Tegucigalpa, Honduras.- En el marco de la IX Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), celebrada este martes en la capital hondureña, el presidente de Colombia, Gustavo Petro, ofreció un discurso que combinó reflexión histórica, crítica geopolítica y una llamada urgente a la unidad de América Latina y el Caribe ante los desafíos globales.
Desde el Banco Central de Honduras (BCH) en la capital, Petro lanzó un mensaje sobre lo que considera dos caminos posibles para la humanidad: la ayuda mutua y el multilateralismo, o la soledad y la extinción.
En un tono pausado, pero contundente, criticó la visión individualista de las grandes potencias, los efectos de la crisis climática, la política migratoria, la guerra contra las drogas y el control del conocimiento a través de la inteligencia artificial.
A continuación, su discurso íntegro:
"Saludo a la República de Honduras, a la señora Xiomara Castro Sarmiento y a todos los jefes y jefas de Estado, presidentes, ministros, cancilleres, embajadores de los países que integran la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe, y en general, a todas las personas que nos escuchan a través de los medios de comunicación y la transmisión directa.
Solo me voy a referir a unas apreciaciones sobre la cultura y nuestra posición en el mundo en este momento, y el mundo que tenemos ahora, el que nos toca vivir.
Yo pienso que está planteada una tensión, a escala mundial, entre dos formas de resolver los problemas: el multilateralismo, como le llaman, y la soledad.
Colombia tuvo un escritor muy famoso que escribió el libro más famoso de Colombia y el más universal de todos: Cien años de soledad. Es la historia de los colombianos matándose entre ellos durante un siglo.
Por esos cien años de soledad, hemos perdido sueños, como la Gran Colombia, por ejemplo. Hemos perdido posibilidades en el mundo por estar matándonos entre nosotros. Y aún no termina el problema.
Si yo amplío esto ahora a escala mundial, diría que hay cierta tendencia, cierta corriente, a buscar que nos matemos entre todos. Y que vivamos un siglo de soledad, como humanidad. Porque ese siglo latinoamericano de la soledad, el siglo europeo de la soledad, el siglo africano de la soledad, el siglo chino de la soledad... Se ha puesto eso sobre la mesa. No es más sino para preservar un poder. Un poder que ya no le hace bien a la humanidad. Si le hiciera bien, no era necesaria la soledad. Era necesaria más bien la multilateralidad, que es como hasta ahora nos hemos venido entendiendo, mal que bien.
Multilateralidad hace referencia a lo común. La soledad hace referencia a que no tenemos problemas comunes, que cada cual se defienda. Una especie de neoliberalismo, pero ya extralimitado: del mercado puro y la sociedad simple, hacia el conjunto de la humanidad. Compitan, defiéndanse como puedan, no se junten.
Resulta que esto es completamente irracional y por fuera de la especie humana. La especie humana, en su historia, en lo que sabemos, solo ha podido sobrevivir en este planeta ayudándose. Según los documentales, sobrevivimos y estuvimos incluso por encima de los neandertales. Y llevamos en nuestros genes, porque pudimos subsumirlos, pero les ganamos solo por una razón: ellos andaban solitarios y nosotros en manada, en gavilla, como dicen.
Y fue esa manada, y eso que implica una coordinación, una organización, un ayudarse entre sí, lo que ha permitido que la especie humana esté hoy en el lugar que está en el planeta Tierra.
La invitación de hoy es a que olvidemos eso. La memoria de un millón de años que está metida dentro de nuestro disco duro cerebral. Y que nos comportemos como neandertales, es decir, que asumamos el camino de la extinción. Cada cual vaya por su lado y veremos qué pasa. Cada uno por su lado no tendrá más opción que extinguirse. Algún grupo sobrevivirá, el más poderoso y el que más se junta, quizá.
Entonces, en esta tensión entre multilateralismo y soledad, que se ha lanzado como consigna en el mundo, lo económico es apenas una expresión más. ¿Cómo respondemos en América Latina y el Caribe?
Yo creo que esta es la primera reunión, la primera en el mundo de Estados, después de lanzarse la consigna de destrucción del multilateralismo. Y ese faro empieza a prenderse en el conjunto de la humanidad desde América Latina y el Caribe.
Siempre he pensado al Caribe como un faro, desde la juntura del Mediterráneo con el Caribe hace cinco siglos. Aún más, el faro no es solamente el espacio de huracanes, el mar no es solo eso. Es el espacio de la ideas, del arte, de la revolución.
Si nos inscribimos en esta tesis de: ¿nos ayudamos o no? Cada cual sale a su soledad como pueblo y va a recorrer lo que ya sabemos los colombianos: cien años de soledad. O, al contrario, como humanidad, nos ayudamos, dos caminos tenemos por delante.
Yo creo que debemos ayudarnos. Mi propuesta es que profundicemos la ayuda y la colaboración mutua en América Latina y el Caribe. Y no caigamos en la trampa de resolver los problemas solos, porque nos van a destruir. O nos vamos a autodestruir como lo ha hecho Colombia.
Hay una agenda propuesta para la soledad, y hay una agenda propuesta para la ayuda. Y depende de allí qué escogemos como prioridad.
La agenda de la soledad solo tiene dos nombres: migración y bloqueo. La agenda de la ayuda es más compleja, más difícil pero mucho más interesante. Si es la soledad, hay que hablar de migración y tratar a los migrantes como criminales.
Una vez fui insultado por decir que los migrates no son criminales y que no deben llegar encadenados a nuestra tierra porque si aceptamos un solo migrante encadenado, retrocedemos a la época en que llegaron los primeros barcos cargados de negros y negras africanas encadenados.
La soledad son las cadenas, podemos aceptarlas y ponérnoslas nosotros mismos o la ayuda común es quitarse las cadenas, por tanto, yo pienso que no se puede aceptar ningún espacio de discusión sobre migración que tiene unas causas que no se colocan en la mesa.
La diferencia social es entre el norte y el sur y no sólo en el continente americano, también el resto del mundo, la pobreza cada vez más tiene una raíz o varias. En la crisis climática nos quedamos sin agua y no por culpa de nosotros. Nos estamos quedando sin agua como el canal de Panamá por la codicia y el exagerado consumo basado en CO2 en carbono por los ricos del norte y algunos ricos del sur que los acompañan.
Pero es así, desigualdad social es una desigualdad de carbono y el carbono en la atmósfera puede matar a los ricos y a los pobres.
La migración es apenas la consecuencia de esa desigualdad geográfica del efecto de la crisis climática en el territorio y lo solucionamos poniendo cadenas llevando la porción migrante a El Salvador a unas cárceles para criminales.
No critico, tengo mi opinión personal sobre si esas cárceles deberían estar o no estar pero lo que sí critico es que no puede llegar ningún migrante a una cárcel de esas porque sería tratado como criminal y como esclavo y no lo es, es un ser humano de América Latina y no puede bajar la bandera de la dignidad humana.
La dignidad humana, o qué fue lo que nos hizo nacer como repúblicas, porque ninguno de nosotros es monarquía, si olvidamos esa fase, es la misma historia de los Estados Unidos (excepto Canadá). Olvidamos lo que significa el concepto mismo de la dignidad humana.
Luego, la discusión de la migración no puede ser en soledad, en mi opinión; tiene que ser colectiva, común, tiene que estar en la agenda de la ayuda y la colaboración, no en la agenda de la soledad. Y podría tener mejores resultados, incluso multilaterales.
El otro tema son las drogas. La agenda de la soledad sólo habla de migración y drogas. Drogas, “sustancias peligrosas”, entre comillas, que dictamina las Naciones Unidas y cambian con el tiempo.
También aquí tenemos un problema común: las sustancias prohibidas antaño tenían una fuente geográfica. En esos tiempos, la soledad y los 100 años de soledad eran de Colombia. Nos volvimos famosos desde hace 50 años por ese hecho.
Pero ya no es así. En cualquier captura que hagamos en Colombia, hay algún capo italiano, francés, norteamericano, alemán, mexicano, argentino, uruguayo, ecuatoriano, etc.
La guerra contra las drogas ya no es un problema de soledad en Colombia; es un problema multinacional, planetario. Tiene que ver con el capitalismo y el mercado. Pero no ocultamos las causas; simplemente echamos venenos y encerramos campesinos y jóvenes en las cárceles.
Más en el norte, ¿no tendrían que preguntarse algo simple? Los que nos ordenan poner gente presa por hacer cocaína andan borrachos de whisky. Entonces, la pregunta no tendría que hacerse: ¿qué es más peligroso, el alcohol o la cocaína? Y no tendría que hacerse desde el punto de vista ético, sino desde la ciencia. El pensamiento progresivo tiene que guiarse por la ciencia. ¿Qué dice la ciencia al respecto?
Nos persiguieron por la cannabis. Mucha gente ha muerto y muere por la cannabis en Colombia, y hoy la cannabis sale embalada y camina por Wall Street. Entonces, ¿por qué nos hicieron matar por el cannabis a nosotros los colombianos? ¿Era científico? No. Era simplemente el capricho de un hombre, mientras sus propias juventudes —afro y arias— peleaban contra la guerra de Vietnam. Fue una decisión política, no científica.
El crimen parece ser construido por el Estado mismo, no porque haya malos en la sociedad. ¿Es más peligroso el alcohol o la cocaína? Pareciera que hay una diferencia geográfica o científica: lo legal es la droga que se produce en el norte; lo ilegal, la que se produce en el sur.
No es un problema de protección a los niños y a las niñas, porque si así fuera, el dinero que se usa en cárceles estaría usándose en prevenir los consumos. Las drogas del norte y las del sur... y cualquiera te dice que el alcohol mata más que cualquier sustancia. Es legal. Hoy te dicen que la nicotina mata más que cualquier otra sustancia, pero es legal. Y el alfentanilo, que se produjo en las fábricas de Estados Unidos, hoy es la droga de la muerte, y no se produce en el sur.
¿Seguimos dominados? Bolivia tomó la decisión de pelear dentro de Naciones Unidas en la comisión de sustancias prohibidas. Nosotros ahora la hemos seguido, y hemos avanzado —no mucho—. Hay simplemente una comisión de expertos para estudiar este problema. Pero, ¿qué dice el conjunto de América Latina?
Decir: “Los que se emborrachan con whisky nos vienen a encarcelar”. ¿Cómo puede ser eso una sociedad ética y libre? O planteamos la discusión con la ciencia, no con dogmas. Con la ciencia, no hubiera prohibición, no habría muertos en América Latina. Y llevamos un millón. Y el problema es cada vez peor. Haití estaría en pie y no destruyéndose como se destruye en este momento. Y nuestros Estados no estarían rodeados, si no infiltrados, por los dineros sucios del narcotráfico que están destruyendo —como quizás ninguno— nuestras democracias. Hacen más daño incluso que los generales de las dictaduras —los “gorilas” de antes—. Hacen más daño los narcos, con su dinero, destruyendo la democracia de cada uno de nuestros Estados, traspasando el poder de la sociedad misma hacia las mafias internacionales, a las que ya muchos están subordinados.
Un millón de muertos. Quizás más. ¿Cuántos millones de migrantes tratados como criminales? ¿Cuánta gente que se empieza a enviar como si fueran criminales? ¿Eso es lo que vamos a aceptar como “diálogo”, que no es diálogo, sino imposición?
¿O nos paramos como América Latina —izquierdas y derechas, como queramos llamarnos: fuerzas sociales diversas— y establecemos una agenda diferente, que yo llamo la agenda multilateral, porque en vez de hablar de sustancias prohibidas, hablamos de medicamentos para la vida?
Cuando vivimos el COVID, tuvimos uno de los promedios de mortalidad más altos del planeta. No sirvieron los sistemas, ni el norteamericano sirvió. Simplemente nos vendieron las vacunas tardíamente. Cuba fue el único país en ese momento que se vacunó con su propia vacuna. Nos dio un ejemplo.
Hablar de esto pareciera ser satánico, pero Cuba nos dio el ejemplo de cómo debe hacerse. ¿Por qué no lo hacemos escalar a nivel latinoamericano? ¿Por qué no nos ligamos, en vez de a la muerte, a la vida?
Y podríamos hablar de muchos otros temas. ¿Acaso las energías limpias no son nuestro poder? Yo le decía a Biden —no creo que tenga la oportunidad de decírselo de nuevo—: “¿Para qué taladrar y taladrar si en América del Sur hay 1,500 gigas de potencial en energías limpias?” Y la energía fósil de Estados Unidos implica un potencial de 1,200 gigas.
Podríamos descarbonizar la matriz energética de los Estados Unidos. Si hicieran eso, tendrían resuelto la mitad del problema de la crisis climática mundial. Nosotros, los aquí sentados. Obviamente implicaría inversiones. Se habla de 500 mil millones de dólares. Pero eso sería progreso en América del Sur. Necesitaríamos unas redes eléctricas hacia el norte, como Europa. Articular alrededor del carbono nosotros, y alrededor de la energía limpia, Estados Unidos.
Tendría un avance sustancial y no perdería su carrera con China si diera este salto, en vez de meter la cabeza como el avestruz en los pozos de petróleo y gas, que es lo que quiere hoy.
Simplemente: abrazarnos entre nosotros en América y hablar de una América de verdad.
América grande —como dicen— no se puede construir con ellos allá solos y nosotros aquí solos. Con todas nuestras diferencias, nos toca abrazarnos y ayudarnos.
También es unilateral ser americano.
Y nosotros ahora podemos ayudar. Salvar la vida de la humanidad si convencemos a la sociedad estadounidense de que llegó el momento de dejar el petróleo y abrazar las energías limpias del sur. Ganaríamos todos en términos de vida y en términos de progreso económico.
Y podríamos hablar de otros temas, como la fibra óptica y la inteligencia artificial. ¿Quién va a ser el dueño de la nube? Esa nube no es más que el conocimiento acumulado, histórico, de toda la humanidad. Nuestro bien común esencial, fuera del planeta, que no es nuestro, y tenemos que cuidarlo.
¿Qué es lo que nos ha hecho progresar como humanidad? ¿La inteligencia? ¿El pensamiento humano?
Si no es en colectivo, no es real. El conocimiento humano es la expresión de cerebros humanos trabajando colectivamente. No es solitario, aunque haya momentos de soledad.
Entonces, ¿esa nube para quién es? ¿Para Musk? ¿Para el dueño de Facebook? ¿Van a usar nuestro conocimiento para volverse más multimillonarios? ¿O va a haber un control de la humanidad sobre su propio pensamiento, para el desarrollo de la humanidad y del planeta?
Eso requiere normas, regulaciones. Es una manera de construir que sólo podemos hacer colectivamente. No puede ser el señor X el que lo defina. Él no representa a la humanidad. No representa a África, ni a los países árabes, ni a América Latina, ni a Europa, ni siquiera a su propia sociedad estadounidense.
Tiene que haber democracia en la decisión de cómo se usa el pensamiento humano, en lo que ahora se llama inteligencia artificial. Artificial es la inteligencia humana, manejada por una nueva tecnología y transmitida por la fibra óptica.
¿Cómo es el mapa de la fibra óptica en América Latina y el Caribe? Si no tenemos esas nuevas autopistas, con velocidad de la luz para el pensamiento y el conocimiento, no estamos integrados.
Ya no es el ferrocarril —aunque hay que hacerlo—, ni la carretera, ni el avión. Es la fibra óptica.
¿Y cómo la estamos construyendo colectivamente entre nosotros, los latinoamericanos y caribeños?
Soy caribeño y latinoamericano al mismo tiempo. Ralph me enseñó a ser latinoamericano. Sin caribeños, no hay Latinoamérica. Como el pueblo garífuna, del cual me gustaría que hiciéramos un congreso para resolver los problemas con Nicaragua en San Andrés y Providencia, que es nuestra tierra garífuna.
Y no sigo, porque tengo que hablar ahora, y me arruino yo mismo el discurso de la presidenta Castro.
Pero me parece que nosotros debemos escoger la agenda multilateral de la ayuda común, y no la agenda de los 100 años de soledad de América Latina y el Caribe.
Gracias".