Honduras

Son felices entre libros y calles de Comayagüela

Aunque aún son unos niños, se fajan como todos unos adultos vendiendo pan y otros productos en las calles de Comayagüela con el propósito de ayudarle a su madre, sin embargo, no descuidan sus estudios escolares

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09.09.2017

Comayagüela, Honduras
Hermanos en el amor del hogar, con los mismos apellidos, mas no de sangre. Dos inocentes menores han aprendido a asimilar las enseñanzas de la escuela y lo duro del trabajo.

“Bessy” y “Ariel”, de doce y nueve años respectivamente, se ganan la vida junto a la que llaman “su madre” en las transitadas y peligrosas calles adyacentes al mercado Zonal Belén de Comayagüela.

Desde las 7:00 de la mañana hasta las 12:00 del mediodía religiosamente asisten a sus clases en la Escuela Monseñor Fiallos, ubicada en la colonia del mismo nombre.

El tiempo vuela y todavía con el recuerdo fresco en sus mentes de la última lección en la escuela se aprestan para su otra tarea, para ellos tan importante como sus estudios: el trabajo.

Pan baguette a 20, pan baguette a 20”, se escucha en medio del murmullo producido por la gran cantidad de vehículos y personas que transitan entre el Instituto San Francisco y el Zonal Belén.

Sí, es la pequeña “Bessy”. Apenas tiene 12 años pero su voz ya se escucha rasgada, tal vez debido a las miles de ocasiones en las que ha pregonado el precio y los nombres de los productos que vende de manera ambulante junto a su hermanito.

Sin señales en sus rostros de algún sentimiento de pena ni de temor, “Bessy” y su hermano “Ariel”, de nueve años, agarran las bolsas de pan de una improvisada carreta para ofrecerlas a los transeúntes, pero principalmente a las personas que pasan en sus carros cerca de su puesto de venta.

Igual labor hace su hermano, que aunque no es un trabajo forzado para ellos, es la manera de ayudar para llevar sustento al hogar.

Aunque no es un trabajo forzado para ellos, es la manera de ayudar para llevar sustento al hogar.

Sin pensarlo mucho, la pequeña “Bessy” se aferra a la puerta del bus 087 de la ruta Laureles-Mercado -aún en marcha- para poder mostrar el producto de venta de ese día a los pasajeros de esa unidad.

Mientras tanto su hermano, con seguridad en su voz que aún marca cierta inocencia, replica el precio de la bolsa de pan entre los autos que corren sin parar, a veces sin notar la presencia de ambos menores en medio de la calle.

Algunos se detienen a comprar, pero muchos solo pasan de largo.

Sin conocer tal vez el sentido de su actividad en las calles, el pequeño “Ariel” confiesa que “desde hace mucho tiempo vendo en la calle” y asegura que es cansado.

“Todos los días vendemos y desde chiquita vendo en las calles, ya estoy acostumbrada a hacerlo, no me da miedo”, manifiesta con candidez “Bessy”.

Los dos infantes, unidos por los apellidos y un vínculo sentimental, aseguran que a pesar de ser pobres y trabajar, suelen pasar días del niño muy divertidos y que este día no será la excepción.

Ambos guerreros sueñan con seguir estudiando y un día ser profesionales para ayudarle a su madre a salir adelante y que su vida tenga más comodidad.