El contingente policial avanzó con fuerza sobre la masa, haciendo un fuerte ruido mediante el golpe de sus macanas contra escudos, logrando que unos 4,000 migrantes retrocedieran y otros corrieran hacia los lados, dispersándose dentro del pueblo, pero aún en territorio guatemalteco.
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En su huida, varios de los caminantes trataron de lanzar piedras a la policía, que respondió lanzando gases lacrimógenos para seguir alejándolos en dirección a la frontera con Honduras, ubicada a unos 50 kilómetros.
Duros testimonios
La operación policial puso a correr a muchas familias, entre ellas madres con niños pequeños. 'Yo voy con mi hijo, yo en Honduras no tengo donde vivir', dijo una mujer al canal Guatevisión, tras la estampida, tomando aliento al lado de un poste.'Si tuviéramos pisto (dinero) no estaríamos aquí yéndonos al norte (EEUU). Lo tratan como perros a uno, no tiene que ser así', decía otra señora, que llevaba a dos niñas, una tomada de cada mano.
La carretera donde los migrantes estaban desde el sábado, quedó despejada para el avance del transporte de carga, cuya mercancía corría el riesgo de estropearse.
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Los migrantes hondureños aseguran que escapan de la violencia, la pobreza, el desempleo y la falta de educación y salud, una situación agravada por la pandemia.
Salieron la madrugada del viernes desde San Pedro Sula, en Honduras, punto habitual de encuentro para este tipo de marchas.
Dicen tener la esperanza de una posible flexibilización de las políticas migratorias en Estados Unidos, cuando el presidente electo, Joe Biden, asuma el próximo miércoles. Posibilidad que Washington ya rechazó.
Desde octubre de 2018, más de una docena de caravanas, algunas con miles de migrantes, han salido de Honduras rumbo a Estados Unidos, pero la mayoría ha fracasado por la intensificación de los controles.