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Caída en industria de cocaína en Colombia deja a comunidades en crisis
Este patrón se ha repetido en todo Colombia, generando una crisis humanitaria. La transformación se debe a cambios tras el acuerdo de paz con las FARC
Un trabajador con los dedos envueltos en tela para protegerlos al cosechar hojas de coca en Caño Cabra, Colombia.
vie 26 de julio de 2024 a las 19:33
Por Genevieve Glatsky / The New York Times
CAÑO CABRA, Colombia — Durante décadas, una sola industria ha sostenido al remoto poblado de Caño Cabra: la cocaína.
Quienes viven en esta comunidad se levantan temprano para cosechar hojas de coca, al raspar ramas quebradizas, a veces hasta que les sangran las manos. Después, mezclan las hojas con gasolina y otros químicos para crear ladrillos blancos de pasta de coca.
Sin embargo, hace dos años, los narcotraficantes que compran la pasta de coca y la convierten en cocaína dejaron de llegar, dijeron los aldeanos. De pronto, gente que ya era pobre se quedó sin ingresos. Escaseó la comida. El pueblo de 200 habitantes quedó reducido a 40.
El mismo patrón se repitió una y otra vez en comunidades por todo el País en las que la coca es la única fuente de ingreso.
Colombia, el centro global de la industria de la cocaína, que aún produce más de esta droga que cualquier otra nación, enfrenta cambios tectónicos como resultado de fuerzas nacionales e internacionales que transforman a la industria de las drogas.
La dinámica cambiante ha llevado a que la pasta de coca se acumule por todo Colombia. La compra de la pasta en más de la mitad de las regiones productoras de coca del País se ha desplomado o desaparecido, provocando una crisis humanitaria en las comunidades remotas.
El drástico cambio de la industria de la cocaína es una consecuencia imprevista de un tratado de paz hace ocho años con el grupo armado más grande del País, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, o FARC, que puso fin a una fase de un conflicto que ha durado décadas.
El grupo izquierdista financió su guerra en gran parte a través de la cocaína y dependía de miles de agricultores para proveer la planta de coca verde brillante —el ingrediente principal de la droga.
No obstante, una vez que las FARC se salieron de la industria de la cocaína, fueron reemplazadas por grupos delictivos más pequeños que siguen un nuevo modelo económico, señaló Leonardo Correo, de la Oficina de la ONU Contra la Droga y el Delito: comprar grandes cantidades de un número más pequeño de agricultores y limitar las operaciones a regiones fronterizas donde es más fácil sacar la droga del País.
Otros países se han vuelto competidores. Eso ha ayudado a elevar la producción de cocaína más que nunca.
Nuevos fertilizantes han ayudado a facilitar el cultivo de más coca, aun cuando muchos grupos armados colombianos que contribuyen al conflicto continuo del País dependen mucho menos de las drogas para obtener ingresos y recurren a otras actividades ilícitas como la extracción de oro, la tala y el tráfico de migrantes, dijeron varios analistas.
Al igual que otras comunidades rurales, Caño Cabra no tiene Gobierno y es controlado por un grupo armado ilegal. No hay electricidad, agua potable ni escuela pública.
“Le hace daño a la humanidad y estamos conscientes de eso”, apuntó Jefferson Parrado, el presidente de un consejo que preside a la región. “Pero para nosotros, significa salud, educación y el sustento de las familias en las regiones”.
© 2024 The New York Times Company
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