En Honduras el límite es la calle, donde dos tractores y una aplanadora intentan reparar la lodosa vía, como si fuera un presagio de las elecciones generales.
Allí es donde los haitianos se enteran que están en territorio catracho y, por su color de piel, las autoridades también los identifican fácilmente.
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La Policía conoce cada punto de ingreso, pero con 100 agentes es difícil interceptarlos a lo largo de los casi 300 kilómetros de frontera, porque “cuando estamos en un punto ciego ellos entran por otro y así van”, comentó un uniformado.
El equipo del EL HERALDO Plus visitó varios de los puntos ciegos, pero antes de llegar al centro de Trojes, a la altura de San José, en la aldea de Mata de Guineo, se encontró con al menos 30 haitianos que estaban dentro de un busito del Instituto Nacional de Migración (INM). La mayoría de migrantes no entendían por qué fueron retenidos, pero Nadia, una de las pocas personas que hablaba español los tranquilizaba diciéndoles que serían llevados a un refugio y, posteriormente, a Tegucigalpa, capital de Honduras. Ella no tenía ni idea de dónde quedaba esa ciudad, pero eso le dijeron los oficiales de Migración.
La mujer, de piel negra y cabello trenzado, cargaba a su bebé de apenas cinco meses de edad, mientras vigilaba a Deverson, su primogénito de cinco años que a simple vista parecía sufrir desnutrición.
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El pequeño comía unas papas envasadas que su madre había sacado de un bolso donde cargaba las pocas cosas que había conseguido después de sufrir un accidente en Perú.
“En el accidente la policía se lleva todo, la plata, todas mis cosas”, contó, mientras le gritaba palabras en francés a Deverson, quien subía y bajaba las gradas del bus.
La mujer venía de Chile, nación que la albergó desde 2017 y que dejó al no tener papeles porque no querían extenderle su permiso de trabajo “por racismo”. Allá vendía helados, le pagaban en pesos chilenos, pero el salario era mucho mejor que lo que se conseguía en Haití.
Muchos de los migrantes que estaban en el bus no hablaban español ni portugués, es decir que probablemente salieron como punto de partida de Haití, financiados por sus familiares en Estados Unidos.
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Interceptados
“Hoy llegamos... en una camioneta”, contó Nadia con mucha dificultad para hablar el español. Ella, sus hijos y dos personas más habían ingresado por un punto ciego de Mata de Guineo, pero un vehículo les dio jalón hasta que agentes y oficiales de Migración los interceptaron en un retén ubicado en la calle principal, muy cerca de la escuela que tiene el mismo nombre de la comunidad.El puesto de control está en un punto estratégico las 24 horas del día, pero los oficiales de Migración solo permanecen de 8:00 a.m. a 3:00 p.m., quizás antes si les toca ir a dejar a desplazados (de Cuba, Venezuela y en su mayoría de Haití) a los albergues habilitados en Danlí, El Paraíso, a más de dos horas de Trojes.
El trabajo de ellos es interceptar a los migrantes, pedirles los documentos, asistirlos (si es necesario), llevarlos al albergue y luego transportarlos a Tegucigalpa, donde meses atrás pagaban un salvoconducto para seguir circulando. De acuerdo con los mismos oficiales de Migración, desde finales de marzo no se les cobra en El Paraíso la multa de 4,598.27 lempiras que estable el artículo 136 numeral 5 de la Ley de Migración por ingresar irregularmente al país. En Tegucigalpa, los migrantes son registrados en el INM y les facilitan un documento que les permite circular por cinco días sin ser detenidos, por eso intentan subirse lo antes posible a un bus que los saque de este país y los lleve a Guatemala.
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Evaden a Migración
Muy cerca del centro de Trojes, donde están todas las instituciones estatales, hay una calle que lleva a Arenales, allí está uno de los puntos de control de la Policía Nacional.La calle es de tierra negra y arcillosa, por lo que no es raro ver a personas caminar con botas llenas de lodo. Para llegar a Arenales se requiere de una hora, quizá un poco más por el terreno, pero no faltan los carros todoterreno o las mototaxis que se escabullen entre el lodo y los charcos.
Al conducir aproximadamente 20 minutos se llega a una comunidad conocida como El Guineo, todavía en Honduras. El límite entre ese lugar y Nicaragua es un callejón que todos conocen por ser uno de los puntos ciegos para ingresar a Honduras.
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Si preguntan nadie dice nada, pero todos saben “quiénes son los que cruzan, la hora en la que cruzan y cómo los cruzan”, comentó un poblador que conducía una motocicleta.
De acuerdo con los aldeanos, ese sitio ya no es tan utilizado para pasar migrantes, sin embargo, siempre se registran casos. Policías de Nicaragua llegan dos o tres veces al mes a realizar operativos, pero nunca encuentran a nadie.
EL HERALDO Plus conoció que los haitianos son llevados por la zona boscosa hasta salir a la calle principal que pasa por Cifuentes y Mata de Guineo con la intención de cobrarles más dólares (pagan en promedio 150 dólares por persona, aproximadamente 3,625.50 lempiras).
En Mata de Guineo los dejan cerca de la calle o en la escuela que sirve como refugio por las noches. Dentro del centro educativo se observa ropa, zapatos, platos, botellas, pañales y hasta carteras tiradas en el suelo. Incluso, la tela metálica que está en la ventana de una aula fue destruida para ingresar y usarla como refugio.
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Los haitianos y otros migrantes que no se quedan en la escuela salen a la calle por la tardes para subirse a los buses con letreros de Danlí-Trojes, pero como ya no tienen capacidad para transportar a más personas empiezan a caminar hasta que conductores bondadosos les dan aventón en las pailas de los carros.
Así fue como Kasien logró llegar al valle de Jamastrán junto a su esposa e hijos. En el carro iban otros siete migrantes, prácticamente uno sobre otro. La persona que les dio jalón los miró caminando por la calle, se orilló y subió a todos los que pudo. “Allá quedaban otros”, comentó.
Kasien era uno de los que iba en el vehículo, al igual que Nadia también venía de Chile, no hubo necesidad de preguntarlo porque su acento lo delató. Su hijo menor iba acostado entre sus piernas, mientras su esposa estaba sentada al costado derecho. Acababan de pagar 150 dólares por persona para pasar la frontera en Nicaragua, pero -afortunadamente- los 700 mil pesos chilenos que ahorró desde 2017 enderezando y pintando autos le permiten seguir con la ruta.
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“El chofer dijo (que iba a) dejarnos en la terminal. Nos está ayudando. Vamos a México”, comentó, mientras miembros de la Policía Nacional les pedían sus documentos.
El reloj marcaba las 4:30 de la tarde, a esa hora ya no habían oficiales migratorios, por lo que después de ver los documentos de todos los haitianos los agentes los dejaban seguir con la ruta hasta “donde el viento nos lleve”, dijo entre risas una migrante. El carro en el que viajaban estaba justamente después del que transportaba a Kasien y su familia, iba uno tras otro.
¿De dónde vienen?, preguntó el equipo de EL HERALDO Plus.
-De la montaña, contestó otra joven que traía sus pies colgando de la compuerta del vehículo... Su destino fue el valle de Jamastrán, aunque sus planes eran llegar a Tegucigalpa, donde están las empresas de transporte que viajan hasta Guatemala.