El género del terror: Un universo por descubrir en las películas
Las películas de terror de clasificación B a menudo son menospreciadas por algunos fanáticos del género que las consideran diluidas o débiles
Pyper Braun en “Imaginario”, que juega con la percepción de cosas que se ven, pero no se oyen, o se oyen, pero no se ven.
Por Kellina Moore | The New York Times
Las bestias más aterradoras son las que se dejan a la imaginación: en los rincones oscuros de una habitación, en el vacío del espacio —el terror tiende a acechar en la periferia, donde se burla de nosotros con lo que no sabemos o —peor— no podemos saber.
Cuando se usa juiciosamente, una característica injustamente difamada de las películas de terror puede ayudar con esa ingeniosa moderación: la humilde clasificación B.
Muchos fans del terror menosprecian la película de terror clasificación B por considerarla diluida o débil.
Estos fans a menudo convierten al género en una competencia en la que gana el que puede digerir (o incluso deleitarse con) el contenido más desviado: no puedes llamarte un verdadero fan del terror a menos que hayas visto las tres secuencias de “El Ciempiés Humano”.
Sí, una de las cosas más poderosas que puede hacer el género es subvertir las normas sociales, y es difícil traspasar los límites cuando se dirige a un público más amplio o más joven. Pero no es imposible.
“Arrástrame al Infierno” de Sam Raimi, sobre un oficial de préstamos maldito, contiene la exagerada sensibilidad de Raimi, pero limita algo de su característico baño de sangre. Opta por elementos menos asquerosos como insectos y vómito en lugar de sangre y vísceras, pero no sacrifica el impacto.
Sin embargo, el género es una gran herramienta para algo más que la provocación. El último horror clasificación B de Blumhouse, “Imaginario”, juega con la percepción de cosas que se ven, pero no se escuchan, o se escuchan, pero no se ven —una figura apenas en la esquina de un cuadro, un niño que responde a las instrucciones de un siniestro amigo imaginario.
El terror más suave también se adapta bien al subgénero de la comedia de terror. Una reciente comedia de terror, “Lisa Frankenstein”, es un ejemplo perfecto de cómo abordar imágenes aterradoras con ligereza: la película ilumina sus protagonistas asesinos con neón, un hacha ensangrentada rematada con un brillante moño de los 80.
Como muchas otras comedias de terror, es capaz de explorar temas más oscuros —aislamiento adolescente, agresión sexual y muerte— con un toque de humor que hace que la agudeza de estos temas sea más accesible, pero no mata su filo.
Pero el objetivo principal del terror clasificación B, y la razón por la que a menudo es visto con desdén, es atraer a los recién llegados al género, es decir, los adolescentes. Es hora de que dejemos de pedir menos terror clasificación B y comencemos a pedir mejor terror clasificación B —dejando de tratar a los adolescentes como el mínimo común denominador.
Las películas de terror clasificación B son lo que me permitió a mí y, con suerte, a una futura generación de nerds del terror, acoger cada vez más el género.
A veces se necesita práctica y repetición para volverse valiente.
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