A las tres de la tarde es cuando suele haber menos gente en los supermercados de Caracas. Pero a esas horas, si lo que se busca es papel de baño, azúcar o harina, la respuesta de los empleados suele ser tajante: “Se acabó”.
Ver personas por las calles con bolsas llenas solo con papel higiénico recién comprado y al entrar comprobar que no queda, deja claro que no es que no haya, sino que conseguirlos es fruto de una ardua peregrinación de establecimiento en establecimiento.
Otra estrategia habitual es darles una propina a los empleados para que avisen por SMS una vez llegan los productos más buscados.
También hay personas que, como Dalia Correa, ama de casa de 66 años, tienen suerte o la fuerzan.
Correa consiguió nueve rollos por casualidad, o no tanto. Le contó a BBC Mundo que el jueves pasado fue a pagar la cuenta telefónica a un centro comercial y, como siempre anda a la caza de lo que más escasea (papel, harina o margarina), se acercó a uno de los supermercados de una de las cadenas del Estado y allí estaba: nueve rollos por menos de 40 bolívares (unos $6 al cambio oficial).
Y con tan sólo diez minutos de fila para pasar por caja, se puede llegar a tener que esperar una hora. La mujer dijo que se arrepintió de no ir acompañada, se podría haber llevado más, porque sí, los racionan.
No importaba que ya tuviera. Las amas de casa venezolanas, cada vez que se topan con uno de los productos que saben que tal vez no vaya a haber el día que de verdad los necesiten, simplemente compran.
Esta estrategia “preventiva” es lo que se ha dado en llamar “compras nerviosas” y en el caso del papel de baño ha llevado al gobierno a reforzar la oferta importando 39 millones de rollos más.
“Estaba lleno”
El día que este corresponsal tuvo que salir a la búsqueda del papel de baño parecía alentador ver que en los alrededores de Los Palos Grandes, zona de clase media-alta, no faltaba quien acarreara el papel en bolsas el pasado viernes a mediodía.
Sin embargo, poco tiempo había pasado cuando en dos establecimientos ya no había. “Esta mañana estaba esto lleno”, me aseguró un empleado mientras llenaba la estantería de papel de cocina, con aspecto de ser del bueno, y servilletas de la más baja calidad.
Resulta fácil imaginar que esos son los sustitutivos naturales del papel “tualé”. Porque cuando falta, aunque los más pudientes se puedan permitir usar toallitas húmedas de bebé, lo normal es usar servilletas.
Lo siguiente, claro, es agua y jabón, salvo aquellos caraqueños que no tuvieron agua durante días por una avería en el sistema de distribución la semana pasada.
El caso es que cuando uno lo que ve por la calle son señoras con bolsas llenas de rollos de papel y no lo consigue, se da cuenta de que algo debe estar haciendo mal. El consejo de una ama de casa venezolana deja poco margen de duda: “No, vale, si no tienes quien te avise por mensajito, tienes que ir temprano”.
Pero es el testimonio de Correa el mayor incentivo para retomar la tarea al día siguiente: el Bicentenario debe tener, el gobierno no va a permitir que su red de supermercados se quede sin algo tan esencial.
Sin embargo, no había. Ya desde el mismo día que Correa compró, se había terminado, según confirmó un empleado. Así que tocaba marcharse con las manos vacías, no sin que una miliciana revisara el bolso a la salida.