TEGUCIGALPA, HONDURAS.- Cupido los flechó y aunque la diferencia de culturas ha sido su principal desafío, el amor ha prevalecido logrando ser una familia feliz que inculca las mejores enseñanzas de su país natal a su hija, su pequeño rayo de luz.
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Esta es la historia del hondureño Argelio Paz y la japonesa Shiho Takahashi, quienes se conocieron en Honduras por casualidad, pero que bastó una conversación y mirada para darse cuenta que querían estar juntos el resto de sus vidas.
El flechazo ocurrió en el 2016 en Danlí, El Paraíso, lugar donde llegó Takahashi como parte de un voluntariado del gobierno de Japón para dar clases a un kinder de la zona. Casualmente, la mujer era vecina del catracho. “Me gustó su humildad, que era bien tranquila y cariñosa”, reveló Argelio durante una entrevista con EL HERALDO.
”Nos fuimos enamorando a medida que ibamos platicando, primero chateabamos en Facebook, nos mirabamos, salíamos y así”. Llegó al punto en que nos terminamos gustando y enamorando, entonces le pedí que fuera mi novia”, agregó.
Fueron dos años de relación, ya que después de la fecha la joven tuvo que regresar a su país natal, mientras que Argelio no lo dudó dos veces, tomó un avión por primera vez y viajó por más de 24 horas para reencontrarse con el amor de su vida.
Una vez allá, consolidaron su amor, se casaron por lo civil y con la ceremonia tradicional el 31 de mayo de 2018.
Luego concibieron a una pequeña niña a quien llamaron Karina, un nombre que decidieron al estar relacionado con Latinoamérica y que se pueda escribir con la escritura japonesa. “A pesar de que nunca imaginamos que ibamos a terminar juntos, lo logramos”, dijo emocionado el catracho.
Actualmente, la pareja vive en el campo, en Prefectura de Iwate, a inmediaciones de la ciudad Morioka, Japón. Suelen viajar en su tiempo libre para grabar algunas experiencias para sus seguidores del canal de YouTube: ‘Un catracho en Japón’, donde comparten experiencias, gastronomía y paisajes.
Cambio de cultura
Pese a que Shiho Takahashi se acostumbró rápidamente a la cultura catracha, para el hondureño Argelio Paz ha sido un verdadero reto adaptarse a la las costumbres de Japón tanto de gastronomía, como de otras prácticas que realizan.
El tema de la educación de los hijos es otra de las diferencias en ambas naciones, por lo que la pareja suele comunicarse previamente para acordar las enseñanzas que le inculcarán a la pequeña Karina.
Actualmente, Argelio se dedica a la soldadura en una empresa que construye estructuras para edificios, mientras su esposa, maestra de kinder y educación primaria, trabaja en el Centro Cívico de la localidad.
El conversación con este rotativo, la japonesa Shiho Takahashi, quien reveló que su comida favorita de Honduras es el nacatamal, las baleadas y las enchiladas, contó que está feliz de haberse casado con un catracho. “Mi esposo es muy cariñoso y relajado, aquí hay mucho estrés y él me lo quita, me besa y me abraza”, dijo entre risas.
Y es que según explicó Takahashi, en Japón las personas no suelen abrazarse entre sí, ni establecer relaciones tan cercanas como sucede en Honduras, lo que le llamó la atención desde que puso un pie en territorio hondureño.
Ni el idioma, ni los miedos y si quiera las alturas, la pareja ha demostrado que nada es imposible cuando existe amor, por lo que ahora planean impulsar la cultura de su natal creando algún tipo de negocio gastronómico ya sea en Honduras o en Japón.