TEGUCIGALPA, HONDURAS.-Un dolor abdominal fue la primera señal que algo no andaba bien con su salud y la motivó a buscar atención médica.
En el Hospital de Especialidades del Instituto Hondureño de Seguridad Social (IHSS) inicialmente le dijeron que era gastritis, pero aún así le hicieron una prueba rápida para detectar el covid-19, el resultado fue negativo.
El doctor que trató a Tania Pérez, de 33 años, también le mandó a hacer una placa de rayos X de sus pulmones, que reflejó que los tenía infiltrados y estaban invadidos por el virus, sin haber manifestado algún síntoma antes.
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Le dieron el tratamiento MAIZ y le dieron la incapacidad médica con aislamiento domiciliario por 14 días. Al día siguiente, Tania amaneció con fiebre y vómito.
Un día después experimentó cansancio y dificultad para respirar. El 30 de junio ella desarrolló un trastorno llamado hipoxia silenciosa, donde la persona va perdiendo el oxígeno en la sangre sin presentar algún síntoma y la persona puede perder la vida, ella quedó inconsciente.
“Si me hubieran tenido una hora más en mi casa, yo muero en mi cama”, recordó.
Su familia se dio cuenta que no estaba respirando, llamaron al 911 y les dijeron que la ambulancia podía llegar por ella hasta dentro de dos horas, por lo que la llevaron al hospital en carro.
El nivel normal de oxígeno en la sangre de una persona es mayor a 90, si baja es que se está descompensando.
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“Yo llegué al hospital con 30 de oxígeno, casi muerta, casi sin oxígeno en mi cuerpo y en el cerebro, yo estaba inconsciente”, relató Tania.
Una doctora al revisarla le dijo al esposo y la hermana de Tania que era imposible que pasara de ese día por el nivel bajo de saturación, que mejor se despidieran de ella.
Estuvo 12 días hospitalizada, tres de ellos inconsciente en emergencia y ocho dependiendo de oxígeno para respirar.
“En emergencia me tocó ver morir a una persona y vi varias bolsas de cadáveres en tres horas, eso fue impactante, solo pensé en mi bebé de tres años, en mi esposo y en mi familia”, comentó.
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