Abejas posesionarias no necesitan ser salvadas; cuidan su hogar
En marzo, nuevos datos estadounidenses mostraron que el número de colonias de abejas apis ha aumentado 31 por ciento desde el 2007
A principios de abril en algunas partes de EU, las colonias de abejas buscan lugares para construir nuevas colmenas.
Por Sarah Kliff / The New York Times
Noté la primera abeja mientras mi perro la perseguía alegremente por toda la casa. Minutos más tarde, otra abeja zumbó en una ventana.
Cuando escuché un fuerte zumbido proveniente del interior de una pared junto a la cama de mi hijo, me di cuenta de la situación: la casa estaba infestada.
A principios de abril las colonias de abejas apis buscan lugares para construir colmenas nuevas. Un pequeño hueco en el techo les dio acceso a nuestro ático —y nos colocó en el mercado inmobiliario de las abejas apis.
Durante los últimos 20 años, los temores de un colapso en la población de abejas apis han inspirado notas periodísticas elegíaca y 30 leyes estatales en EU destinadas a proteger a las polinizadoras. En Washington, donde vivo, la DC Beekeepers Alliance señala que es “ilegal que los contratistas de control de plagas fumigen contra abejas apis”.
Al acercarse la noche y una nube gris de abejas crecía constantemente afuera de la grieta de nuestro techo, me dirigí a un hotel con mi esposo, hijos y perro.
A la mañana siguiente, mi esposo y yo regresamos y nos volcamos al teléfono, con resultados decepcionantes. Un exterminador finalmente aceptó venir. Cuando llegó, dijo que no tocaría las abejas, pero que conocía a un contratista que cometería el asesinato ilícito de abejas. Lo rechazamos. Tenía una vaga sensación de que era necesario salvar a las abejas apis. “Son tan importantes para nuestro ecosistema”, aconsejó una vecina vía WhatsApp. Ella sugirió que llamáramos a un apicultor.
Contactamos con una docena de apicultores. Todos me dijeron lo mismo: nuestro problema era demasiado pequeño.
Cuando una colonia busca un nuevo hogar, envía varios cientos de “exploradores” para encontrar opciones, con cada uno visitando entre 10 y 20 ubicaciones posibles. Cuando a un explorador le gusta un lugar, regresa a la colmena y realiza una danza de “meneo” que les dice a sus hermanos qué tan lejos y en qué dirección deben viajar para encontrar el hogar potencial. Mientras más vigoroso es el baile, más es el lugar del agrado del explorador. Al final, los miles de habitantes de la colmena votan.
Al parecer exploradores estaban evaluando nuestra casa. No había mucho más que hacer que esperar y ver si la colonia nos elegiría. Los apicultores dijeron que los llamáramos cuando viéramos varios miles de abejas.
Quisiera haber sabido entonces que las abejas apis no necesitan ser salvadas. En marzo, nuevos datos estadounidenses mostraron que el número de colonias de abejas apis ha aumentado 31 por ciento desde el 2007. Una gran mayoría de esos insectos se utilizan en la agricultura comercial, transportadas de un Estado a otro para polinizar los cultivos.
“El hecho de que las abejas apis sean domesticadas y manejadas desmiente la posibilidad de que estén en peligro de extinción”, señaló un informe del 2023 de la Sociedad Xerces para la Conservación de Invertebrados.
Además, las abejas apis son una especie invasora, traída a Estados Unidos de Europa. Salvar una colonia puede perjudicar a las abejas nativas, muchas de las cuales están en peligro de extinción. Un estudio reciente realizado en Montreal encontró que cuando el número de colmenas de abejas apis aumentó allí, el número de abejas nativas disminuyó.
Ideamos un plan para que nuestra propiedad inmobiliaria pareciera poco atractiva.
Intentamos retener la mayor cantidad posible de abejas apis en el ático. Era mejor que no se fueran, habían dicho los apicultores, para que no fueran a menearles a sus amigos.
Dos apicultores nos dieron su bendición para matar las abejas que habían entrado en la casa, sugiriendo una aspiradora. En minutos, abejas apis la llenaron.
Al anochecer, había menos abejas adentro de la casa y el zumbido del ático se había vuelto más suave. Y 36 horas después de la llegada de las abejas, ya no estaban.
© 2024 The New York Times Company