'Yo a Honduras solo muerto regreso, ¿qué voy a ir a hacer a Honduras? Solo a morir, ya sea de hambre o por la violencia', dice a la AFP este hombre de 24 años originario de Limón, donde trabajaba como taxista, pero que quedó desempleado tras la pandemia.
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Hambrientos y agotados tras más de tres días de caravana, miles de migrantes hondureños se niegan a abandonar el sueño de llegar a Estados Unidos, interrumpido de momento por medio millar de policías y militares que ya les dejaron claro que no pasarán. El domingo les lanzaron gas lacrimógeno y los aporrearon.
Amanecieron acostados en el asfalto de la carretera, o en la orilla, donde hay pasto seco, en el kilómetro 177 de la aldea Vado Hondo, a unos 50 km de la frontera con Honduras. Viajan familias enteras, muchos con niños.
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De noche refresca y los más afortunados pueden resguardarse del frío con una frazada. La mayoría solo se abriga con un suéter o las camisetas que traen entre sus pocas pertenencias. De día, el sol hace arder las piedras.
Los migrantes hondureños aseguran que escapan de la violencia, la pobreza, el desempleo y la falta de educación y salud, situación agravada por la pandemia. También tienen la esperanza de una posible flexibilización de las políticas migratorias en Estados Unidos, después de que Joe Biden asuma la presidencia. Una posibilidad que Washington ya rechazó.