La modalidad de nacionalismo de JD Vance, el compañero de fórmula de Trump
Hay muchas cosas preocupantes sobre JD Vance y el movimiento de Donald Trump, pero este mensaje resuena, particularmente entre la clase trabajadora
(Jamie Kelter Davis para The New York Times)
Por: Farah Stockman/The New York Times
¿Es Estados Unidos una idea o una patria? Esa pregunta está al meollo de esta carrera presidencial. Se trata de si los estadounidenses deberían seguir poniendo su mira en el liderazgo global y en hacer cumplir los principios universales o, en cambio, replegarse y cuidar de los suyos.
El Presidente Joseph R. Biden Jr., en un discurso en el que explicó por qué retiró su candidatura, describió a EU como “la idea más poderosa en la historia del mundo”. En un lenguaje que hace eco a republicanos de legado como Ronald Reagan, dijo que era “una idea más fuerte que cualquier Ejército, más grande que cualquier océano, más poderosa que cualquier dictador o tirano”.
Pero el Partido Republicano de Donald J. Trump se está alejando de ese tipo de lenguaje. En la convención republicana, JD Vance, su compañero de fórmula, insistió en decir que Estados Unidos “no es sólo una idea” sino una “patria”, evocando un cementerio montañés en el este de Kentucky donde dijo que están enterrados sus antepasados y donde espera que él y sus hijos también serán sepultados.
Algunos de sus detractores inmediatamente denunciaron esas referencias a la tierra y el linaje de su familia como nacionalismo codificado de “sangre y tierra”, la ideología de los nazis. En The Atlantic, Adam Serwer acusó a Vance de señalar “a sus aliados de extrema derecha una visión exclusivista de Estados Unidos” cuando afirmó que Estados Unidos está formado por personas que comparten una historia en lugar de una “nación de credos”, una basada principalmente en sobre ideas como libertad e igualdad. “Si Estados Unidos es una nación de credos, entonces cualquiera puede ser estadounidense”, escribió Serwer. “Pero si los verdaderos estadounidenses son aquellos que comparten una historia específica, entonces algunos de nosotros somos más estadounidenses que otros”.
Estas críticas ignoran el sentido del deber que los humanos en todas partes sienten hacia los lugares y las personas que nos criaron. Los estadounidenses no son una excepción. Y descartar el intenso debate sobre si Estados Unidos es una nación de credos versus un lugar específico de personas específicas que comparten tierra, historia y cultura pierde la oportunidad de comprender algo importante sobre el atractivo del movimiento MAGA de Trump. Las personas que hablan de Estados Unidos como una idea tienden a tener una perspectiva global y abogan por una mayor inmigración, libre comercio y un papel sólido para Estados Unidos en todo el mundo. Quienes enfatizan que también es una patria ven sus recursos como desperdiciados en forasteros, mientras que las necesidades de los ciudadanos son dejadas de lado.
Hay muchas cosas preocupantes sobre Vance y el movimiento MAGA, pero este mensaje resuena, particularmente entre la clase trabajadora.
El auge de los teléfonos móviles, las redes sociales y el comercio globalizado ha creado una sensación de “falta de arraigo” que a menudo priva a las personas de las raíces necesarias para prosperar, junto con la motivación para vivir “una vida con propósito, de autogobierno y compromiso cívico”, afirman Wilfred McClay y Ted McAllister, editores de la antología “Why Place Matters: Geography, Identity and Civic Life in Modern America”. El impulso por reclamar un sentido de lugar podría ser parte de la razón por la que el nacionalismo está al alza en muchos países.
Ser de un lugar concreto nos obliga a lidiar con los problemas de las personas que viven allí. Las ideas, en cambio, exigen poco. La ironía aquí es que Biden ha hecho mucho por los pueblos olvidados.
Pero este debate sigue vivo, en parte porque, para los conservadores, no se trata sólo de populismo económico sino también de cambio cultural. Carson Holloway, miembro del Instituto Claremont, un grupo de expertos conservadores en California, sostiene que poner demasiado énfasis en las ideas universales de las que les gusta hablar a los liberales —libertad e igualdad— como fuente de la identidad estadounidense ha permitido que el País sea “secuestrado por nociones novedosas y radicales de libertad” que dejaron a la sociedad estadounidense a la deriva, llena de jóvenes que creen en el matrimonio homosexual y, me dijo, “una política inmigratoria que busca trabajadores con salarios bajos en lugar de ciudadanos virtuosos”.
Cuando Vance habló de Estados Unidos como una patria, parecía distinguirse de la parte corporativista y globalista del Partido Republicano. Sus palabras parecían destinadas a repudiar las de Paul Ryan —otro joven republicano nominado a la vicepresidencia de una época diferente— quien declaró en el 2013: “EU es más que sólo un País. Es más que Chicago o Wisconsin. Es más que nuestras fronteras”, en un discurso en apoyo a la inmigración legal.
Vance es claramente escéptico respecto a la inmigración desenfrenada. Pero su discurso estuvo lejos de ser un llamado a poner fin a toda inmigración, o a ver a todos los inmigrantes como ciudadanos de segunda clase, y mucho menos un llamado a la ideología nazi. De hecho, elogió a su esposa —hija de inmigrantes de India. Vance dijo que era una tradición estadounidense dar la bienvenida a “recién llegados a nuestra familia estadounidense” —siempre y cuando sea “con nuestros términos”. Esto no difiere mucho de la forma en que muchas personas —liberales y conservadoras— con décadas de vínculos familiares con sus comunidades piensan sobre los recién llegados.
Mientras escribo esto, estoy sentada en un vecindario de Detroit donde la gente decide si perteneces o no en función del tiempo que vivió tu abuela en la cuadra. Mi vecino me dejó un mensaje desagradable después de que me estacioné demasiado cerca de su auto: “Tú eres la vecina nueva de la cuadra y debes cumplir con las solicitudes razonables y ser respetuosa con quienes han estado y seguirán estando aquí mucho tiempo después de que te haya aburrido tu nueva compra”.
Tenía razón. Pertenecer a un lugar es más que una noción. Se necesita tiempo, esfuerzo y voluntad para adherirse a las normas de la comunidad. EU puede ser una idea inspiradora. Pero para que esa idea tenga significado para quienes viven aquí, también debe sentirse como tu hogar.
Farah Stockman es autora de “American Made: What Happens to People When Work Disappears”. Comentarios a intelligence@nytimes.com.
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