Jamás las grises paredes de las grandes urbes hondureñas expresaron tanta pasión, amor y optimismo como ahora.
Desde el año pasado, el Distrito Central y San Pedro Sula se empiezan a transformar en un libro abierto, donde se trazan los más inspiradores y sublimes versos.
Esta vez las escrituras no son soeces, ni llamando al odio entre hermanos o mucho menos tienen una intención vengativa. Al contrario, plasman hermandad, amor, buenos sentimientos.
Varios jóvenes amantes de la literatura son los autores anónimos de estas obras urbanas, bajo la emblemática firma de Acción Poética Honduras.
Orígenes
Pero el movimiento muralista tuvo su verdadera génesis en 1996, en Monterrey, México.
Su autor, el poeta y promotor cultural Armando Alanis Pulido, lo bautizó como Acción Poética, como una referencia a una literatura viva y activa.
Rápidamente, el “monstruo literario” -como lo denominó Pulido- se propagó por todos los rincones mexicanos donde reinaba el desconsuelo y la desdicha.
La aceptación fue tan estremecedora que trascendió a fronteras latinoamericanas hasta llegar a Honduras el 1 de septiembre de 2012, apuntó Marvin Osorio, coordinador del grupo en Tegucigalpa.
“Ese día estaba buscando por Internet poesía -relató- y me encontré con Acción Poética, al día siguiente se creó la página en Facebook y desde entonces se han sumado miles de usuarios”.
Dos semanas después, el torrente poético se estampó por primera vez en un muro de la apagada colonia Satélite de la capital con las palabras “El amor es la confianza de querer poder hacer lo imposible”.
Desde entonces, las palabras de estos poetas muralistas resplandecen en otros diez inmuebles, a pesar del pesimismo que abate a los ciudadanos.
En Tegucigalpa, más de algún conductor o peatón ha percibido a su paso -aunque sea en unos segundos- los alentadores mensajes en el anillo periférico, el bulevar Suyapa y El Prado.
Fugaz e impactante
Las singulares frases del movimiento se caracterizan por la brevedad, el impacto y la reflexión de hechos cotidianos.
Los tópicos varían, pero estos suelen orientarse a pensamientos románticos, emotivos y optimismo que levantan hasta al espíritu más deprimido.
“No buscamos temas de política o religión, porque eso sería buscar problemas; buscamos siempre mensajes de amor, paz, culturales y ambientales”, explicó.
La brevedad de los fragmentos poéticos contrasta con su gran profundidad, lo que permite conmover al público de forma súbita y perenne.
Aunque el estilo estándar se inclina más por un fondo blanco para realzar el mensaje de las letras negras, los hondureños incluyen diseños llamativos.
Tanta es la fe en el novel movimiento, que los siete coordinadores y 30 voluntarios del grupo sacan de sus propios bolsillos el dinero para financiar la campaña.
“Es un agente de cambio, con resultados que se verán a largo plazo”, indicó el guía poético, quien mantiene su confianza en recuperar la esperanza en los hondureños.