Los proyectos de migración laboral temporal comenzaron hace cinco años en Honduras. Desde entonces, los catrachos se han abierto una brecha en ese mercado competitivo, esencialmente en Canadá.
Desde 2007 hasta la actualidad, cerca de 1,500 compatriotas han salido de Honduras para explorar nuevos derroteros en el extranjero, la mayoría, en un 97 por ciento aproximadamente, hacia Canadá.
EL HERALDO visitó un pequeño pueblo en Canadá llamado Leamington, ubicado a escasos 30 kilómetros de Detroit (Estados Unidos), para conocer la forma de vida de unos 800 connacionales que se dedican a la cosecha y corte de tomate, chile, hongos y pepino.
Leamington tiene una población cercana a los 31,000 habitantes y su economía en esencia la sustentan los cientos de invernaderos agrícolas que cubren acres tras acres de extensión territorial, pero donde la mano de obra local no se da abasto para cubrir toda la demanda de trabajo, por lo que tienen que recurrir a personal extranjero.
Esta comunidad es pequeña, comparada con las grandes metrópolis de Canadá, casas pueblerinas como sacadas de una postal europea donde el césped es verde como el aguacate y “abiertas al público” (sin muros ni balcones), lo que demuestra el alto nivel de seguridad que impera en la localidad.
Supervisión estatal
Este tipo de trabajos temporales tienen una peculiaridad con el resto de migración: es de cierta forma regulada y legal.
En este proceso participan, desde sus inicios, tres actores importantes: la Secretaría de Trabajo y Seguridad Social (STSS), la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) y los empleadores.
Entre las tres partes definen las condiciones bajo las cuales los hondureños son llevados a laborar al exterior, siempre respetando las leyes nacionales de ambos países y lo que mandan las normas internacionales emanadas de las Organizaciones de las Naciones Unidas a través de su órgano rector para estos asuntos, la OIM.
Los antecedentes
La Secretaría de Trabajo tiene en sus registros la provincia de Alberta, Canadá, como el primer lugar donde viajó el grupo que abrió paso al proyecto de trabajos temporales.
Se trató de un pequeño contingente de 11 campesinos que en 2007 se dedicó a labores de siembra y cosecha de verduras como repollo, cebolla, rábanos y maíz.
La base de datos de la Secretaría de Trabajo a la que tuvo acceso EL HERALDO revela que la cifra se incrementó a 31 trabajadores para el 2008 (que viajaron a Edmonton, Canadá) y a 40 para el siguiente año, es decir, en 2009.
El salario de estos connacionales osciló entre 150 y 178 lempiras por hora, durante estos tres años.
En la actualidad los cerca de 800 compatriotas que participan en estos programas devengan 10.50 dólares por hora, algo cercano a los 210 lempiras por hora.
Bárbara Bandy, vicepresidenta del Centro de Investigación y Acción de Derechos Humanos (que hace la conexión en Honduras para la contratación en el área agrícola en Canadá), dice que ese es el salario que establece la ley de la región donde se encuentran los campesinos hondureños.
¿Cómo viven?
Los 800 hondureños están en diferentes granjas agrícolas. EL HERALDO visitó dos de las más grandes, donde se concentra la mayor cantidad de trabajadores hondureños: Nature Fresh y Agrivil.
Estos compatriotas residen en áreas acondicionadas como apartamentos, muy cercanos a las granjas.
Junto con ellos también hay cientos de trabajadores de otras naciones: Guatemala, México y Jamaica.
Tienen prácticamente de todas las comodidades (algunos dicen que tienen más de las que hay en sus casas): nevera, microondas, televisión por cable, muebles de cocina, armarios e incluso les ofrecen clases de inglés de forma gratuita.
La visita de EL HERALDO se realizó en época de verano (junio), cuando las temperaturas alcanzaban los 30 grados centígrados, cuando los hondureños se sentían más cómodos con el clima.
“Uno de los mayores problemas que nos ha tocado enfrentar es el frío”, dicen casi al unísono los compatriotas.
La jornada de estos connacionales comienza a las 5:00 AM. Unos cocinan el desayuno, otros el almuerzo, mientras el resto ordena cada quien sus camas y el desorden en el resto de departamento.
Dejan sus habitaciones a las 6:45 AM. Se dirigen hacia las fincas, que no están más lejos de 10 minutos, quizá menos.
Su medio de transporte es la bicicleta. Cada una cuesta entre 30 y 40 dólares. Es más económico que las carreras de taxi, que pueden cobrar hasta diez dólares por carrera en este pequeño pueblo.
Las bromas y el buen humor de estos connacionales en la mañana evocan las tertulias y el ambiente de las ferias patronales de Reitoca, Morolica o Victoria (Yoro). Honduras se siente, se respira y se añora en estas latitudes.
Las labores en la finca comienzan a las 7:00 AM. Tienen un “break” o descanso de 15 minutos a las 10:00, el almuerzo es a las 12:00 y a las 12:30 regresan a sus tareas. A las 3:00 PM, otro receso de 15 minutos y la hora de salida es a las 5:00 PM.
En el contrato se específica que los hondureños deben laborar 40 horas a la semana, pero hay ocasiones que sobrepasan ese tiempo, “lo que es mejor para nosotros porque recibimos más dinero al final de la quincena”, dice Dennis Omar Soriano, originario de San Marcos, Ocotepeque.
Han ido mejorando
La estadía en Canadá les ha dejado grandes enseñanzas y lecciones de vida a estos connacionales.
Para algunos de ellos esta es su segunda participación en estos programas, es decir, ya estuvieron en Canadá en años anteriores.
Anteriormente ellos compraban la comida hecha a una pequeña cafetería, pero con el paso de los meses aprendieron a cocinar, sobre todo porque la empresa les facilitó desde un inicio los utensilios de cocina, estufas y neveras.
Cada semana un grupo de cinco compañeros compra la provisión de una semana, comparten los gastos y se turnan para cocinar.
Otros lavan los platos, otros limpian las refrigeradoras, las estufas, los microondas y la cocina en general.
Esteven Bryan Oyuela, de Colomoncagua, Intibucá, cuenta que lo ha sorprendido la forma en que cada uno de los compañeros y los grupos conformados para la cocina respetan cada uno sus pertenencias y alimentos comprados para la semana.
“Gracias a Dios cada quien respeta lo que tenemos, somos bastantes y compramos muchas cosas, entonces lo que hacemos para no equivocarnos es marcar las cosas con un color o con el nombre del grupo para no equivocarnos, pero no se pierden las cosas”, relató.
¿Cómo llegan
a Canadá?
El proceso de selección lo realiza Ciadeh en Honduras. Bárbara Bandy, vicepresidenta de esa ONG, cuenta que ellos responden a una petición de mano de obra de parte de los empleadores en Canadá y ellos buscan el prospecto más adecuado.
Bandy cuenta que en un inicio el proyecto reclutó a personas con cierto nivel educativo, pero que con el paso del tiempo los empleadores fueron exigiendo que la mano de obra fuera más especializada en el tema agrícola.
“Por eso tuvimos que ir en busca de campesinos rasos, sin educación prácticamente, pero buenos en el campo”, detalló.
Los hondureños deben cubrir todos los gastos para viajar a Canadá.
En general los catrachos deben destinar cerca de 30 mil lempiras, que incluye el costo del pasaje de avión (unos 1,000 dólares), el pasaporte (35 dólares), el costo del trámite de la visa canadiense (75 dólares), exámenes físicos, médicos y oftalmológicos y otros gastos administrativos.
Pero a pesar de haber hecho esta gran inversión muchos de los trabajadores han abandonado estas fincas y se han regresado a Honduras.
De acuerdo a los informes de las granjas agrícolas, cerca de ocho catrachos han dejado de laborar.
Unos simplemente no se adaptan al trabajo (por eso la exigencia de que deben ser campesinos), otros no soportan el clima y otros “lloran por sus esposas, extrañan el calorcito”, bromea José Will Mencía, uno de los compatriotas que transmite esa buena vibra en el campamento hondureño.
Gran potencial
Bandy dice que actualmente hay muchas peticiones de llevar más compatriotas.
La ejecutiva no tiene estimaciones de cuántos pueden ser, pero la idea de Ciadeh es triplicar la cifra actual en un transcurso de tres años.
EL HERALDO conoció, en su recorrido por Canadá, que hay inversionistas de otras áreas que están interesados en mano de obra extranjera, sobre todo en minería, salud y turismo.
Todo parece apuntar a que este tipo de trabajos temporales seguirán creciendo, sobre todo por el potencial de oferta que hace Canadá y porque en Honduras cada vez hay menos oportunidades.