Honduras

Tras las huellas del poblado minero colonial San Antonio de Yusguare

Situado a unos 30 kilómetros al oriente de la capital, este pequeño poblado minero aún conserva una gran riqueza cultural que es admirada por sus habitantes y también por decenas de visitantes que recorren sus calles

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14.10.2017

Tegucigalpa, Honduras
Sus apacibles callejuelas de piedra poco transitadas pierden la quietud apenas con el cantar de los gallos o el rumor del viento al pasar por los pinares.

Así es el poblado minero colonial de San Antonio de Occidente, ubicado a unos 30 kilometros al oriente de la capital.

Su altura de 1,400 metros sobre el nivel del mar hace de los paisajes un espectáculo digno de admirar, desde la cúspide del cerro El Portillo que divide a San Antonio de Occidente y San Antonio de Oriente.

Desde ese punto se divisan el valle del Yeguare, el cerro de Uyuca, La Montañita y Canta Gallo.

La historia destaca que este lugar comenzó a poblarse en el año de 1,600 por el descubrimiento español de un yacimiento minero, al oriente del departamento de Francisco Morazán.

A medida se fueron expandiendo las grietas mineras, de igual forma la población creció, bautizando el lugar como San Antonio de Yusguare.

Los mineros fueron construyendo sus casas de bajareque con corredores típicos de la época colonial, utilizando materiales extraídos de las entrañas de los túneles mineros.

El templo católico se erigió con gruesas paredes, piso de loseta de barro y el portal grande de madera aún mantiene funcionando el antiguo llavín.

Apacible

transcurre la vida de los habitantes entre sus casas de adobe y callejones empedrados. El pueblo de San Antonio de Oriente guarda mucha historia y sus pobladores la conocen.

El señor Miguel Maradiaga, de San Antonio de Occidente, comentó que “por generaciones nos han relatado el origen de los dos pueblos de San Antonio. Desde que los españoles descubrieron la mina y a medida se fue poblando la zona, con el tiempo el aumento de la población causó problemas de abastecimiento de agua, por tal razón una gran parte de los habitantes emigraron y se establecieron en un sitio cercano al otro lado del cerro El Portillo”.

Maradiaga recordó que una vez ubicados en el nuevo lugar, le nombraron San Antonio, al igual que el otro asentamiento, lo que causaba confusión por ostentar el mismo nombre.

Las casas típicas de bajareque, de corredores con tejados de barro, aún se conservan.

Las casas típicas de bajareque, de corredores con tejados de barro, aún se conservan

Esto llevó a los moradores de ambas localidades a reunirse para definir el nombre de cada poblado por su ubicación geográfica.

Fue así que nombraron al pueblo antiguo San Antonio de Occidente y el otro como San Antonio de Oriente, este último llegó a convertirse en la cabecera municipal por su notable desarrollo en esa época.

En los recuentos históricos de 1826 ya San Antonio de Oriente tenía alcalde y para 1889 que se lleva a cabo la división política territorial, aparecía formado por los municipios de Tatumbla, Maraita y Valle de Ángeles.

Desde el reordenamiento territorial, San Antonio de Occidente pasó a ser aldea del municipio de San Antonio de Oriente.

Dejando atrás el calor del valle de Yeguare, nos adentramos subiendo por una calle estrecha a estos frescos poblados de San Antonio de Occidente y San Antonio de Oriente, ambos con mucha riqueza en historia minera colonial, revestidos del verdor de la floresta y engalanados culturalmente por la vida del ilustre pintor primitivista José Antonio Velásquez.