¿Qué hace una estatua de Colón en Puerto Rico?
El Gobierno de Puerto Rico ofreció un hogar a la estatua de Cristóbal Colón y gastó 2.4 millones de dólares para traerla a la isla.
Hoy, muchos consideran a Colón como un representante de Europa y la blancura.
Por Alana Casanova-Burgess / The New York Times
El monumento de bronce de 106 metros, con todo y tres velas y una representación de un mapa en un pergamino, se eleva sobre todo lo que lo rodea, haciendo que las palmeras parezcan de juguete. No hay estacionamiento ni centro de visitantes. Entonces, además de estar fuera de lugar, está desprovisto de contexto sobre la violencia de la época de Colón en el Caribe.
Puerto Rico, ahora territorio de Estados Unidos después de siglos de dominio español, es una de las colonias más antiguas del mundo. En “La Brega”, un podcast sobre Puerto Rico, he hablado de cómo Colón incluso aparece de manera destacada en el himno boricua. Eso no significa que siempre esté presente en la mente, pero su legado aún da forma al día a día en la isla.
¿Por qué terminó la estatua en el Caribe, la parte del mundo que sufrió en carne propia la brutalidad de Colón? Todo comienza con Zurab Tsereteli, un escultor ruso que originalmente pretendía regalar el monumento a Estados Unidos en 1992 para conmemorar el 500 aniversario de la llegada de Colón al Continente Americano en 1492. Pero todas las ciudades a las que se lo ofreció, incluyendo Nueva York, Boston, Miami y Columbus, Ohio, rechazaron el adefesio.
Luego, en 1998, el Gobierno puertorriqueño ofreció un hogar a la estatua y gastó 2.4 millones de dólares para traerla a la isla. Estuvo almacenada en miles de piezas durante casi 20 años, maldecida por la costosa logística de erigir algo tan enorme. También hubo indignación pública por parte de personas que decían que Puerto Rico no debería celebrar un legado espantoso.
Titulada “Nacimiento del Nuevo Mundo”, terminó en Arecibo, pagado por un empresario. Me estremezco al pensar que se completó en el 2016, cuando Puerto Rico ya estaba en una crisis de austeridad y los millones dedicados a erigir el monumento podrían haberse utilizado para casi cualquier otra cosa. Por lo menos el parque de diversiones que se planeó para acompañarlo, con un costo estimado de 95 millones de dólares, nunca se construyó.
Monumento a Colón
Muchas estatuas de Colón fueron derribadas en todo el mundo en el 2020, incluyendo en el Caribe. Pero esta cosa colosal ya había sobrevivido al huracán María, y también sobrevivió a los llamados para desmantelarlo.
Hoy, muchos consideramos a Colón como un representante de Europa y la blancura, y celebrarlo significa ignorar nuestras raíces indígenas tainas y africanas.
Hay otro monumento colosal a Colón en Santo Domingo, República Dominicana: el Faro a Colón. Existe una afirmación dudosa de que contiene sus restos, pero el punto principal parece ser su enormidad. Tiene varios campos de futbol de longitud y, cuando está encendido, proyecta una cruz en el cielo que se puede ver hasta Puerto Rico.
La idea de que Cristóbal Colón debería ser conmemorado de esta manera data de una época en la que el ambiente en torno a su legado era muy diferente. En 1923, una conferencia panamericana concluyó que “aún no se ha erigido en América un monumento que perpetúe el sentimiento colectivo de gratitud y admiración hacia Cristóbal Colón, descubridor de América y benefactor de la humanidad”. A continuación se celebró un concurso de diseño internacional en el que el arquitecto Frank Lloyd Wright estuvo entre los jueces.
Para recaudar dinero, el líder dominicano Rafael Trujillo, un dictador obsesionado con la blancura, organizó, con Cuba, una gira en avión por todos los países de América Latina en 1937. Había cuatro aviones: la Niña, la Pinta, el Santa María y uno llevaba el nombre de Colón. Tres de los aviones se estrellaron, matando a todos a bordo, y el recorrido nunca terminó, pero aún se pueden encontrar sellos postales pro el Faro en línea.
Años más tarde, en la década de 1980, el Presidente Joaquín Balaguer resucitó los planes, aunque para entonces ya no había “sentimiento colectivo de gratitud y admiración” hacia Colón. El proyecto no sólo fue tremendamente impopular en el País, sino que también fue rechazado por los líderes mundiales: el Papa celebró misa en el faro un día antes del 500 aniversario de la llegada de Colón al Nuevo Mundo, y el Rey y la Reina de España ni siquiera asistieron. El Washington Post informó que los dominicanos no querían decir el nombre completo de Colón en español porque creían que estaba maldito.
Mi familia vivía en la República Dominicana mientras se erigía esto a finales de los 80 y principios de los 90. Había entonces la sensación de que este proyecto estaba absorbiendo cosas —electricidad, concreto, dinero, esfuerzo— como un vórtice. El Gobierno dominicano no reveló cuánto gastó en la construcción, pero se estima que costó 70 millones de dólares.
Miles de personas fueron desplazadas para darle cabida. El hecho de que esté polvoriento y no atraiga grandes multitudes no hace que esa historia sea más fácil de aceptar.
Estatua derribada
En enero, el Rey de España vino a San Juan para conmemorar el 500 aniversario de la fundación de la Ciudad. Esa mañana, una estatua del conquistador español Juan Ponce de León fue derribada en el Viejo San Juan. Me enteré de la noticia a través de los memes de figuras de talla mundial de Puerto Rico como Iris Chacón y Bad Bunny, a quienes algunos consideraban más merecedores de celebración que la figura que estaba en el pedestal. Incluso hubo una petición para reemplazarlo por uno del cacique taino Agüeybaná.
En un anuncio que podría haberse hecho en 1523, el Alcalde de San Juan prometió que la estatua sería reparada y reinstalada antes de que llegara el Rey por la tarde. En lugar de usar fondos para arreglar un bache, dijo, usarían fondos para las reparaciones, aparentemente ajenos a la opción de simplemente no reparar la estatua y ocuparse del bache.
El día terminó con una impresionante pantalla dividida en las noticias locales: la estatua siendo bajada sobre su pedestal y el Rey de España aterrizando. Prioridades, ¿verdad?
Alana Casanova-Burgess, periodista de audio independiente, conduce el podcast “La Brega”. Comentarios a intelligence@nytimes.com.
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