Mientras el equipo de EL HERALDO se encontraba cubriendo una noticia en el paseo Liquidámbar, en el centro de la capital de Honduras, los periodistas se percataron que detrás de ellos había un hombre que se acercaba.
El ciudadano era un hombre alto, de perfil delgado y ojos azules. Se quitó la boina de color crema que cubría su cabeza mostrando su pérdida de cabello y los pocos que tenía eran rizados de color gris y blanco. Mirando al equipo de periodistas dijo: ''Ayúdenme... Vendo juguetes''.
Se trata de Don Adan Altamirano, el hondureño que juega con papel y más que jugar se dedica a crear obras de artes, para la recreación de los menores y como un medio de subsistencia.
''Necesito ayuda, necesito una palabra de ánimo, yo hago juguetes', insiste, pero en eso dice algo nuevo: 'Ya no tengo producto y la gente... pues bueno, ella no entiende el valor de mi trabajo''.
A pesar de las dudas y del poco tiempo con el que contaban los comunicadores, estos decidieron escuchar lo que el cansado y delgado hombre tenía que decirles. ''Continúe'', dijo uno de los informadores.
Inventor de juguetes
El hombre alto de ojos azules se encogió de brazos, se ve muy preocupado.
'Vean', dice cuando coloca en el empedrado suelo una mochila gris donde carga el material con el que hace sus juguetes.
En el interior hay papeles de colores, un poco de limpiapipas muy coloridas (una especie de alambras recubiertos de pelillos), un largo pedazo de cartulina café y algunas bolsas en las que parece guardar cremalleras de ropa, además de obras a medio terminar por donde quiera.
''Este es un gusano'', dice arrugando un largo pesado de papel que parece haber sido pintado a mano.
Pero don Altamirano no pensaba igual. Cuando él veía el objeto que tenía en sus manos su imaginación dibujaba perfectamente un divertido y original medio de entretenimiento, pero le faltaban los materiales para finalizarlo.
Miraba perfectamente en su cabeza las patas y hasta las antenas que le faltaban al invertebrado animal, además de una oportunidad para tener algo que cenar esa noche.
“Bueno, yo vivo de esto… Hago perritos, arañas, gusanos, lagartos, aves, carritos, motocicletas, hasta aviones. Hice un triciclo con esos famosos animalitos que estuvieron muy de moda. Minions se llaman”, dijo.
Luego sacó un extraña figura hecha de cartón, era de color negro, tenía patas peludas, un cuerpo como el de una hormiga, alas de plástico transparente y un pico, efectivamente como el de un zancudo.
El material de este exótico objeto era duro pero, para sorpresa de todos, el muñeco se movía y “caminaba”, pues don Altamirano había encontrado la forma de dar movimiento a sus creaciones.
Los transeúntes que iban y venían por el transitado tramo del paseo Liquidambar se quedaban mirando el extraño aparato. “¿Es un alacrán?”, preguntaban algunos, mientras otros pensaban que era una hormiga.
'El gobierno tiene el lema de 'ayudemos a los jóvenes, ayudemos a los jóvenes', en algún tiempo yo fui joven y nunca me apoyaron. Y ahora viejo peor', dijo don Altamirano, cuando se le consultó si recibe ayudas o apoyo de alguien.
'La gente ve mi trabajo sencillo, pero no. Mis objetos tienen mucho costo y llevan varias horas de mi trabajo. Y lo que más me duele -confiesa pasándose la mano por la frente hasta llegar a su barbilla- es que la gente lo quiera comprar a 10 lempiras, sin saber que a veces a puras 'cachas' me ajusta para hacer dos o tres al día…”
Narra que en una época hace aproximadamente 10 años vendía sus obras a 20 lempiras.
“Los vendía a 20 cuando el dinero valía, pero ahora ¿qué puedo comprar con 20 lempiras?”, reclama.
El costo del material, que de preferencia lo escoge nuevo, es su mayor preocupación.
'El material hoy ya no me está rindiendo para mucho. Todo lo que utilizo es nuevo comprado en una buena papelería de la capital, yo no puedo poner a los niños a jugar con basura o con algo sucio”, admite con la voz entrecortada el anciano y delgado hombre.
“Y si llego a vender tres o cuatro al día, solo llegó hacer 80 lempiras ¡Imagínese!', dijo el señor en referencia a cuando le va bien en las ventas.
Levanta la mirada mostrando sus grandes ojos azules, raros en un hondureño donde la mayoría son gente de piel trigueña, de pelo y ojos oscuros.
Al menos 158 mil capitalinos están bajo la sombra del subempleo o trabajo a cuenta propia, uno de los principales problemas laborales y que es además el principal motor de la pobreza, según Horacio Lobo, gerente de estadística social del Instituto Nacional de Estadísticas (INE).
El Subempleo invisible es aquel en el que se traba más de 60 horas a la semana por un salario menor al que actualmente está tipificado como mínimo; 8,600 lempiras.
Uno de cada cinco trabajadores hondureños está empleado en el sector formal, el cual tiende a ser más productivo y tiene salarios más altos que el resto en el sector informal, indica un informe presentado en el 2015 por el Banco Mundial (BM).
Vegetariano por necesidad
A pesar de sus luchas, de sus inventos llenos de genialidad y detalle y que llegan a sorprender a más de uno, la falta de oportunidades en su medio de trabajo, la indiferencia y la insensibilidad por parte de la gente, lo han orillado a prácticamente vivir la indigencia, cuenta el artista.
Sin dinero ni familia, el señor de ojos claros se ha visto obligado a buscar refugio en un asilo de ancianos, un lugar al cual el hombre de apenas 57 años afirma no pertenecer.
“Me siento mal, yo no pertenezco allí. Yo no soy alcohólico ni drogadicto”, se lamenta una y otra vez el hombre.
Sin esposa ni hijos, don Altamirano explica que no tiene familia con quien contar, que vivió muchos años para sacar adelante a un hermanastro que sufría por problemas mentales y que eso impidió que realizara su vida con normalidad. Luego de morir su hermano, él comenzó con su ilusión: la juguetería con la que tanto sueña.
Don Altamirano admite no portar documentos, excepto por una viejísima y muy gastada licencia de conducir en la que apenas se ve una fotografía suya.
“Perdí todos mis documentos cuando ocurrió lo del huracán Mitch, y no los puedo recuperar porque para sacarlos se necesita dinero ¡y yo no cuento con dinero!”, dice.
Anteriormente dijo haber trabajado en una famosa confitería capitalina en la cual se desempeñaba como “técnico de ventas”, tras perder su trabajo no pudo encontrar otro hasta que comenzó con su arte.
En Honduras casi 5.5 millones de personas que se encuentran en condición de pobreza, 1.7 millones de personas viven en una pobreza relativa y más de 3.8 millones en pobreza extrema, según una encuesta publicada por el INE.
Al menos 62 de cada 100 hondureños que residen en Honduras se encuentran bajo la línea de la pobreza.
“Esta situación me obliga a ser vegetariano. Yo solo como frijoles. Muchas veces solo hago un tiempo de comida al día y para ser sincero casi siempre es una taza de café', confiesa el inventor.
'A mi me dice la gente que no me compra mis juguetes porque los niños son bien destructores. Pero estas cosas no son para guardar'.
Recoge el zancudo del suelo y sujetándolo con gran aprecio manifiesta: “Los juguetes tiene una función que es desarrollar la mente de los niños, una vez que un niño juega, veinte minutos que sean, ese niño ya se divirtió”.
SI DESEAS CONTACTARTE CON ÉL: Don Adan Altamirano es una persona muy humilde por eso no cuenta ni tan siquiera con un teléfono celular. Su lugar de trabajo y donde puede encontrarlo, es frente a la panadería Basilios en la peatonal, centro de la capital, desde las 9:00 am hasta las 6:00 pm. O puede acercarse a las oficinas de EL HERALDO. Una buena forma de ayudarlo es comprando sus juguetes o donando materiales como: limpiapipas, fieltro , cartulinas, pegamento silicón líquido, témperas o cualquier otra cosa que se le ocurra. Gracias por sus buenas intenciones.