Crece un abismo psicológico letal entre israelíes y palestinos
Se ha reforzado un abismo psicológico tan profundo, que los palestinos son invisibles como individuos para los judíos de Israel y viceversa
“Israelíes y palestinos sólo tienen una cosa en común: la sensación de vivir al lado de gente que quiere matarte”, dijo Rula Daoud.
Por Roger Cohen / The New York Times
Ocho años después de la fundación del Estado de Israel, Moshe Dayan, jefe del Estado Mayor del Ejército israelí, se encontró cerca de la frontera de Gaza para pronunciar un panegírico para un oficial de seguridad israelí de 21 años asesinado por atacantes palestinos y egipcios.
“No culpemos hoy a sus asesinos”, dijo en 1956. “¿Qué podemos decir contra su terrible odio hacia nosotros? Desde hace ocho años, se han sentado en los campos de refugiados de Gaza y han visto cómo, ante sus propios ojos, hemos convertido sus tierras y sus aldeas, donde antes vivieron ellos y sus antepasados, en nuestro hogar”.
Su breve discurso, una poderosa referencia para los israelíes, tal vez sea recordado más por su conclusión decidida que por su percepción de la furia palestina.
“Sin el casco de acero y las llaves del cañón, no podremos sembrar un árbol y construir una casa”, afirmó.
Hoy, luego de que judíos han vuelto a perder la vida a manos de gatilleros palestinos en el mismo kibutz, Nahal Oz, que era resguardado por Roi Rotberg, la evocación hecha por Dayan de las fuentes del “odio y deseo de venganza” palestinos sigue siendo poco común en Israel. Muchos israelíes han preferido apartar la mirada de la ira que está a su puerta.
De manera similar, la comprensión palestina de los fantasmas voraces de la persecución antisemita despertada en los judíos por el ataque terrorista de Hamas del 7 de octubre parece ser insignificante. La empatía mutua es muy difícil de encontrar.
“Cada parte ruega por el estatus de víctima de cinco estrellas”, señaló Mohammad Darawshe, un director en el Centro Givat Haviva para una Sociedad Compartida en Israel, que promueve el diálogo judío-árabe.
La consecuencia es un abismo psicológico tan profundo que los palestinos son invisibles como personas para los judíos israelíes, y viceversa. Aunque algunos israelíes y palestinos se han dedicado a cerrar esa brecha, en general las narrativas de ambas partes divergen, enterrando cualquier percepción de humanidad compartida.
La guerra árabe-israelí de 1948, conocida por los israelíes como la Guerra de Independencia, es la Nakba, o catástrofe, para los palestinos. La Nakba compite con el Holocausto al tiempo que cada bando invoca el “genocidio”.
El uso de la historia como un arma se remonta a tiempos bíblicos ya los destinos divergentes de los hijos distanciados de Abraham —Isaac, el patriarca de los israelitas, e Ismael, un profeta del Islam. (Los musulmanes consideran a los tres profetas).
“El 7 de octubre, Hamás pisoteó todas las fibras sensibles de la psique israelí”, señaló Itamar Rabinovich, ex embajador de Israel en la UE. “El odio, el miedo y la ansiedad están ahora en su punto más extremo”.
Desde el ataque de Hamás, Yoav Gallant, el Ministro de Defensa israelí, ha hablado de luchar contra “animales humanos”. Ismail Haniyeh, jefe de la oficina política de Hamás, ha descrito a Israel como “neonazis apoyados por fuerzas coloniales”. Benjamín Netanyahu, el Primer Ministro israelí, ha llamado a Hamas “los nuevos nazis”.
Un legislador israelí, Ofer Cassif, ha hecho referencia a “pogromos” contra los palestinos para describir el bombardeo israelí de Gaza, una palabra cuyo significado histórico específico es la masacre de judíos y una palabra que muchos israelíes han usado para describir la matanza perpetrada por Hamas de unas mil 200 personas en octubre.
La propaganda de tiempos de guerra que describe a los enemigos como monstruosos no se limita a Medio Oriente. Pero algo en la confrontación israelí-palestina le infunde al conflicto una carga peculiarmente feroz que se resiste a todo intento de controlarlo.
“Luego de 76 años, israelíes y palestinos sólo tienen una cosa en común: la sensación de vivir al lado de gente que quiere matarte”, dijo Rula Daoud, una palestina israelí dedicada a promover la paz como directora de una organización llamada Standing Together.
Sin embargo, en general, las décadas transcurridas desde el colapso del Acuerdo de Oslo de 1993 han acentuado el abismo psicológico. La interacción entre israelíes y palestinos en Cisjordania y Gaza se ha visto reducida por muros y vallas.
Casi olvidados están el reconocimiento por parte de la Organización para la Liberación de Palestina en 1993 del derecho de Israel a existir en paz, y la determinación del entonces Primer Ministro Yitzhak Rabin de buscar esa paz, una decisión que le costó la vida en 1995 a manos de un asesino israelí de extrema derecha quien dijo haber accionado “por órdenes de Dios”.
Estos fueron los destellos efímeros de una humanidad compartida, que pronto fueron aplastados.
En las décadas intermedias, Hamas y la derecha religiosa ultranacionalista israelí han extendido su influencia. El conflicto ahora involucra ideologías religiosas fundamentalistas, igualmente convencidas de que toda la tierra entre el Mar Mediterráneo y el Río Jordán les ha sido cedida por Dios. Las afirmaciones absolutistas de derecho divino al territorio parecen imposibles de conciliar.
“La humanidad del otro es menos reconocida por la sencilla razón de que el contacto humano se ha vuelto poco común”, explicó Yuval Shany, catedrático de derecho internacional en la Universidad Hebrea de Jerusalén.
Con cada vez mayor frecuencia, cada lado ha negado incluso la identidad del otro. Los palestinos de Cisjordania casi nunca se refieren a “israelíes”, casi siempre a “judíos”. Israel se resiste a llamar “palestinos” a su minoría árabe, más del 20 por ciento de la población.
A falta de reconocimiento, diálogo o comprensión, corre la sangre. Rabinovich dijo que había visto un vídeo de un gatillero de Hamas involucrado en la masacre del 7 de octubre. El atacante llama a su padre en Gaza y le dice: “Estoy en el otro lado matando judíos. No pueden vivir felices cuando nosotros vivimos como vivimos”.
Los palestinos en Gaza, cuyos muertos ascienden a más de 12 millones, de acuerdo con el Ministerio de Salud de Gaza, temen la aniquilación. Estos temores son enfrentados por un pueblo judío que conoce el significado del genocidio y busca, mediante la fundación de su propio Estado, poner fin a la persecución milenaria.
“Si no podemos trascender los muros, compartir esta tierra y valorar la vida por encima de la muerte, todos estamos condenados”, señaló Daoud.
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