Feligreses ofrendan entre un deber sagrado con el sol y la tierra
Al igual que dar limosna, sus feligreses deben dar waqf, una especie de donación religiosa, a las energías renovables
Aak Abdullah al-Kudus fundó el Ejército Verde, un grupo de voluntarios que reforesta tierras en Java Oriental, Indonesia. (Ulet Ifansasti para The New York Times)
Por Sui- Lee Wee / The New York Times
YAKARTA, Indonesia — Los fieles se reunieron en un imponente edificio modernista, miles de mujeres con velos y hombres con solideos hombro con hombro. Su líder tomó su posición y pronunció una severa advertencia.
“Nuestros defectos fatales como seres humanos han sido que tratamos a la Tierra simplemente como un objeto”, dijo el Gran Imam Nasaruddin Umar. “Mientras más codiciosos seamos con la naturaleza, más pronto llegará el fin del mundo”.
Luego recetó la cura según lo establecido por su fe, que guía a casi una cuarta parte de la humanidad. Es la Fard al-Ayn, u obligación, de todo musulmán ser guardián de la tierra. Al igual que dar limosna, sus feligreses deben dar waqf, una especie de donación religiosa, a las energías renovables. Al igual que las oraciones diarias, plantar árboles debería ser un hábito.
El medio ambiente es un tema central en los sermones de Nasaruddin, el influyente jefe de la mezquita Istiqlal en Yakarta, Indonesia, que ha tratado de predicar con el ejemplo. Consternado por la basura que ensucia el río donde se ubica la mezquita, ordenó una limpieza. Impresionado por los exorbitantes recibos de servicios públicos, modernizó la mezquita más grande del sudeste asiático con paneles solares, grifos de flujo lento y un sistema de reciclaje de agua —cambios que ayudaron a convertirla en el primer lugar de culto en ganar un galardón de construcción sustentable del Banco Mundial.
El Gran Imam dice que simplemente está siguiendo las instrucciones del profeta Mahoma de que los musulmanes deben preocuparse por la naturaleza.
No es el único en este País de más de 200 millones de habitantes, la mayoría de ellos musulmanes, que intenta generar un despertar ambiental a través del Islam. Altos clérigos han emitido fetuas, o edictos, sobre cómo frenar el cambio climático. Los activistas están implorando a la gente que el ambientalismo está incluido en el Corán.
Aunque otras naciones musulmanas también tienen cepas de este movimiento de “Islam Verde”, Indonesia podría ser una guía para el resto del mundo si logra transformarse. Es el mayor exportador mundial de carbón y uno de los principales emisores mundiales de gases de efecto invernadero. Miles de hectáreas de sus selvas tropicales han sido taladas para producir aceite de palma o excavar en busca de minerales. Los incendios forestales y las inundaciones se han vuelto más intensos, como consecuencia del clima extremo actual.
El cambio perdurable es un reto. Las vastas reservas de níquel de Indonesia, utilizado en las baterías de autos eléctricos, son un camino hacia un futuro más limpio. Pero procesar el níquel requiere quemar combustibles fósiles. El Presidente electo Prabowo Subianto ha hecho campaña para ampliar la producción de biocombustibles que podrían provocar deforestación. Con la capital, Yakarta, hundiéndose en el mar, Joko Widodo, el Presidente saliente, está construyendo una nueva capital que se anuncia como una metrópolis verde con energía renovable. Pero para ello ha talado bosques.
Algunos clérigos ven el ambientalismo como algo periférico a la religión. Las encuestas sugieren que existe una creencia generalizada entre los indonesios de que el cambio climático no es causado por el hombre.
Pero educar a 200 millones de musulmanes, dicen los defensores del medio ambiente, puede impulsar el cambio.
“La gente no escucha las leyes; no les importan”, dijo Hayu Prabowo, director de protección ambiental del Consejo Ulema de Indonesia, la máxima autoridad islámica del País. “Escuchan a los líderes religiosos porque sus líderes religiosos dicen que puedes escapar de las leyes mundanas, pero no puedes escapar de las leyes de Dios”.
Las fetuas emitidas por el consejo no son jurídicamente vinculantes, pero dijo que han tenido un efecto notable. Señaló estudios que encontraron que las personas que viven en áreas con ricos bosques y turberas ahora son más conscientes de que está mal talar estas tierras debido a las fetuas que declaran estas actividades como haram o prohibidas.
Los clérigos no siempre han sido solidarios. Hace 20 años, una rama regional del Consejo Ulema emitió una fetua contra Aak Abdullah al-Kudus, un ambientalista en la provincia de Java Oriental que intentó combinar una campaña de plantación de árboles con la celebración del cumpleaños de Mahoma. Recibió amenazas de muerte.
Pero el apoyo a Aak creció con el tiempo y posteriormente fundó el Ejército Verde, un grupo de voluntarios plantadores de árboles que trabajan para reforestar el Monte Lemongan, un volcán donde se habían talado 2 mil hectáreas de bosque protegido. Hoy está cubierto de bambú y árboles frutales. “Nuestra tarea es ser califas, los guardianes, de la tierra”, dijo Aak. “Esa es la misión del Islam”.
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