Adorados ‘vochos’ son parte de la familia en México
El querido apodo del auto, vocho, se deriva de la palabra bicho, combinado con las primeras dos letras de Volkswage, y sirven como taxi extraoficial en los barrios de las laderas de Cuautepe
En Cuautepec, el vocho ha unido a generaciones de familias, a menudo pasado de padres a hijos.
Por Zolan Kanno-Youngs/ The New York Times
CIUDAD DE MÉXICO — Oxidados y despojados de su asiento derecho, los Volkswagen sedán, o “vochos”, sirven como taxi extraoficial en los barrios de las laderas de Cuautepec, en la capital mexicana. El símbolo curvilíneo de la era hippie de la década de 1960 es admirado —incluso decorado y nombrado— por los residentes que dicen que el auto representa su resiliencia y ética de trabajo.
Se pueden observar vochos en toda la Ciudad de México, pero pululan por las vibrantes calles de Cuautepec, donde se puede escuchar a los autos subiendo las empinadas colinas.
“No es un auto estándar como cualquier otro”, dijo Yolanda Ocampo, de 45 años, admirando su envejecido Volkswagen Sedán 1982 afuera de la farmacia donde trabaja. El pedal del freno puede estar rígido, pero tener un VW Sedán significa que “tu auto es recio”.
“Queremos mucho a los vochos”, añadió.
Algunos dicen que el querido apodo del auto, vocho, se deriva de la palabra bicho, combinado con las primeras dos letras de Volkswagen. Otros dicen que es sólo una versión abreviada de Volkswagen.
Aunque el Volkswagen Sedán clásico alemán fue descontinuado en el 2003, tiene mucho tiempo de ser un motivo de orgullo para México, y específicamente para Cuautepec. Volkswagen diseñó originalmente el Sedán para Adolf Hitler en la década de 1930 y vendió cientos de miles de ellos en la década de 1960, cuando el automóvil se convirtió en un emblema de la contracultura antisistema.
En 1964, Volkswagen abrió una fábrica en Puebla, México, donde produjo vochos hasta el 2003, y continuó armando los más elegantes VW Sedanes nuevos hasta 2019, cuando Volkswagen puso punto final a su existencia.
En Cuautepec, la mayoría de los autos que circulan siguen siendo los modelos clásicos. “Los buenos son los viejos”, dijo Eduardo Jiménez León, de 73 años, cuyo hijo le regaló un vocho antes usado como taxi.
Para muchos residentes, la popularidad del vocho es una cuestión de practicidad. Su motor está en la parte trasera, lo que facilita el ascenso por las empinadas colinas de Cuautepec. Muchos visitantes que toman un teleférico hasta la cima de las colinas del norte de la Ciudad optan por regresar en un vocho para disfrutar de un transporte más retro.
“Dicen que anda incluso con el puro olor a gasolina”, dijo Uriel Mondragón, un mecánico que dijo que el 40 por ciento de sus clientes poseen un vocho. “No es como un auto nuevo. Este auto no se queda sin gasolina”.
Para otros, ser propietario de un vocho tiene que ver más con lo que representa. En Cuautepec, el automóvil ha unido a generaciones de familias, a menudo pasado de padres a hijos.
Cada vocho tiene su propia personalidad y nombre; los propietarios publican el apodo de su automóvil en la parte superior del parabrisas o en un costado. Un vocho visto en una visita reciente a Cuautepec se llamaba Ashley. Miranda avanzaba a un par de cuadras de distancia.
También son codiciados los diseños y decoraciones personalizados. Un taxista conducía un vocho con billetes falsos de 100 mil dólares pegados en un costado. Otro tenía un muñeco Scooby-Doo sobre su cajuela.
Ocampo dijo que prefiere conducir su vocho que su nuevo SEAT Ibiza, un supermini. Para ella, tener un vocho es una forma de repeler los estereotipos de género que prevalecían en su hogar cuando era niña.
En vista de que ya no se fabrica el sedán, puede resultar difícil encontrar las piezas adecuadas cuando se necesitan reparaciones. Como resultado, los autos suelen estar compuestos por piezas de colores que no coinciden.
Berenzain Amaya, un tatuador de otra parte de la Ciudad de México, dijo que ha tatuado un vocho a al menos 10 fans acérrimos.
“Es difícil de explicar porque si eres de otro país y ves este auto alemán, es un poco extraño, pero creo que México es un lugar extraño”, dijo Amaya, agregando, “Esto es parte de la cultura”.
Mario Gamboa, de 45 años, tiene un taller mecánico con su hermano Alejandro, que atiende principalmente a propietarios de vochos. También equipan los autos con motores más potentes y exteriores nuevos y brillantes para eventos de carreras. Es una tradición familiar iniciada por sus padres, quienes, a sus sesentaitantos años aún compiten con vochos. La familia es propietaria de 15 VW Sedán en total. El mismo Gamboa tiene siete.
“Toda la gente en México aprende a manejar en un Volkswagen”, dijo Gamboa. “Si no tienes un Volkswagen, entonces tal vez tu tío, tu prima o tu abuela sí lo tiene”.
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