Crisis económica global desata protestas en países ricos y pobres
Desde Kenia hasta Francia, la crisis económica global alimenta protestas y violencia, reflejando un creciente descontento con los gobiernos
Protestas en Nairobi. Protestas por un aumento de impuestos propuesto resultaron en docenas de muertes en Kenia. (Brian Otieno para The New York Times)
Por Patricia Cohen
y Jack Nicas/ The New York Times
PARÍS — Inquietudes económicas están provocando zozobra política y violencia tanto en los países pobres como en los ricos.
En Kenia, asediada por la deuda, las manifestaciones en junio por un aumento de impuestos propuesto resultaron en docenas de muertes, secuestros de manifestantes y un Parlamento parcialmente incendiado.
Al mismo tiempo en Bolivia, donde los residentes han hecho fila para comprar gasolina debido al desabasto, un General militar encabezó un fallido intento de golpe de Estado, diciendo que el Presidente debe “dejar de empobrecer a nuestro País”.
En Francia, los agricultores enojados por los bajos salarios y los crecientes costos provocaron meses de bloqueos de carreteras, y el partido de extrema derecha Agrupación Nacional acaba de obtener su mayor cantidad de escaños en la Asamblea Nacional.
Las causas, el contexto y las condiciones varían mucho de un país a otro. Pero hay un hilo común claro: los ciudadanos que enfrentan un panorama económico sombrío han perdido la fe en la capacidad de sus gobiernos para lidiar con la situación —y están contraatacando.
La reacción a menudo se ha dirigido a la democracia liberal y al capitalismo democrático, con movimientos populistas surgiendo tanto en la izquierda como en la derecha. “Un malestar económico y un malestar político se alimentan mutuamente”, dijo Nouriel Roubini, economista en la Universidad de Nueva York.
Los economistas y analistas dicen que la pandemia del Covid-19 sentó las bases para la zozobra. La pandemia detuvo el comercio, acabó con ingresos y creó un caos en la cadena de suministro que provocó desabastos de todo, desde semiconductores hasta tenis. Más tarde, cuando la vida volvió a la normalidad, las fábricas y los minoristas no pudieron satisfacer la demanda reprimida, disparando los precios.
La invasión rusa de Ucrania añadió otra sacudida, elevando los precios del petróleo, el gas, los fertilizantes y los alimentos.
Los bancos centrales intentaron controlar la inflación elevando las tasas de interés, lo que a su vez castigó más a las empresas y familias.
Los países más pobres fueron los más golpeados. Los gobiernos ya estrangulados por los préstamos vieron cómo el costo de esa deuda se disparaba con el aumento a las tasas de interés. En África, la mitad de la población vive en países que gastan más en pagos de intereses que en salud o educación.
Indermit Gill, economista titular del Banco Mundial, dijo que las naciones que no podían endeudarse debido a una crisis de deuda tenían esencialmente dos formas de pagar sus recibos: imprimir dinero o elevar impuestos. “Una conduce a la inflación”, dijo. “La otra conduce a disturbios”.
En Pakistán, el aumento a los precios de la harina y la electricidad desató una ola de manifestaciones.
“Nuestros negocios están sufriendo y no tenemos más remedio que protestar”, dijo Ahmad Chauhan, un vendedor de productos farmacéuticos.
Ningún país tiene un programa de préstamos del FMI más grande que Argentina: 44 mil millones de dólares. Décadas de mala administración económica, incluyendo la impresión de dinero para pagar recibos, han convertido a la inflación en una lucha constante. Los precios casi se han cuadruplicado este año en comparación con el 2023.
En noviembre, la zozobra económica llevó a los electores a elegir como Presidente a Javier Milei, un autodenominado “anarcocapitalista”. Ha recortado miles de empleos, recortado salarios y congelado proyectos de infraestructura. En sus primeros seis meses, los índices de pobreza se han disparado.
Muchos argentinos están contraatacando. Huelgas a nivel nacional han cerrado negocios y cancelado vuelos.
Incluso los países más ricos del mundo están llenos de frustración. Los agricultores europeos están enojados porque el costo de las nuevas regulaciones ambientales destinadas a luchar contra el cambio climático está amenazando sus sustentos.
Este año han estallado manifestaciones en Grecia, Portugal, Bélgica y Alemania.
“Están sucediendo cosas terribles incluso en países donde no hay protestas, pero éstas hacen que todos despierten”, dijo Jayati Ghosh, economista en la Universidad de Amherst.