Australia pierde suerte y felicidad tras crisis financiera
Millones de residentes están experimentando niveles de penurias que no se habían visto en muchas décadas, un mercado laboral agitado y creciente desigualdad
Millones de australianos dicen que batallan para poner comida en la mesa. Un mercado sobre ruedas en Melbourne.
Por Natasha Frost/ The New York Times
MELBOURNE, Australia — Durante casi 30 años, Australia pareció poder sortear la crisis de las puntocom y la crisis financiera mundial sin una recesión, mientras que sus ciudadanos disfrutaban en su mayoría de salarios altos, viviendas al alcance del bolsillo y perspectivas favorables.
Cuando sí llegó una recesión, en el 2020, fue a causa de la pandemia del Covid-19.
Pero cuatro años después, Australia no ha podido sacudirse algunos de los vientos en contra, incluyendo un alto costo de vida —el precio del pan ha aumentado 24 por ciento desde el 2021— un mercado laboral agitado y creciente desigualdad. Aunque estos y otros problemas similares también aquejan a naciones como Gran Bretaña y Estados Unidos, resultan particularmente dolorosos para muchos en Australia, que durante mucho tiempo se ha considerado el “país afortunado”.
Australia figura entre los países más adinerados, ricos en recursos y estables del mundo. Pero millones de residentes están experimentando niveles de penurias que no se habían visto en muchas décadas. Dicen que están batallando para poner comida en la mesa, pagar la vivienda y la atención médica y cubrir sus recibos de servicios públicos. Y muchos jóvenes australianos se enfrentan a una realidad que sus mayores nunca tuvieron que afrontar: que estarán en peor situación que sus padres o abuelos.
Los australianos están pagando más por casi todo. La pandemia trajo consigo una inflación vertiginosa, que desde entonces ha aminorado, aunque el 3.4 por ciento sigue siendo relativamente alto. Las rentas en algunos vecindarios de Melbourne han aumentado casi 50 por ciento en un año, y la costeabilidad de rentar está en su nivel más bajo en al menos 17 años. La confianza del consumidor apenas ha cambiado desde que cayó en el 2020.
Los propietarios de viviendas también están bajo presión. Las hipotecas australianas generalmente son fijas durante algunos años y al tiempo que el banco central ha intentado controlar los precios elevando las tasas de interés, éstas se han triplicado al 6.7 por ciento en los últimos años.
“Las cosas están mucho peor que antes de la pandemia y hay poca inspiración para que seamos optimistas”, dijo Nikki Hutley, economista independiente en Sydney.
Una encuesta realizada el año pasado por el grupo de expertos Per Capita encontró que menos de uno de cada cuatro australianos que no eran propietarios de una casa esperaban poder tenerla. Los inquilinos australianos tienen menos protecciones que en la mayoría de los demás países ricos. Los renteros tienen relativamente pocas limitaciones sobre cuánto pueden elevar la renta; los inquilinos enfrentan “inspecciones” habituales de sus viviendas; y el Gobierno ofrece grandes concesiones fiscales a los renteros.
La escasez de viviendas de renta también ha hecho que los alquileres se disparen en algunos barrios, empujando a los jóvenes cada vez más lejos de las ciudades. En Sydney, el éxodo de familias jóvenes, advirtió un reporte reciente, corre el riesgo de crear una “Ciudad sin nietos”.
Pese a la abundancia del País y su amor tantas veces declarado por los valores igualitarios, la riqueza de Australia está distribuida de manera cada vez más desigual, a medida que la nación se une a las filas de otras que enfrentan una creciente desigualdad y tensiones económicas y generacionales.
La infelicidad económica se ha traducido en los niveles más bajos de “satisfacción con la vida” desde que comenzaron los registros hace 22 años, revela el Índice Australiano de Bienestar Unity. El alto costo de vida, la preocupante política global y la creciente desigualdad son factores que contribuyen, dijo Kate Lycett, la investigadora principal.
Una mañana reciente, gente esperaba afuera de un banco de alimentos en una iglesia en Richmond, un barrio de Melbourne. El banco de alimentos ayuda a más de 100 hogares y la demanda ha aumentado considerablemente en los últimos seis meses, dijo Francis Flood, el coordinador.
“Definitivamente estamos ayudando a personas que, si las vieras en la calle, no pensarías que estarían usando un banco de alimentos”, dijo.
© 2024 The New York Times Company