosadas, un estante metálico con ocho cubículos llenos de “medicina natural” donde se veían frascos de cápsulas verdes, frascos blancos con etiquetas de colores y botellas plásticas llenas de aguas de colores.
“Son 100 lempiras de la consulta, siéntese”, me dijo la joven secretaria.
En la misma pared donde está apoyado el estante hay una cortina verde, muy sucia, que deja ver una pieza más en el lugar, muy brevemente pudimos observar que había ropa tendida en unos lazos, una colchoneta y una silla más.
Al final de la sala hay dos puertas, una que está tapada con una cortina de tela brillante y roja y una más de metal que permanece cerrada. Es ahí donde está el supuesto doctor y es donde tenemos que entrar.
L 4,000nos pidió el falso doctoren las consultas. |
Un señor con botas y sombrero entrelaza sus manos mientras espera y solo él conoce las preocupaciones que hay entre sus arrugas. Una noble señora sonríe conmigo mientras me acomodo a su lado. Como ellos hay más al final del pasillo.
“Pase la siguiente”, dijo la joven secretaria y en seguida la embarazada hace un esfuerzo para levantarse y pasa al “consultorio”.
Cuando ingresó se escuchó al fondo del consultorio un “hola hermana, pase”, y la puerta se volvió a cerrar.
No pasaron 10 minutos cuando la joven madre volvió a salir y en seguida otra persona ingreso al consultorio. Así pasaron cerca de 25 minutos y mi turno llegó. No eran nervios lo que sentía, era curiosidad.
-Pase usted, me dijo la secretaria.
Dimos menos de 10 pasos y estábamos ahí, la puerta se empezó a abrir y conocí la cara de la persona que me vendería mi milagro.
- “Buenos días, hermana”, me dijo el hombre de cabeza a medio rapar, barba negra, estilo “candado”, trigueño claro, ojos pequeños que me miraban como si sospechara de mí. A él se le conoce como Martín Montes.
-Buenos días, doctor, le dije. Ya estábamos adentro y la puerta a nuestra espalda se cerró. El lugar es muy reducido y para ser un “médico naturista” no tiene camillas donde revisar a un paciente, no hay instrumentos médicos, no se parece a nada que tenga que ver con la salud.
En el escritorio hay dos velas grandes, gastadas hasta la mitad, que llenan el cuarto de un olor a manzana y canela, además de eso, en una libreta hay varios nombres anotados y un registro de cuánto dinero pagaron ese día. Antes de mi un señor había dejado 3,000 lempiras. También había varias fotografías de personas, en su mayoría de hombres. Frente al escritorio, dos sillas plásticas.
Curandero (C): - Siéntese -me dijo con un acento muy raro-, ¿cuénteme en qué le puedo ayudar?
Periodista (P): - Es que mire, me da pena decirle, pero es que estoy desesperada. Yo tengo un esposo, bueno no es mi esposo, yo me acompañé con él, pero el caso es que él se fue para “los estados” hace seis meses, y mire que yo tengo dos hijos con él y él ya no me manda dinero.
C: - ¡Pues hermana!, si no le manda nada ni se comunica, es que ya le perdió el amor.
P: - Yo quiero ver si me ayuda, para que me mande, viera cómo paso, me quedé sin trabajo y el niño solo enfermo lo tengo.
C: - Mire hermana, por lo que usted me cuenta a él es que le han cortado la suerte.
P: - ¿Pero y cómo puedo hacer?, yo necesito dinero.
C: - Mire hermana, yo le puedo ayudar, pero hay que invertir en materiales porque por lo que me cuenta ahí hay cosa mala. Mire por lo menos, para empezar, yo ocuparía unos 2,000 lempiras.
P: - Pucha... pero yo no tengo doctor.
C: - Consígalo, hoy solo fue que se olvidó de usted, pero después será de su madre.
P: - Pero es que no creo que para el otro martes los consiga.
C: -Sí, pero si no me deja yo no puedo invertir en materiales.
P: - ¿No le puedo dar en partes el dinero?
C: - Claro, consígame una foto de cuerpo entero para el otro martes y consiga dinerito. Yo no le digo que no le ayudo, pero tráigame el dinero.
P: - ¿Hoy no le puedo dejar 500?
C: - Ahora, con esto no hago mucho, tráigame la foto el otro martes. Ahorita puedo ir trabajando solo con el nombre de él. Escríbamelo aquí.
P: - ¿A la misma hora siempre el otro martes?
C: - Véngase a la misma hora. Yo hoy empiezo a trabajar en el nombre.
P: - Vaya pues, doctor.
Seguido de esa escueta conversación, el aparente doctor se paró, se acomodó el pantalón y con la palma de su mano extendida nos señaló la puerta. Era hora de irnos.
La sorpresa nos invadió cuando al salir de la “consulta” nos encontramos con que ahora había más personas que cuando llegamos. “Pase el siguiente”, dijo la secretaria.
Salimos de la clínica con una indignación enorme y afuera el bullicio continuaba, nadie se imagina las estafas que se gestan en esa pequeña casa verde de la esquina.
Vea además: Entramos a una falsa botánica y esto nos pidieron (Cronología)
Segunda cita y camina la estafaPasó una semana desde que fuimos a la botánica, incalculable es la cantidad de personas que habrán caído en las redes de un “charlatán” que encuentra en la desesperación de la gente humilde un negocio redondo.
Ese día la Unidad Investigativa llegó varias horas antes de la cita, el sol empezaba a salir y Comayagüela comenzaba a despertarse.
Repetimos la operación y esta vez una foto sacada de internet nos permitiría darle una cara al esposo ficticio. Esta vez, cerca de 12 personas esperaban entrar con el médico. Pasó más de media hora antes que el supuesto médico volviera a atendernos.
La puerta se abrió nuevamente y esta vez Martín Montes nos invitó a pasar.
P: - Yo vine la vez pasada por lo de que mi esposo no me mandaba nada. Aquí le traje la foto, mire, solo esa tengo.
C: - Está feo este caso, le diré que con solo ver esta fotografía veo directamente que a él es cosa mala que le hicieron para que se olvidara de sus hijos. Está bien complicado. Usted necesita dinero para invertir en veladoras de seda. A él lo jodió una mexicana, le cortó la suerte.
P: - Yo la vez pasada le dejé 500, no sé si se acuerda.
C: - Sí hermana, claro que sí, pero con eso no se puede hacer nada.
P: - ¿Y qué es lo que se ocupa hacer pues?, dije mientras fingía curiosidad, sin embargo, sentía un enorme enojo.
C: - Está bien complicado ese caso... mire, hermana, para trabajarle espiritualmente yo le puedo decir que no trabajo solo, yo trabajo con velas y no candelitas. Yo ocuparía por lo menos 4,000 lempiras para comprar velas y no le digo que con eso muere todo. Porque no es fácil.
P: - Pero yo no tengo tanto dinero, imagínese que yo le consiga esos 4,000 lempiras y no me mande nada.
C: - Pues yo no sé, usted es la que sabe, con la mitad que usted me consiguiera, que serían 2,000, yo C: empezaría a trabajar, no le digo que con eso se soluciona, porque le hablo claro, en este caso de este joven hay que gastar dinero.
P: - ¿Y solo así se puede?
C: - Pues sí, hermana, si lo que hay aquí es trabajo negro, es una brujería especial, hay que invertir.
P: -El problema es que viera cómo he estado sin dinero.
C: -Yo con esta foto le puedo hacer milagros, consiga la mitad, con la mitad yo le arranco. En la medida que usted me deja dinero yo voy trabajando. Si no hay resultados, seguimos invirtiendo.
P: - ¿Y si le dejo solo 700?
C: - Déjeme 1,000, con 700 no me ajusta ni para comprar el paquete velas, no vayamos a quedar chingos ahí.
P: - Se los voy a dejar pues, ¿con eso me faltarían 3,000 más?
C: - Sí.
Nos pusimos de pie y salimos nuevamente de la clínica.
De interés: Curanderos juegan con la fe de los pobres y hasta prometen remesas
Al descubierto la estafa
Pasaron otros siete días y la Unidad de Investigación volvió al lugar de la estafa, el charlatán aguardaba por más personas incautas, las que en su desesperación buscaban su ayuda. La rutina de la botánica no varía, gente humilde entrando a la clínica. Tras que llegamos al local esperamos cerca de 20 minutos para ver al supuesto doctor y guía espiritual.
Esta era la tercera y última vez que ingresaríamos al lugar, no sin antes terminar de poner en evidencia la burla a la que se expone la población.
Llegó nuevamente mi turno, ahora iba por los resultados de los 1,000 lempiras que antes le había entregado para la supuesta compra de velas de seda traídas desde Belice.
C: - Hola hermana, pase, ¿qué me cuenta?
P: - Pues aquí, en las mismas, esperando respuesta y nada.
C: - ¿Nada hermana? ¿Ni una llamada de su esposo? Está feo su caso hermana, esta feo. Ahí lo que hay es cosa mala. Esa es que una mexicana le hizo algo y le ha cortado la suerte.
P: - ¿Y que ha visto? Yo la vez pasada le dejé 1,000 lempiras. ¿Se pudo hacer algo con eso?
C: -Se ayuda, pero no resuelve.
P: - Con cuánto yo podría...
C: - Diría que con unos 3,000 lempiras para que al menos tenga una comunicación.
P: - ¿Y no me puede dar recibo?
C: - Esto es un trabajo espiritual, hermana, si ya está con desconfianza, mejor no invierta, porque a mi la desconfianza no me deja trabajar. Sin fe no dará resultado.
P: - Vaya pues, doctor, pero no me deje de ayudar. Le puedo dejar 500?
C: - Lo que usted pueda hermana. Pero hay que comenzar porque yo en esa foto le he visto unas sombras negras negras, hermana. Eso significa luto, hasta sus hijos pueden fracasar porque corren peligro.
P: - ¿Mis hijos?
C: - Ellos pueden fracasar, hermana, esto está feo. Se puede morir un hijo de él.
P: - Ya me preocupé, doctor. No quiero que les pase nada.
C: - Pídale a Dios, hermana. Ellos son unos angelitos. Déjeme dinerito. Déjeme 1,000 para comprar velas.
P: - ¿Y las que compró la vez pasada?
C: - ¡Ay hermana! Si es que se gastan. Esas las uso solo yo a las 12:00 de la noche, son velas de seda. No son de esas candelitas.
P: - Vaya pues, doctor. Tome.
El último trato quedó cerrado y la estafa quedó descubierta por completo.