Majestuosa y señorial, la madre de las iglesias de Honduras, como se denomina a la Catedral Metropolitana San Miguel Arcángel, cumple este mes 46 años de haber sido declarada Monumento Nacional.
La petición para que esta joya arquitectónica de marcado estilo barroco fuera elevada a esta categoría, la presentó en 1967 ante la cámara de diputados el entonces arzobispo de Tegucigalpa, monseñor Héctor Enrique Santos Hernández.
Es así como, según el Decreto Legislativo número ocho, al templo sagrado que comenzó a edificarse entre 1765 hasta 1786 por el presbítero José Simón de Zelaya, se le nombró monumento.
Renombre
Esta edificación, una de las más antiguas que atesora la ciudad de Tegucigalpa, está muy ligada a la fe, tradición, cultura y raíces no solo de los capitalinos sino de los hondureños.
Carlo Magno Núñez, canciller de la Arquidiócesis de Tegucigalpa, manifestó que a lo largo de la historia este monumento patrimonial, que en 1916 recibió la categoría de Catedral Metropolitana, es un libro abierto cuya misión ha sido difundir el bien moral a la feligresía.
“Tiene una importante proyección espiritual y social con carácter evangelizador que procura el bien moral de los devotos”, declaró.
En su interior este recinto católico guarda una de las joyas más emblemáticas y de incalculable valor histórico de la ciudad: el Retablo Mayor, uno de los más grandes de Centroamérica.
Esta es una obra magnífica recubierta en laminilla de oro, dedicada a ángeles, donde destaca el patrón de Tegucigalpa, el arcángel San Miguel, al igual que la Virgen Inmaculada Concepción.
La pila bautismal, en la que recibieron el primer sacramento ilustres como Francisco Morazán y José Trinidad Reyes, es otra de las joyas que conserva. También se ha convertido en la morada donde descansan el sueño eterno el expresidente José Santos Guardiola, el padre José Trinidad Reyes y monseñor Humberto Martínez, entre otros.
