Tijuana, México
Al final de la valla fronteriza estadounidense y donde termina la mexicana Tijuana se erige Nido de las Águilas, pequeña comunidad de casas de lámina cuyos habitantes se preguntan si el muro de Donald Trump terminará incluso por desterrarlos de su pobre vecindario.
Mientras los expertos aún no tienen claro el alcance que tendrán las medidas proteccionistas y anti-inmigrantes del presidente Estados Unidos, en Nido de las Águilas algunos creen que puede ser capaz de todo.
'Si me van a sacar de aquí ya de plano que me digan 'ahí está el dinero y váyase'', comenta Lucía Solís, señalando primero la valla de láminas de metal oxidado que está a unos 20 metros de su casa y luego dibujando un muro imaginario que pasa por encima de su casa.
Con su nieto en brazos y una de sus seis hijas pequeñas a un lado, Solís explica que vive desde hace 20 años en esta comunidad construida sobre la falda de un cerro y le consta que ningún muro funciona para detener la migración irregular.
Desde su casa se ve que indocumentados 'cruzan por la malla a cada hora', también se observa una unidad de la Patrulla Fronteriza estadounidense justo donde terminan las láminas, un punto que los lugareños llaman 'la esquina', a la que nadie se acerca ante la vigilancia constante de los agentes y el riesgo de ser confundidos con indocumentados.
Más allá del estira y afloja entre los gobiernos de México y Estados Unidos sobre quién pagará el polémico muro, a Solís le molesta que ninguna autoridad haya ido a su barrio a explicarles cuál será su destino.
'No nos dicen la realidad; si es cierto o nada más son puros dimes y dimes' (chismes), dice al evocar el rumor local de que el muro podría construirse sobre su vecindario, al que le quedan contados espacios verdes sin habitar, en contraste con el lado estadounidense completamente desierto.
Una de las diminutas tiendas de víveres de Nido de las Águilas es atendida por Francisco González, de 52 años, que en su juventud vio cómo instalaron la valla, ahora oxidada, y que cree a Trump capaz de cualquier cosa.
'¿Y si se les antoja poner el muro de este lado? Todos, prácticamente todos, tenemos miedo del muro (...), no sabemos hasta dónde va a llegar', comenta González, para quien vivir en una localidad empobrecida al pie de la valla fronteriza es como 'vivir en una prisión'.
'¿Qué les vamos a robar, una piedra?'
La última vivienda vecina de la valla fronteriza de Tijuana es la de Porfirio Hernández, que a sus 59 años vive de pintar casas y otros oficios ocasionales.
Él ha acogido en su diminuto hogar lleno de herramientas a migrantes y ríe cuando se le pregunta si cree que el muro detendrá a los indocumentados en su afán de llegar a Estados Unidos.
Pero luego, también entre risas, añade que podría servir para que los agentes de la Patrulla Fronteriza 'no se brinquen' del lado mexicano en sus persecuciones de indocumentados.
'Ellos no quieren que pasemos ni un metro' de su lado, reclama ya serio.
'La migra', como llaman los mexicanos a la Patrulla Fronteriza estadounidense, impide que los lugareños de Nido de las Águilas se acerquen incluso a 'la esquina'.
Sofía Macías, una ama de casa de 37 años, cuenta que desde lejos les hacen señas con las manos para que se alejen de 'la equina' de la valla.
'Qué les vamos a robar ¿una piedra?', espeta con los áridos cerros estadounidenses de fondo.
Al final de la valla fronteriza estadounidense y donde termina la mexicana Tijuana se erige Nido de las Águilas, pequeña comunidad de casas de lámina cuyos habitantes se preguntan si el muro de Donald Trump terminará incluso por desterrarlos de su pobre vecindario.
Mientras los expertos aún no tienen claro el alcance que tendrán las medidas proteccionistas y anti-inmigrantes del presidente Estados Unidos, en Nido de las Águilas algunos creen que puede ser capaz de todo.
'Si me van a sacar de aquí ya de plano que me digan 'ahí está el dinero y váyase'', comenta Lucía Solís, señalando primero la valla de láminas de metal oxidado que está a unos 20 metros de su casa y luego dibujando un muro imaginario que pasa por encima de su casa.
Con su nieto en brazos y una de sus seis hijas pequeñas a un lado, Solís explica que vive desde hace 20 años en esta comunidad construida sobre la falda de un cerro y le consta que ningún muro funciona para detener la migración irregular.
Desde su casa se ve que indocumentados 'cruzan por la malla a cada hora', también se observa una unidad de la Patrulla Fronteriza estadounidense justo donde terminan las láminas, un punto que los lugareños llaman 'la esquina', a la que nadie se acerca ante la vigilancia constante de los agentes y el riesgo de ser confundidos con indocumentados.
Más allá del estira y afloja entre los gobiernos de México y Estados Unidos sobre quién pagará el polémico muro, a Solís le molesta que ninguna autoridad haya ido a su barrio a explicarles cuál será su destino.
'No nos dicen la realidad; si es cierto o nada más son puros dimes y dimes' (chismes), dice al evocar el rumor local de que el muro podría construirse sobre su vecindario, al que le quedan contados espacios verdes sin habitar, en contraste con el lado estadounidense completamente desierto.
Una de las diminutas tiendas de víveres de Nido de las Águilas es atendida por Francisco González, de 52 años, que en su juventud vio cómo instalaron la valla, ahora oxidada, y que cree a Trump capaz de cualquier cosa.
'¿Y si se les antoja poner el muro de este lado? Todos, prácticamente todos, tenemos miedo del muro (...), no sabemos hasta dónde va a llegar', comenta González, para quien vivir en una localidad empobrecida al pie de la valla fronteriza es como 'vivir en una prisión'.
'¿Qué les vamos a robar, una piedra?'
La última vivienda vecina de la valla fronteriza de Tijuana es la de Porfirio Hernández, que a sus 59 años vive de pintar casas y otros oficios ocasionales.
Él ha acogido en su diminuto hogar lleno de herramientas a migrantes y ríe cuando se le pregunta si cree que el muro detendrá a los indocumentados en su afán de llegar a Estados Unidos.
Pero luego, también entre risas, añade que podría servir para que los agentes de la Patrulla Fronteriza 'no se brinquen' del lado mexicano en sus persecuciones de indocumentados.
'Ellos no quieren que pasemos ni un metro' de su lado, reclama ya serio.
'La migra', como llaman los mexicanos a la Patrulla Fronteriza estadounidense, impide que los lugareños de Nido de las Águilas se acerquen incluso a 'la esquina'.
Sofía Macías, una ama de casa de 37 años, cuenta que desde lejos les hacen señas con las manos para que se alejen de 'la equina' de la valla.
'Qué les vamos a robar ¿una piedra?', espeta con los áridos cerros estadounidenses de fondo.