Buenos Aires, Argentina
Todavía no cumplía 24 horas en Buenos Aires y Barak Obama ya estaba bailando tango.
El presidente y la primera dama Michelle Obama asistían a una cena de Estado en la capital argentina el miércoles en la noche cuando de súbito se los llevó a la pista una pareja de bailarines profesionales contratados para ofrecer un espectáculo de tango.
Inicialmente, la mujer, que lucía un vestido dorado brillante, parecía satisfecha con dar vueltas con su pareja, pero después se fue directamente al lugar del mandatario y lo invitó a señas a que fuera a la pista.
'No, no', parecía decir Obama con la cara mientras declinaba la invitación de la bailarina, no una, sino muchas veces. Pero la bailarina jamás desistió.
Consiguió su propósito y Obama pronto se pavoneó en la pista de baile. Tuvo sus fallas, pero el mandatario al final tomó ritmo.
Para cuando había terminado la música, Obama y la bailarina estaban con los brazos en lo alto ante la mirada de centenares de personas en el auditorio.
La primera dama hizo lo propio con un bailarín vestido de negro.
El imprevisto baile sucedió al final de una cena de Estado a la luz de las velas que el presidente argentino Mauricio Macri ofreció a la pareja presidencial estadounidense.
Habían pasado casi 20 años desde que un presidente de Estados Unidos había efectuado una visita formal de Estado a Argentina.
El tango, de movimientos elegantes, lentos y sensuales, tiene sus raíces en la capital argentina, donde se efectúan cada año festivales de ese baile. Se propagó rápidamente de Buenos Aires a otras partes de América Latina y a otras latitudes.
En un brindis con su anfitrión, Obama citó al escritor argentino Jorge Luis Borges: 'Y ahora, creo que en este país, tenemos cierto derecho a la esperanza'.
Obama agregó una reflexión suya.
'Este es un nuevo comienzo', agregó.
Todavía no cumplía 24 horas en Buenos Aires y Barak Obama ya estaba bailando tango.
El presidente y la primera dama Michelle Obama asistían a una cena de Estado en la capital argentina el miércoles en la noche cuando de súbito se los llevó a la pista una pareja de bailarines profesionales contratados para ofrecer un espectáculo de tango.
Inicialmente, la mujer, que lucía un vestido dorado brillante, parecía satisfecha con dar vueltas con su pareja, pero después se fue directamente al lugar del mandatario y lo invitó a señas a que fuera a la pista.
'No, no', parecía decir Obama con la cara mientras declinaba la invitación de la bailarina, no una, sino muchas veces. Pero la bailarina jamás desistió.
Consiguió su propósito y Obama pronto se pavoneó en la pista de baile. Tuvo sus fallas, pero el mandatario al final tomó ritmo.
Para cuando había terminado la música, Obama y la bailarina estaban con los brazos en lo alto ante la mirada de centenares de personas en el auditorio.
La primera dama hizo lo propio con un bailarín vestido de negro.
El imprevisto baile sucedió al final de una cena de Estado a la luz de las velas que el presidente argentino Mauricio Macri ofreció a la pareja presidencial estadounidense.
Habían pasado casi 20 años desde que un presidente de Estados Unidos había efectuado una visita formal de Estado a Argentina.
El tango, de movimientos elegantes, lentos y sensuales, tiene sus raíces en la capital argentina, donde se efectúan cada año festivales de ese baile. Se propagó rápidamente de Buenos Aires a otras partes de América Latina y a otras latitudes.
En un brindis con su anfitrión, Obama citó al escritor argentino Jorge Luis Borges: 'Y ahora, creo que en este país, tenemos cierto derecho a la esperanza'.
Obama agregó una reflexión suya.
'Este es un nuevo comienzo', agregó.