La mayoría de los alrededor de 4,000 migrantes se dirigen por lo que algunos llaman la “ruta de la muerte” hacia la ciudad de Córdoba, Veracruz, a unos 200 kilómetros del punto de partida.
El trayecto del día será uno de los más largos hasta el momento, a medida que los viajeros exhaustos intentan llegar a una frontera con Estados Unidos que todavía se encuentra a cientos de kilómetros.
Algunos de los migrantes discutieron abiertamente el sábado con los organizadores de las caravanas cuando se suponía que partirían en autobuses a la Ciudad de México y criticaron a los funcionarios mexicanos por promesas incumplidas. Muchos tienen ampollas en los pies y sufren de tos.
Otros estaban disgustados porque los orientaban hacia el norte a través de Veracruz.
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Cientos de migrantes han desaparecido en Veracruz en los últimos años, presa de secuestradores que buscan ganar dinero con los rescates.
En septiembre las autoridades veracruzanas dijeron que hallaron restos de al menos 174 personas enterrados en fosas clandestinas, lo que planteó el interrogante de si eran migrantes.
Pero la mayoría de los migrantes estaban convencidos de que viajar en grandes grupos les brindaba la mayor esperanza de dejar su vieja vida atrás y llegar a Estados Unidos. La amplia mayoría huye de la pobreza, la violencia pandillera y la inestabilidad política en Honduras, Guatemala, El Salvador y Nicaragua.
Mynor Chávez es un inmigrante de 19 años que dijo que no podía salir adelante en su país de origen. 'Yo ya no tengo esperanzas. Me gradué de técnico en computación y ni con un título he podido encontrar trabajo', afirmó.
Sin embargo, otros migrantes, principalmente varones y los miembros más jóvenes del grupo, se separaron del contingente principal y siguieron caminando o solicitando viajes de dedo hacia la ciudad oriental de Puebla y a la capital del país, la Ciudad de México. Decidieron pasar la noche en la ciudad de Juan Rodríguez Clara o en la de Tierra Blanca, ubicada más adelante.
Luis Euceda, un hondureño de 32 años proveniente de Tegucigalpa, y que viaja con su esposa Jessica Fugón, fue uno de quienes prefirieron quedarse en Isla, con el contingente principal. “Creemos que es mejor seguir juntos con la caravana. Nos vamos a quedar con ella y respetaremos a los organizadores”, dijo. “Otros siguieron adelante; tal vez no tienen una meta, pero nosotros sí tenemos una meta y es la de llegar”, agregó.
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En los últimos días los organizadores de la caravana han solicitado autobuses luego de pasar tres semanas en las carreteras, caminando y aceptando viajes de dedo. Como el grupo se dividió, algunos se preguntaban si la caravana se mantendría unida.
En un comunicado, los migrantes criticaron a las autoridades mexicanas por indicarles una ruta hacia el norte a través del estado de Veracruz, con costas en el Golfo de México, llamándola la “ruta de la muerte”.
Un recorrido a través de los cañaverales y huertos los lleva por un estado donde cientos de migrantes han desaparecido en los últimos años, víctimas de secuestradores que desean cobrar rescates.
Las autoridades de Veracruz dijeron en septiembre que habían descubierto los restos de al menos 174 personas enterradas en fosas clandestinas. Algunos expertos en seguridad se preguntan si esos cadáveres son de personas foráneas.
Gerardo Pérez, un migrante de 20 años, dijo estar cansado.
“Están jugando con nuestra dignidad. Si hubieran visto la felicidad de la gente anoche cuando nos dijeron que íbamos en autobús, y hoy ya no”, afirmó.
La estrategia de la caravana de que la “fuerza está en el número” les ha permitido granjearse apoyo a medida que avanzan a través de México y ha inspirado a otros migrantes a probar suerte en otras caravanas.
México enfrenta ahora la situación sin precedentes de tener tres caravanas a lo largo de 500 kilómetros (300 millas) de carretera en los estados de Chiapas, Oaxaca y Veracruz, con 6.000 migrantes en total.
Una caravana proveniente de El Salvador cruzó el río Suchiate el viernes para ingresar a México, con entre 1,000 y 1,500 personas que desean llegar a Estados Unidos.
En un principio la caravana intentó cruzar el río entre Guatemala y México, pero las autoridades mexicanas les dijeron que tendrían que mostrar pasaportes y visas e ingresar en grupos de 50 para que se examinaran sus papeles.
Otra caravana, también de entre 1,000 y 1,500 personas, ingresó a México hace unos días y ahora está en Chiapas. En ese grupo hay hondureños, salvadoreños y algunos guatemaltecos.
Las autoridades mexicanas parecen tener dificultades para decidir si los ayudan o les ponen obstáculos en su camino.
En ocasiones, agentes de inmigración y policías han detenido a los migrantes en caravanas más pequeñas, pero varios alcaldes les han dado la bienvenida, organizándoles lo necesario para que recibieran alimentos y un lugar donde acampar.
La Secretaría de Gobernación de México dice que casi 3,000 de los migrantes en la primera caravana solicitaron refugio en el país y cientos más han regresado a sus lugares de origen.
De todas formas, con o sin la ayuda del gobierno, la incertidumbre persiste.
El presidente estadounidense Donald Trump ha ordenado el emplazamiento de tropas en la frontera con México en respuesta a las caravanas. Más de 7, 000 tropas en servicio activo recibieron indicaciones de apostarse en Texas, Arizona y California antes de las elecciones legislativas.
El mandatario tiene pensado firmar una orden ejecutiva la próxima semana que podría derivar en la detención en gran escala de los migrantes que crucen la frontera sur y prohibir que cualquiera que cruce ilegalmente solicite asilo.