Durante tres días, los huéspedes, incluidos una ex Miss Universo, grandes terratenientes y otros miembros del 1% de Venezuela, vaciaron botellas de whiskey caro, arriaron búfalos montados a caballo y zapatearon al ritmo de la música de un popular cantante de música llanera. “Esta no es la realidad de Venezuela”, comentó un mesero.
Pero incluso en este lugar reservado para los ricos en una nación sumida en una c risis económica la realidad se hizo presente, al menos por un momento. Un hospital de niños de la zona estaba desvencijado y la pareja y sus huéspedes decidieron pintar sus descascaradas paredes.
“Obviamente, en medio de estas circunstancias, que haya esta celebración es difícil, pero por eso hicimos lo del hospital”, expresó el novio, Juan José Pocaterra, de 32 años, cofundador y director general de Vikua, un startup tecnológico cuyo nombre en latín significa “calidad de vida” y que la revista Forbes describe como uno de los más prometedores de América Latina.
“Para Juan y para mí, que somos emprendedores, era muy importante hacerla aquí, porque nosotros estamos apostando por Venezuela”, dijo la novia María Fernanda Vera, fundadora y directora general de Melao, una empresa de modas, quien se crió en los llanos. “Creemos en la reconstrucción de Venezuela”.
Esta nación rica en petróleo soporta la peor crisis humanitaria en la historia moderna de América Latina. Unos 3 millones de personas, casi el 10% de la población, se han ido del país escapándole al hambre, la violencia y la hiperinflación. Escasean medicinas. Y muchos de los que se quedaron no pueden satisfacer necesidades básicas con el sueldo mínimo de unos 6 dólares mensuales.
Ante esta realidad, al comenzar la celebración un viernes, unos 50 huéspedes ayudaron a estampar figuras con forma de diamante en paredes azules en el hospital de niños de la vecina ciudad de Acarigua.
La actividad, organizada con la ayuda de la agrupación sin fines de lucro Trazando Espacios Públicos, “es una forma de contribuir en medio de tanto sufrimiento”, expresó Pocaterra, mientras su novia, que acostumbra a donar leche en polvo y otros productos al hospital, asentía.
Al caer la noche, todo recordatorio de la crisis humanitaria que enfrenta la nación se diluyó.
Los huéspedes se reunieron en una propiedad de la hacienda bajo una luna llena. Algunos se pusieron cascos y montaron a caballo para un juego en el que arriaban búfalos de agua hacia un corral mientras los demás observaban a una distancia prudente.
Meseros con corbata repartieron cerveza y chorizo asado mientras un grupo musical tocaba joropos, ritmo típico con harpas, maracas y una guitarra de cuatro cuerdas. Joel Hernández, un cantante de 72 años con sombrero de vaquero, les hizo una serenata a los novios entonando temas llaneros.
Muchos huéspedes lucían camisetas diseñadas por la firma de la novia que decían “La Tierrita”, en alusión a sus orígenes en los llanos, la vasta sabana que abarca buena parte del centro de Venezuela, desde el río Orinoco hasta Los Andes. Es una región de aves exóticas, caimanes y carpinchos, donde nació el finado líder Hugo Chávez, quien a menudo recordaba que se había criado en una choza de barro de esta zona.
Pocos querían oír hablar de Chávez o de su sucesor Nicolás Maduro entre los presentes, incluidos terratenientes a los que el gobierno socialista les expropió tierras, políticos de oposición y un líder estudiantil que casi pierde un ojo en una manifestación antigubernamental. Muchos amigos cercanos de la pareja no pudieron hacerse presentes porque, igual que tantos venezolanos pudientes, se radicaron en el exterior, en sitios como Miami, Madrid y otras ciudades de Europa y Sudamérica donde hay grandes comunidades de venezolanos.
De quien sí se habló es de Juan Guaidó, el dirigente opositor de 35 años que se autoproclamó presidente interino en enero y fue reconocido por Estados Unidos y una cincuentena de países, quien ofrece una esperanza de cambio por primera vez en décadas. Sentados a lo largo de mesas de madera, algunos se preguntaban medio en broma cuándo llegarían los marines estadounidenses.
La mañana siguiente los huéspedes se despertaron en cabañas rústicas al son del trino de las aves de la zona, con una leve resaca. Tras un desayuno típico con arepas, las actividades del día incluyeron escalar un muro, montar a caballo, nadar y jugar a las bochas. En el campo, los peones mataron una vaca y un cerdo para asarlos y montaron un escenario digno de un concierto de rock.
Luego vino la boda junto a un lago. Las mujeres, con elegantes vestidos livianos de verano, se abanicaban con abanicos delicadamente pintados y sostenían sombrillas de colores pasteles para protegerse del sol. Los hombres lucían camisas blancas, suspensores, corbatines y pantalones color beige, además de sombreros Panamá que recibieron a su llegada. Entre las damas de honor de la novia estaba la ex Miss Universo Stefanía Fernández.
Maickel Melamed, el orador motivacional conocido por sus charlas de TED y por correr maratones en todo el mundo a pesar de que sufre de distrofia muscular, estuvo a cargo de la ceremonia y unió a la pareja en un muelle de madera al son de “Here Comes the Sun”, de los Beatles, y de “A Whole New World”, de Disney.
Al caer el sol sobre el lago, Melamed pidió a los presentes que cerraran los ojos y pidieran “un deseo por la tierra que todos anhelamos”.
De vuelta en la hacienda arrancó la fiesta, con abundante Johnnie Walker Black. La gente se alineó frente a un bufete con carne vacuna y de cerdo, yuca y cachapas, una tortilla de maíz tierno dulce típica de Venezuela, Más de 50 kilos (110 libras) de queso habían sido comprado localmente para el evento. Algunos de los invitados bailaron hasta pasadas las cuatro de la mañana.
Para la ex Miss Universo, una mujer políticamente activa, fue la primera vez en años en que regresaba a Venezuela.
En el 2014, Fernández y otros artistas, celebridades y deportistas se sumaron a la campaña “Mordazas en Venezuela” para protestar las restricciones a la libertad de expresión. Posó luciendo una corona, con su cara pintada de negro y aparentemente ensangrentada, y con una soga en la boca. Poco después dijo que perdió todos sus contratos y otras actividades y se fue del país. Pasó un tiempo en Miami y ahora vive en Colombia.
“La decisión de venir aquí no fue fácil”, comentó. “Tenía un poco de miedo de enfrentarme a la realidad de Venezuela, y es cada vez más cruda. Cada vez hay más hambre y más pobreza. Pero hoy también hay esperanza”.