Honduras

Terror en el centro penal de San Pedro Sula: 13 reos muertos

Un grupo de denominados paisas se rebela contra su coordinador y doce de sus colaboradores. Al primero lo decapitaron y lo mutilaron. Al resto lo asesinaron con supuestas armas blancas y, finalmente les prendieron fuego

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07.04.2014

Una de las 24 bombas de tiempo del sistema carcelario estalló ayer, esta vez en el centro penal de la capital industrial de Honduras. El saldo fue de 13 reos que perdieron la vida.

El usual bullicio del centro penal sampedrano, ubicado en el céntrico barrio Cabañas con capacidad para 800 reclusos, pero que alberga 2,800, acabó de golpe para darle paso al caos, a la tensión, a la muerte y al horror.

El reloj marcaba las 10:30 am cuando abogados, fiscales, miembros de una iglesia evangélica y algunos familiares de los reclusos que se encontraban en el penal salieron del lugar, tan pronto como sus pies se los permitieron, mientras los custodios hacían movimientos improvisados para enfrentarse a un grupo de reclusos que más bien los obligó a retroceder.

En medio de la confusión, Félix Antonio Cruz, uno de los reclusos del módulo de reos comunes, denominados paisas (reos que no son integrantes de pandillas), llegaba herido de bala hasta la guardia del penal pidiendo ayuda, “¡le cortaron la cabeza! ¡los están matando a todos!”, alcanzó a decir antes de ser metido a una ambulancia que lo llevó a un centro asistencial.

A las 11:20 am una columna de humo comenzó a salir del área de la cocina del centro penal. A esa hora, el sonido de las patrullas policiales y tres ambulancias alertaba a los vecinos de la zona, aumentando el ambiente de zozobra y confusión.

Veinte agentes Cobras con máscaras antigás y 60 agentes de las Fuerzas Especiales de la Policía Nacional se apostaron en los alrededores del centro penitenciario a la espera de la orden para entrar.

Tres cisternas del Cuerpo de Bomberos se aparcaron frente a la entrada principal de la prisión donde ya se habían aglomerado los primeros familiares de los reclusos, quienes entre gritos y el llanto clamaban por saber de los suyos.

A las 11:43 am se escuchó un nuevo disparo, las autoridades policiales que se encontraban en el exterior negaban que hubiese disturbios en el interior del recinto y aseguraban que la situación estaba siendo controlada.

Una cisterna con tres bomberos intentó ingresar a la prisión para sofocar las llamas que salían de la cocina, sin embargo se vieron obligados a salir casi enseguida ante las amenazas de los reos que determinaron combatir ellos mismos el fuego.

A las 12:17 del mediodía, miembros de la Policía Preventiva ingresaron al lugar y al abrirse el portón principal se observó la escabrosa escena que denotaba la magnitud del sangriento ataque que se produjo en el interior de la prisión: una cabeza humana yacía sobre una galera donde se había lanzado como si se tratase de un trofeo de guerra.

Para las autoridades ya era imposible seguir negando lo sucedido, los reos se habían apoderado del penal, habían tomado el control y hasta la 1:00 pm, solo se hacían desesperados intentos por negociar con ellos, mientras a diez cuadras del lugar delegados de doce países discutían las estrategias a implementar en contra de la violencia en una cumbre de seguridad.

Faltaban 18 minutos para las dos de la tarde cuando llegó a la cárcel el vehículo de Medicina Forense y fue cuando las autoridades, que en ese momento se reunían en un área del centro penal con el ministro de Seguridad, Pompeyo Bonilla y el director de la Policía Nacional, Ricardo Ramírez Del Cid, informaron que producto de una riña entre reos habían muerto 13 de ellos y uno había resultado herido, sin especificar el nombre de las víctimas.

La histeria colectiva se vivía entre parientes de los internos, quienes fueron retirados del área cercana para acordonar el área de la entrada principal por donde hicieron su ingreso varias autoridades policiales y locales para conocer sobre los hechos.

Gustavo Fajardo, jefe noroccidental de la DNIC (Dirección Nacional de Investigación Criminal), informó que la riña se originó entre miembros de celda 18 del módulo de los paisas, que discrepaban con las medidas impuestas por Mario Antonio Henríquez Álvarez, subcordinador del área, quien pretendía trasladar a una parte de los reos a otra celda.

Henríquez Álvarez, quien guardaba prisión por los delitos de robo de vehículo y portación ilegal de armas desde el 6 de agosto del 2007 fue atacado con arma blanca cuando se encontraba en su cuarto.

El liderazgo y respeto que se había ganado el recluso se tornó en odio por la forma brutal en que fue atacado. Luego de acuchillarlo en varias ocasiones, sus atacantes lo decapitaron, le cercenaron su órgano viril y varias partes de su cuerpo.

En la misma celda 18 se encontraba Elder Ramos Romero, quien guardaba prisión por homicidio y era ayudante de Henríquez Álvarez, este también fue atacado por los criminales, que luego de quitarles la vida juntaron los cuerpos y les prendieron fuego.

Uno a uno fueron acabando con once reclusos más, cuya condena a muerte fue simpatizar con Henríquez Álvarez.

Posteriormente, los reos tomaron el control de la celda 18 y el área de cocina, amenazando con seguir matando a reclusos si la Policía se atrevía a entrar.

Fue con la mediación de monseñor Rómulo Emiliani que se logró un acuerdo con los reclusos y tras cinco horas y media las autoridades pudieron recuperar el control en el centro penitenciario.

“Todo ha retornado a la normalidad pero es innegable que este centro penal es una bomba de tiempo y urge la construcción de un nuevo centro penal, pero por hoy todo está en calma”, decía el jefe de la Policía Nacional tras la nueva jornada de violencia en el ya colapsado sistema penitenciario del país.

El pasado 14 de febrero, un incendio de grandes proporciones
consumió más de la mitad del centro penal de Comayagua, en el que perdieron la vida 361 personas.

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