Desde el inicio de la pandemia, el presidente de Brasil Jair Bolsonaro le restó importancia al virus, calificándolo de “gripita”, y criticó a los mandatarios locales que impusieron restricciones a las actividades. Dijo que la economía debía mantenerse activa para prevenir mayores adversidades.
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Aun cuando aprobó pagos de asistencia para los pobres, dicha asistencia no fue anunciada como una manera para mantener a la gente en casa. Y los brasileños andan por ahí mientras se inicia una campaña de vacunación que ha avanzado más lento de lo previsto.
“Brasil simplemente no tenía un plan de respuesta. Hemos pasado por esto durante todo un año y aún no tenemos un plan claro, un plan nacional”, dijo a The Associated Press Miguel Lago, director ejecutivo del Instituto de Estudios de Políticas de Salud de Brasil, que asesora a las autoridades de salud pública. “No existe ningún plan. Y lo mismo se puede decir de la vacunación”.
Mientras en otros países el número de infecciones diarias y muertes relacionadas ha ido en descenso, la nación más grande de Latinoamérica continúa estancada en una meseta elevada, tal como sucedió a mediados de 2020. En cada una de las últimas cinco semanas se han promediado más de 1.000 fallecimientos diarios en el país. Los datos oficiales confirmaron el jueves un total de 251.498 decesos.
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Al menos 12 estados del país atraviesan una segunda oleada que ha resultado incluso peor que la de 2020, dijo Domingos Alves, epidemiólogo que monitorea los datos relacionados con el Covid-19.
“Este escenario va a empeorar”, dijo Alves a la AP, y añadió que el virus se está propagando a mayor velocidad entre la población. En el estado de Amazonas, donde los hospitales de la capital Manaos se quedaron sin oxígeno el mes pasado, se han registrado más de 5.000 decesos en los primeros dos meses del año, prácticamente el mismo número que en todo 2020.
Alves y otros expertos en salud pública que fueron consultados por la AP afirman que la renuencia de las autoridades a seguir las recomendaciones de las organizaciones internacionales de salud de implementar restricciones más severas a las actividades ha facilitado la propagación del virus.
La decisión de imponer confinamientos y restricciones para contener los contagios depende de los gobernadores y alcaldes. En los estados de Sao Paulo y Bahía se impusieron recientemente toques de queda para mantener a los residentes en casa por las noches. Pero los expertos afirman que dichas medidas llegaron demasiado tarde y no son suficientes.
“No son medidas de contención; son medidas paliativas implementadas después de los hechos”, declaró Alves, quien también es profesor adjunto de medicina social en la Universidad de Sao Paulo. “'Confinamiento' se ha convertido en una palabra maldita en Brasil”.
Miguel Nicolelis, un reconocido neurólogo brasileño, advirtió en enero que Brasil tenía que imponer un confinamiento o 'no podremos enterrar a nuestros muertos en 2021. El médico había asesorado a estados del noreste del país en cómo combatir al COVID-19, pero dejó el cargo recientemente debido la frustración por la negativa de las autoridades a imponer confinamientos, reportó el diario Folha de S.Paulo.
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“En este momento, Brasil es el mayor laboratorio al aire libre, en el que es posible observar la dinámica natural del coronavirus sin ninguna medida efectiva de contención”, tuiteó el martes. “Todos atestiguarán una devastación épica”.
Existen algunas excepciones, pero siguen siendo mínimas y no han logrado inspirar un movimiento a gran escala.
San Luis, capital del estado nororiental de Maranhao, fue la primera ciudad brasileña en imponer un confinamiento total en mayo pasado. Tuvo éxito, a pesar de los intentos de Bolsonaro de socavar las restricciones y sembrar discordia sobre su eficacia, según el gobernador de la entidad, Flávio Dino.
“Ha sido muy difícil manejar las medidas de distanciamiento y prevención”, dijo Dino, quien añadió que el primer obstáculo era económico y social, especialmente después de que el plan de ayuda de emergencia del gobierno federal llegó a su fin el año pasado.
Lago destacó que Bolsonaro ya rara vez hace mención de la pandemia para enfocarse en otras prioridades, incluyendo asegurar el apoyo del Congreso para relajar las leyes de control de armas y aprobar reformas económicas. Su gobierno intenta restablecer algunos pagos de asistencia por Covid-19, pero a un grupo más pequeño de la población.
La única medida preventiva que Bolsonaro apoyó constantemente fue el uso de tratamientos como la hidroxicloroquina, que no arrojó beneficios sustanciales en estudios rigurosos.
El gobierno de Bolsonaro tampoco se ha involucrado de lleno en la campaña de vacunación. Ha dependido casi en su totalidad de un acuerdo para adquirir una sola vacuna, la de AstraZeneca, cuya entrega ha sido demorada. Hasta la fecha, la campaña nacional de inoculación ha girado en torno a las vacunas chinas CoronaVac que adquirió el estado de Sao Paulo, aunque el gobierno federal ahora intenta comprar más.
Las décadas de experiencia con exitosas campañas de vacunación en Brasil y su gran red nacional de salud pública llevaron a muchos expertos a creer que la vacunación — incluso retrasada — se resolvería relativamente rápido. En campañas previas, la nación de 210 millones de habitantes fue capaz de vacunar a hasta 10 millones de personas en un solo día, destacaron expertos de salud.
Cinco semanas después de administrar la primera vacuna, Brasil ha inoculado a tan sólo el 3,6% de su población. La cifra representa más del doble que en Argentina y México, pero menos de una cuarta parte en relación con Chile, según cifras de Our World in Data, un sitio de investigación en línea que compara estadísticas oficiales del gobierno.
“No hay manera de hacerlo rápido con escasez de vacunas; ese el punto”, dijo Carla Domingues, quien coordinó el programa nacional de vacunación de Brasil durante ocho años hasta que dejó el cargo en 2019. “Hasta que no haya un mayor abasto, seguirá siendo lento, porque se debe seguir seleccionando a quién vacunar”.
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En tanto, el virus se propaga de forma descontrolada en todo Brasil, y ha dejado consecuencias.
En la ciudad de Araraquara, en el estado de Sao Paulo, han muerto más personas este año que en todo 2020 y la ocupación en las unidades de cuidados intensivos superó la capacidad disponible, por lo que hay lista de espera para entrar en las unidades y recibir tratamiento. Las autoridades locales respondieron el 21 de febrero con el anuncio de un confinamiento total, el segundo de su tipo desde el inicio de la pandemia. Desde entonces, la ocupación en los pabellones de cuidados intensivos ha bajado a 100%.