MIAMI, ESTADOS UNIDOS.- David González estaba cansado de “sobrevivir en lugar de vivir” en Cuba. Así que a principios de 2022 emprendió un largo viaje hacia Estados Unidos, sumándose a los miles de cubanos que este año protagonizaron el mayor éxodo en la historia de la isla caribeña.
Este barbero de 34 años ya no aguantaba las penurias de un país que atraviesa su peor crisis económica desde los años 1990, ni a un régimen comunista al que nunca aceptó. Estaba harto de sentir que no tenía porvenir.
En Cuba “pierdes la esperanza”, dice desde Miami (Florida), el destino final de su viaje.
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Esa desesperación, compartida por muchos jóvenes en Cuba, ha disparado la emigración a Estados Unidos a los niveles más altos registrados. Entre diciembre de 2021 y el mismo mes de 2022, las autoridades fronterizas interceptaron en 277.594 ocasiones a cubanos que habían entrado ilegalmente a territorio estadounidense, según datos oficiales.
Esa cifra supera la suma de los dos grandes movimientos migratorios anteriores: los 125.000 cubanos que partieron a Estados Unidos en el éxodo del Mariel en 1980, y los 34.000 que se fueron en la crisis de los balseros en 1994, recuerda Jorge Duany, experto en Cuba en la Universidad Internacional de Florida.
González comenzó su odisea con un vuelo a Nicaragua. El gobierno del país centroamericano, aliado del régimen de La Habana, retiró en noviembre de 2021 la necesidad de visado para los cubanos, con lo que Managua se convirtió en la primera etapa del viaje a Estados Unidos para la mayoría de los migrantes de la isla.
El periplo total le costó a González unos 7.000 dólares: 3.500 para el pasaje aéreo y otros 3.500 para los traficantes de personas que lo llevaron por tierra desde Nicaragua hasta Estados Unidos. Una suma enorme para el salario medio cubano de 3.768 pesos mensuales, unos 157 dólares.
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El barbero consiguió la mitad del dinero vendiendo su moto y otras pocas pertenencias. Un amigo le envió el resto desde Miami.
De su recorrido de 30 días por Centroamérica y México recuerda sobre todo los largos trayectos con decenas de personas amontonadas en un autobús o en la caja de un camión. La sed, la falta de aire, el calor insoportable de día y el frío terrible por la noche.
Pero eso no era lo que más le asustaba. “Mi mayor miedo era que me deportaran a Cuba”, relata.
“Puedes ver un futuro”
Otros cubanos parten en embarcaciones precarias, arriesgando la vida para recorrer los 145 km que separan la isla de territorio estadounidense.
El día de Navidad, 15 de estos balseros fueron interceptados en los Cayos de Florida, adonde cada semana llegan decenas de cubanos.
Mariana de la Caridad Fernández hizo esa travesía en noviembre. Esta joven de 20 años y su hermana Yaneris, de 31, habían sido condenadas en Cuba a cuatro años de arresto domiciliario y siete de prisión, respectivamente, por participar en las manifestaciones del 11 de julio de 2021.
Tras esa sentencia, se escondieron durante un mes y decidieron irse a Miami, donde vive su madre, para evitar la cárcel.
Su travesía entre Cojimar, en las afueras de La Habana, y Cayos Marquesas, en Florida, duró 16 horas. Iban junto a su perro, Toby, y otras 40 personas. El mar estaba tranquilo.
“Entramos un poco en pánico cuando llegamos de madrugada y tuvimos que bajar del barco y nadar para llegar a tierra”, cuenta Fernández.
Una patrulla fronteriza detuvo enseguida a las hermanas, pero las liberó poco después bajo palabra de que comparecerán ante un juez, y ahora ellas quieren solicitar asilo político. Cuando se cumpla un año y un día de su entrada a Estados Unidos, podrán legalizar su situación gracias a la Ley de Ajuste Cubano, un beneficio que permite a los cubanos solicitar residencia legal.
Otros no tienen esa suerte. Los balseros interceptados en el mar por la Guardia Costera estadounidense son repatriados rápidamente a Cuba, salvo si demuestran que su vida corre peligro.
Desde el 1º de octubre, la Guardia Costera detuvo a 3.724 cubanos, más de la mitad de todos los que arrestó entre octubre de 2021 y el mismo mes de 2022.
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Y también están los migrantes cubanos que mueren en el mar, cuyo número se desconoce.
En abril, una embarcación con 14 hombres volcó tres días después de salir de Playa Jibacoa, a unos 60 km de La Habana. Solo cinco lograron nadar de regreso a Cuba.
El sobrino de Miriela, una cubana que prefiere no dar su apellido, desapareció en ese naufragio. “No tener noticias sobre su paradero nos provoca sufrimiento”, dice.
En Miami, González, liberado también bajo palabra, espera poder acogerse a la Ley de Ajuste Cubano.
“En ocho meses ya tengo lo que no tenía en Cuba”, asegura. “No es solamente las comodidades materiales, sino que tú puedes ver un futuro”.
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