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Habitantes de Kiev prefieren quedarse en sus casas a bajar a los refugios

Tras la invasión rusa de Ucrania, los habitantes trataron de mejorar su estado. Trajeron camas, sillas y bancos
16.06.2023

KIEV, UCRANIA.- Para llegar al vetusto sótano que sirve de refugio antiaéreo en un barrio residencial del este de Kiev hay que pasar por una inestable puerta colocada sobre unas escaleras rotas.

Una vez dentro, los residentes prenden sus linternas para mostrar el espacio, que puede acoger a unas 350 personas. El panorama es desolador: montañas de basura bloquean la ventilación, no hay electricidad, y en la noche algunos vagabundos suelen adueñarse del lugar.

El sótano, construido para ser un refugio antiaéreo durante la Guerra Fría, debería sin embargo contar con dos accesos, tener reservas de agua, baños y ventilación.

Pero tras un año y medio de guerra, es, como muchos otros de la capital, inutilizable.

“Si se restaurara, podríamos alojar en él a 350 personas, lo que equivaldría a dos bloques de viviendas”, dice, molesta, Kateryna Chylo, una madre de 42 años que vive en un calle cercana.

La frustración de los habitantes es palpable. El 1 de junio, una madre y su hija de nueve años murieron en un barrio aledaño mientras esperaban que abriera un refugio en medio de un bombardeo ruso.

El resguardo estaba cerrado a pesar de que se había activado la alerta antiaérea nocturna. Desde entonces, las autoridades anunciaron esfuerzos para restaurarlos.

Un tercio inaccesibles

Justo después del drama, una comisión inspeccionó los 4.655 refugios de la capital.

Sus conclusiones, publicadas por el ayuntamiento, alertaron de que sólo un 65% de ellos estaba más o menos en buen estado.

El estudio también advirtió que un 21% debía ser renovado y un 14% estaba inutilizable.

Además, cerca de un tercio de los refugios estaban inaccesibles. En algunos casos, es necesario llamar a una persona que tenga las llaves para que se puedan abrir.

En la época soviética, cuando el mundo temía una guerra nuclear, los refugios eran renovados. Pero desde la caída de la URSS en 1991, se encuentran en ruinas.

El que está cerca de la vivienda de Chylo, la madre de dos hijos, fue privatizado de manera ilegal antes de cambiar varias veces de propietario.

El lugar incluso desapareció de los mapas que censan los refugios antiaéreos.

Sin embargo, “en cuanto empezó la guerra la gente vino aquí, no había otra opción”, explica la madre.

Tras la invasión rusa de Ucrania el 24 de febrero de 2022, los habitantes trataron de mejorar su estado. Trajeron camas, sillas y bancos.

Pero también tuvieron que recoger los excrementos humanos de los vagabundos y de los toxicómanos que se habían adueñado del lugar.

Las autoridades no presionan “al propietario para que restaure las instalaciones”, criticó uno de los vecinos, Oleksandre.

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Mejor en casa

El refugio, de 234 m2 y construido en 1982, lo tenía todo. Había “camas superpuestas y máscaras antigás”, recuerda Ganna Skirsko, de 67 años, que conoció el lugar en la época soviética.

Un responsable del barrio, Pavlo Babii, aseguró en una carta a un residente que la renovación era “económicamente inviable” porque costaría 1,8 millones de grivnas (unos 49.000 dólares).

En el oeste de la capital, en la avenida Beresteysky, hay otro refugio, mucho más limpio. Pero su sistema de ventilación tampoco funciona y sus baños están rotos. En las paredes, el moho se extiende poco a poco.

Antes de la guerra, el refugio servía para almacenar de todo. Los habitantes decidieron limpiarlo e instalar algunos muebles, explica una de ellos, Anna Borychkevytch, de 30 años.

Cuando resuenan las sirenas, sigue bajando al lugar con algunos vecinos. Pero la mayoría ya no viene por la insalubridad, asegura.

“Creo que debe de haber 300 o 400 m2 aquí, si estaba bien hecho, todos los habitantes del bloque de viviendas podría venir, pero no tienen ganas”, cuenta la joven, que trabaja como coordinadora de un centro de salud público.

Según ella, algunos prefieren “la comodidad de su casa”. Además, muchos habitantes son ancianos a los que se les dificulta bajar por las escaleras.

El único aspecto positivo, resalta, es que se arregló la electricidad. Según ella, se hizo después de la muerte de la madre y su hija el 1 de junio.

Pero en el fondo, uno “se acostumbra a no tener refugios adecuados”, añade.

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