Un lempira, 10, 50, 20 bolivares, 10 quetzales, un córdaba y hasta un dolar; el muro de los billetes conserva la moneda de países latinoamericanos que migrantes dejan con sus nombres escritos, como un recuerdo de que estuvieron allí.
Como si se tratara de una pared de ladrillos, el muro de un pequeño albergue en Guadalajara, México, concentra cientos de historias plasmadas en un punto estratégico, donde los migrantes llegan para buscar comida, ayuda médica o asesoría legal, pero dejan un recuerdo de sus orígenes antes de seguir su ruta hacia Estados Unidos.
Cifras de la Secretaría Relaciones Exteriores señalan que al rededor de 160 personas han migrado diariamente desde Honduras hacia Estados Unidos en lo que va de 2018.
Muchos de ellos menores de edad, quienes buscan reunificarse con sus familias o simplemente quieren un mejor futuro.
“A veces las personas piensan que el tema de la migración es una cuestión como de vagabundeo, como si ellos dijeran ‘no tengo nada qué hacer entonces me voy a conocer ciudades’, cuando en realidad hay unas causas que están primero forzando la migración, y también hay unos efectos que se están dando a lo largo del tránsito de estas personas”, dijo Rafael Alonso Hernández, coordinador de la organización FM4 Paso Libre.